Ceguera por inatención: lo tengo delante y no lo veo
Quizás no lo sepas, pero tú también has experimentando la ceguera por inatención. No importa que tengamos la vista de un lince o que llevemos gafas graduadas. Todos hemos buscado unas llaves teniéndolas en el bolsillo, en la mano o delante de nuestros ojos. Otras veces, tropezamos con cosas que, a pesar de estar claramente en nuestro campo perceptivo, ni vemos ni percibimos.
Decía Auguste Dupin, el clásico personaje que creó Edgar Allan Poe para sus cuentos policíacos, que cuanto más grande es un objeto, menos lo percibimos. Es más, si deseáramos por cualquier razón esconder algo para que nadie lo encuentre, bastaría con dejarlo a la vista. Porque el cerebro está acostumbrado a pasar de manera rápida sobre las percepciones cercanas, para centrarse en lo oculto.
Así, y si bien es cierto que a menudo nos reímos de este fenómeno (como cuando buscamos el móvil y lo tenemos en la mano o justo delante) cabe señalar que es más serio de lo que podemos pensar. Una parte de los accidentes de tráfico surgen a raíz de este fenómeno perceptivo. Lo analizamos.
Nuestros recursos de atención y de procesamiento son muy limitados y, en ocasiones, dejamos de atender los aspectos más importantes de nuestro entorno; sobre todo, si estamos despistados y enfrascados en los propios pensamientos.
¿En qué consiste la ceguera por inatención?
Todos miramos el mundo con los ojos abiertos, pero mirar no es lo mismo que ver y la clave de todo está en la atención y en la propia percepción. Sin atención, en realidad, andamos medio ciegos.
Así, esto que nos puede sonar un poco extraño o turbador, tiene una base científica. Disponemos de estudios como el del “gorila invisible” realizado en la Universidad de Illinois que es todo un clásico para explicar la ceguera por inatención.
En este experimento se les pasó un video a una muestra amplia de personas. En él se veía a un grupo de gente jugando al baloncesto con camisetas negras y blancas. Lo que se les pidió fue que contaran el número de pases de pelota que se efectuaban. Mientras, en el video, aparecía también un hombre con paraguas y otro vestido de gorila.
Al terminar de visionar ese pequeño video se les preguntó si habían visto al gorila. La respuesta de más de la mitad de los participantes fue obvia: ¿gorila? ¿qué gorila?
La ceguera por inatención fue acuñada por los psicólogos Arien Mack e Irvin Rock en los años 90 para describir esas situaciones en que las personas no perciben determinados estímulos. El hecho de que no veamos lo que hay ante nosotros, no depende de los problemas de visión, sino de la falta de percepción.
¿Por qué ocurre?
Aunque en ocasiones describamos nuestro cerebro como una máquina perfecta, no lo es. No es un ordenador de recursos ilimitados. Ni un órgano que trabaje siempre al 100 % de sus posibilidades. Su capacidad para mantener la atención es limitada. Así, lo que hace muchas veces para ahorrar energía es poner la atención en un detalle concreto y después “rellenar” el resto de aspectos.
Por ejemplo, en el video de los jugadores de baloncesto, el cerebro puede rellenar ese recuerdo interpretando que aparte de los jugadores lo que había allí era público en las gradas.
Si la atención estaba puesta en contar los pases resulta muy complicado que pudieran ver algo más. Por tanto, pasar por alto imágenes tan llamativas como la del gorila responde básicamente a nuestra incapacidad para ampliar el foco e ir más allá de lo que estamos mirando o pensando.
Ejemplos de ceguera por inatención
La ceguera por inatención se experimenta de muchas maneras y es interesante dar algunos ejemplos de ella:
- Ir conduciendo y prestar atención a la carretera, a lo que tenemos en frente, pero no ver cómo un coche se está desviando hacia nuestro carril.
- Estar viendo una película ambientada en la edad media y no darnos cuenta de que uno de los actores lleva un reloj digital en su muñeca (estamos tan centrados en el contexto que no percibimos los detalles).
- Estar pendientes de nuestro teléfono móvil mientras andamos por la calle y no ver a la persona con monopatín eléctrico que tenemos en frente.
“Todo nuestro conocimiento tiene su origen en nuestras percepciones”.
-Leonardo da Vinci-
¿Hay algún modo de evitar este fallo en la atención?
La ceguera por inatención es un fenómeno normal. Lo habitual es que el cerebro, que es el que manda sobre la percepción, tenga un patrón de búsqueda muy selectivo. Esta forma de posicionarnos nos granjea éxitos, pero de vez en cuando también errores manifiestos.
Por otro lado, hablamos de un problema que se acentúa como consecuencia de la enorme cantidad de estímulos de los que solemos estar rodeados. La sobreactivación y la multitarea hacen que nuestra capacidad para mantener la atención sea muy breve.
Intentamos estar pendientes de muchas cosas a la vez. Aunque no tengamos el teléfono delante, podemos distraermos pensando si nos habrá llegado alguna notificación. Caminamos por la calle escuchando música y enviando WhatsApps al mismo tiempo. Nada más levantarnos nuestra mente ya está pensando en todo lo que tiene que hacer ese día, pasado y al otro. Mientras nos hacemos el café sin haber puesto antes la cápsula o el agua en el interior.
Por tanto, una manera de hacer frente a la ceguera por inatención es recordando algo muy simple. El cerebro funciona mejor si trabajamos de manera secuencial -podemos tener la sensación de ser más lentos, pero lo cierto es que por norma, al final, también solemos cometer menos errores-. Una mente en calma siempre es más productiva y efectiva.
Asimismo, es bueno ampliar el foco y tener en cuenta que a nuestro alrededor pueden estar sucediendo más cosas. Tener una visión global sobre nuestro entorno inmediato requiere saltar de vez en cuando de un matiz a otro, como quien mira un cuadro e intenta disfrutar del conjunto, pero deleitándose de cada matiz, de cada detalle uno a uno y poco a poco…
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