Beneficio secundario del síntoma: ¿qué es y cómo te impide avanzar?
¿Alguna vez te has preguntado cómo es posible que las personas saboteemos nuestro propio avance y mejoría? Seguramente en algún momento habrás encontrado algún amigo o familiar que, aun sabiendo qué debería hacer para encontrarse mejor, no era capaz de poner en práctica estas medidas. Tal vez, incluso, tú mismo hayas caído en esta conducta. Se debe al beneficio secundario del síntoma.
Por ejemplo, si tengo miedo a conducir, sé que el camino consiste en hacer frente al temor de forma gradual. Sé que la ansiedad irá disminuyendo a medida que practique y estoy convencido de que, cuanto más tiempo lo deje, más difícil me resultará afrontarlo. Aun así, me siento incapaz de hacerlo y continúo evitando coger el coche.
Desde un punto de vista lógico y consciente, esto parece no tener mucho sentido: estoy limitando mi propia independencia. Sin embargo, el inconsciente maneja una gran mayoría de la información que procesamos y que no percibimos claramente. Es él quien decide que, el beneficio secundario que me aporta el problema, compensa. Y por tanto, es mejor no cambiar.
¿Qué es el beneficio secundario del síntoma?
El beneficio secundario del síntoma hace referencia a todas las ganancias o ventajas que el paciente recibe debido a su padecimiento. Y que, de otra forma, no podría obtener. Esto incluye beneficios económicos, de apoyo social y cuidados, o de liberación de responsabilidades.
Cada enfermedad, física o psicológica, conlleva un sufrimiento. En muchos casos grave y duro de soportar. Pero, a su vez, también trae aparejados una serie de beneficios.
Por ejemplo, cuando cogemos la gripe las personas de nuestro entorno nos atienden, cuidan y tratan con más cariño. Cuando padeces una fobia social, evitas ir a reuniones o interactuar con otros, evades el tener que exponerte al juicio ajeno. O cuando sufres una depresión recibes la atención y la preocupación de las personas que te rodean.
Evidentemente, el sufrimiento que conlleva cualquiera de estos trastornos es mucho mayor que los beneficios. Nadie escogería, de forma consciente, mantenerlos (por muchas ventajas que obtuviera de ellos). Sin embargo, el fenómeno del beneficio secundario del síntoma actúa a nivel inconsciente, frenando tus intentos de progresar.
¿Cómo te impide avanzar?
Afrontar un trastorno psicológico requiere valentía, fortaleza y voluntad. No es sencillo atreverse a mirar nuestro propio interior y a cambiar patrones que nos llevan acompañando durante mucho tiempo.
Aún más complicado resulta cuando percibimos que cambiar no sólo supondrá enfrentar retos para los que no nos sentimos preparados, sino que, además, conllevará la pérdida de ciertas ventajas importantes para nosotros.
Si enfrento mi miedo a conducir, me expondré a tener un accidente, ser increpado por otros conductores y sufrir la ansiedad que me provoca. Pero, además, perderé la oportunidad de que sean otras personas las que me lleven, me acompañen y me presten atención.
Cuando decida trabajar en mi ansiedad social no tendré más remedio que relacionarme con otras personas, hablar con desconocidos, acudir a reuniones y realizar todas las actividades me aterran. Quedaré expuesto al juicio social y tendré que enfrentarme a comentarios y opiniones desfavorables de otras personas. Ya no contaré con la excusa que me proveía mi ansiedad social para evitar estas situaciones.
Del mismo modo, en mi recuperación de la depresión tendré que enfrentar aspectos dolorosos y cambiar mis patrones de pensamiento y conducta. Pero, además, perderé la atención especial y el cariño extra que recibo por parte de mis seres queridos.
¿Cómo abordar el beneficio secundario del síntoma?
Ante este razonamiento inconsciente es comprensible que nos encontremos incapaces de progresar en el cambio. Por ello resulta imprescindible que detectemos este tipo de pensamiento e impidamos que nos sabotee. Cuando vayamos a embarcarnos en un proceso de psicoterapia o desarrollo personal hemos de identificar desde el principio cuáles son los beneficios que “vamos a perder”. Y, a partir de ahí, tomar conciencia de que la recuperación nos compensa con creces.
Igualmente es necesario informar a las personas de nuestro entorno, de modo que no contribuyan con su conducta a reforzar el problema. Si nos dan apoyo mientras estamos mal y nos lo retiran cuando tratamos de recuperarnos, el “castigo” al cambio puede impedir que se produzca. Han de ser conscientes de que, nuestro mayor beneficio provendrá de que apoyen nuestros intentos de recuperarnos.
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