Carta de un adulto víctima de "ciberbullying"
Mi nombre es Carlos, ahora tengo 30 años, el año está a punto de finalizar y llega el 2034, para el cual tengo muchos propósitos. Con 13 años viví en primera persona lo que era el tan nombrado “ciberbullying” y del que traté de escapar día a día durante meses.
Quizá el modo en que voy a explicarte esta historia no sea exactamente como sucedió pero es tal y como yo lo percibo e intento, todavía hoy, explicármelas a mí mismo. Ahora, años más tarde, mi mente es suficientemente madura para contártelo a ti, y que puedas prevenir lo que yo no pude.
“Si aunamos los conceptos de bullying y nuevas tecnologías obtenemos algo que está siendo demasiado nombrado en la actualidad, una forma de acoso que se produce a través de Internet, mediante el uso de los teléfonos móviles u otros dispositivos digitales. Hablamos de una forma de violencia llamada ciberbullying”
-Cáceres (2010)-
Mi yo niño ante el ciberbullying
Me crié en una ciudad pequeña, en un barrio normal y corriente donde apenas había conflictos. Yo era un niño muy querido por mis padres y por mi hermano mayor, nada me hacía más feliz que pasar tiempo con ellos. Me educaron en todos los aspectos, pero no recuerdo haber hablado sobre los riesgos de un uso inadecuado de las redes sociales.
Con mucha frecuencia visitaba a mi abuelo, que vivía muy cerca de nosotros. Me encantaba escuchar cuando me contaba cómo esperaba ansioso las cartas de amor que mi abuela le enviaba cuando estaban separados, sin tener otra manera de contacto. A mí eso me parecía de la prehistoria, pues yo pertenecía a los llamados “nativos digitales”.
Acababa de terminar la Educación Primaria y estaba emocionado por mi acceso al instituto. Era muy buen alumno, me gustaba estudiar y mis notas eran las esperadas. Lo cierto es que en esos años siempre fui el “rarito”, algo que nunca terminé de entender, pero que terminé atribuyendo a que quizás no era tan guay como los demás.
¿Cómo comienza mi proceso de ciberbullying?
Al principio no era muy evidente y los demás no solían hacer demasiados chistes, solo unos pocos. Cuando pasamos a ser “cola de león” en el nuevo centro educativo, yo empecé a interesarme por otras cosas además de mis estudios, en concreto en una de mis compañeras de clase.
Recuerdo a aquella chica, a mí me parecía la más guapa del universo, la más lista y la más divertida. Deseaba pasar una tarde con ella haciendo los deberes, o ir juntos a por una bolsa de patatas a la cafetería del instituto. Me armé de fuerza y para hacérselo saber me acerqué a ella en el descanso entre mates y lengua.
La clases se dio cuenta de que pasaba algo cuando vio al “rarito” acercarse a ella y percibieron lo nervioso que me puse. La cara de circunstancia que ella me devolvió, mientras se mofaban de mí, y el tropiezo que tuve con la pata de la mesa cuando intentaba escapar de esa situación firmaron mi sentencia.
¿En qué desemboca este proceso de ciberbullying?
Esta situación aparentemente absurda desembocó en un exitoso grupo de facebook creado específicamente para burlarse de mí. Ahora el problema no era que mis compañeros se rieran de mí en clase a la cara, si no que la burla y la humillación eran expuestas a todo aquel que quisiera mofarse de mí o, mejor dicho, de una caricatura hecha desde el desprecio que habían asociado conmigo.
De manera exponencial fueron creciendo los participantes del grupo, dando lugar a una competición por escribir el comentario más ofensivo, como si aquel que tuviera la ocurrencia más vejatoria del día se llevara un premio. Cada día que pasaba me levantaba obsesionado por lo que pudiera ocurrir y lo que pudieran decir: yo podía no mirar a ese maldito lugar, pero ya se encargaban “mis compañeros” de que estuviera al tanto de las “ingeniosas ocurrencias” que allí se escribían.
Continúo explorando los recuerdos de mi infancia y descubro que hay algo que nos ocurre a todos cuando somos adolescentes: queremos tener ese sentido de pertenencia y ser socialmente aceptados por un grupo. Eso era lo que yo más ansiaba, en parte aquel grupo era el revés de mi anhelo, la prueba de mi fracaso y por eso, en parte, me torturaba tanto.
Sin embargo, el verdadero drama empieza meses más tarde. Que no seas lo bastante bueno para otras personas pasó a ser lo de menos, lo importante es que ya no eres bueno para ti mismo, y el resultado de eso es el autorrechazo. Es en ese momento cuando dejas de ser auténtico y comienzas una guerra sin cuartel contra ti mismo en la que cada golpe, de uno u otro lado, es un golpe que al final te llevas tú.
Cómo conseguí salir de este agujero sin fondo ya es otro capítulo…eso supuso más tiempo de sufrimiento en su momento, y más maduración por mi parte para plasmarlo en estas líneas. Por el momento puedo decirte que las palabras pueden doler tanto o más que los golpes y que la injusticia permanece hasta que las víctimas hallan el coraje para enfrentarse a ella.
Es más tarde cuando pude comprender cómo se podían evitar este tipo de situaciones en la que, desgraciadamente yo fui el centro de la diana. Es por eso que a ti que no te conozco (o si), te hago partícipe de mi historia para que me ayudes en mi misión personal, y en fondo de todos, de dar a conocer la vía de escape que yo encontré en mi atadura al cyberbullying.