Bajo el mismo cielo soñando el mismo sueño
Freud sostenía que “Cuando tomamos decisiones pequeñas, siempre es ventajoso analizar los pros y los contras. Sin embargo, en los asuntos vitales, como la elección de la pareja o la profesión, la decisión debe venir del inconsciente, de un lugar recóndito dentro de nosotros. En las decisiones realmente importantes de la vida, debemos dejar que gobiernen las profundas necesidades de nuestra naturaleza.” Por ese motivo, la afinidad de una pareja supone tener el mismo sueño, pero a la vez conservar la individualidad.
A lo largo del día tomamos muchas decisiones de forma intuitiva, elegimos la ropa que nos vamos a poner, escogemos un camino y no otro para ir a trabajar, comemos un determinado alimento y no otro. Si todas esas decisiones no se tomaran de forma intuitiva, nuestra vida sería un caos porque tardaríamos mucho tiempo en hacer cualquier cosa. Incluso, ya no en hacerla, sino en comenzar a hacerla.
“Era su voz, la seguridad de decir las cosas cuando con simples palabras lograba tocarme el alma.”
-Edgar Pareja-
Pero ¿qué ocurre a la hora de elegir pareja? Sería complicado hacer largas listas con los pros y los contras de salir con alguien y más complicado aún decirle a nuestro corazón quién nos gusta y quién no. Por lo tanto, a la hora de elegir a esa persona con la que queremos salir, actúa nuestra intuición, porque se trata de vivir un sueño.
Elegir a alguien con quien soñar
Aunque existe el mito de que los opuestos se atraen, muchos estudios han demostrado que tendemos a casarnos o a salir con personas similares en cuanto a educación, clase social, origen étnico e incluso rasgos físicos. Este fenómeno se denomina emparejamiento selectivo. Los efectos de este tipo de emparejamiento no son despreciables precisamente, ya que contribuye especialmente a que se mantenga la desigualdad social o cultural, al ir contra el mestizaje de clases.
En el año 2009 se publicó una investigación en Genome Biology realizada en América Latina, que concluyó que las personas tienden a emparejarse según sus similitudes de ADN, en especial según las similitudes en su ascendencia genética. Es decir, que no elegimos pareja al azar.
Más recientemente, un trabajo llevado a cabo por la Universidad de Colorado en Estados Unidos, ha concluido que las personas tienden a escoger compañeros sentimentales que poseen un ADN similar al suyo. Para el estudio, los científicos examinaron la secuencia genética de 825 parejas estadounidenses y mostraron que existía una mayor semejanza entre en ADN de las parejas, que entre los individuos de cada pareja y el resto de individuos del estudio.
“Por eso no seremos nunca la pareja perfecta, la tarjeta postal, si no somos capaces de aceptar que sólo en la aritmética el dos nace del uno más el uno.”
-Julio Cortázar-
Los investigadores compararon además la magnitud de la similitud genética con la magnitud de la similitud por formación académica. En este sentido, observaron que la preferencia por un novio o novia genéticamente parecido era tres veces menor que la preferencia por razón de estudios.
Sueño compartido y sueño propio
Tener afinidad con alguien no significa que no tengamos sueños propios, es decir, siempre tiene que existir una parte de nuestra vida en la que nos desarrollemos como personas, en la que aprendamos a ser nosotros mismos, sin dejar de compartir con nuestra pareja.
En la película El Club de la Buena Estrella (basada en una novela de Amy Tang) se relata la vida de un grupo de mujeres chinas que han emigrado a Estados Unidos. Las más jóvenes son estadounidenses, pero siguen teniendo muy arraigado el deber de entrega a los demás y a su pareja.
Una de ellas va a la universidad y uno de los chicos más populares se enamora de ella cuando se muestra sincera y auténtica. Al poco tiempo se casan, pero ella deja todas sus ilusiones y ambiciones y se vuelca en él.
En una de las escenas de la película ella le pregunta donde quiere cenar si en casa o fuera. Él le contesta que donde ella quiera, pero ella insiste. El marido le ruega que decida, que exprese sus deseos. Pero ella ya no es capaz de elegir porque ha enterrado sus sueños tan profundamente que ha olvidado su capacidad de elegir. En la escena siguiente aparecen los papeles del divorcio.
Esta simple escena, nos enseña que tener pareja no debe significar nunca renunciar a nuestros sueños, a nuestra capacidad de elegir y ser libres en esas elecciones. Habrá sueños comunes, pero también debe haber sueños de cada una de las personas y eso será lo que enriquezca a cada uno y a la pareja.
“Repíteme otra vez que la pareja del cuento fue feliz hasta la muerte, que ella no le fue infiel, que a él ni siquiera se le ocurrió engañarla. Y no te olvides de que, a pesar del tiempo y los problemas, se seguían besando cada noche. Cuéntamelo mil veces, por favor: es la historia más bella que conozco.”
-Amalia Bautista-