¿Cómo alcanzar acuerdos en temas delicados dentro de las relaciones afectivas?
¿Alguna vez te has visto en una situación incómoda o muy estresante en tu relación de pareja? ¿Te has sentido, quizá, en la obligación de realizar algo que no deseabas? Este es un territorio velado del que no se habla demasiado. Lo es porque muy a menudo se asume que en el universo de los vínculos afectivos, la flexibilidad es más alta de la real.
Sin embargo, nos sorprenderíamos de la cantidad de dinámicas del día a día que requerirían un acuerdo explícito de ambas partes. De hecho, si lo pensamos bien, buena parte de nuestros problemas en el ámbito del amor vienen, precisamente, por la sobrecarga de frustraciones, molestias y angustias no abordadas.
Los consentimientos en las relaciones afectivas implican algo más que dar permiso para una actividad o comportamiento concreto. Es necesario una argumentación conjunta de por qué determinadas conductas es mejor limitarlas o no llevarlas a cabo. Es importante también que exista comprensión y respeto en estos límites consensuados que remarán a favor del bienestar en ese vínculo.
El consentimiento implica saber comunicarnos en cada situación para saber qué desea y que no desea nuestra pareja, evitando así dar por sentado que todo es permisible.
¿Qué son los consentimientos en las relaciones afectivas?
Cuando hablamos del tema del consentimiento, quizás lo primero en lo que pensemos sea en el aspecto sexual. Es cierto que este ámbito es tradicionalmente controvertido, en el que es común pensar que, cuando somos pareja, lo que quiere uno también le apetece el otro. Cuando no es así. Hablamos de un ámbito en el que es decisivo llegar a acuerdos satisfactorios y para ello es necesario comunicar deseos y necesidades.
Sin embargo, los consentimientos en las relaciones de pareja van incluso más allá del sexo. Imaginemos una situación en que el ser amado tiene la habitual costumbre de usarnos como esa pared sobre la que proyectar toda su negatividad. Es decir, deja caer sobre nosotros todas sus frustraciones, odios y resentimientos que arrastra procedentes, por ejemplo, del trabajo o de su familia.
Ser pareja implica dejar espacio para compartir problemas mutuos y ofrecer soporte, es verdad. Sin embargo, hay límites emocionales que es necesario respetar para no sobrecargar al otro. Nadie tiene por qué usarnos, por ejemplo, de recipiente en el que arrojar todo el malestar interno. La sobrecarga a la que puede llevarnos algo así puede ser inmensa.
Profundicemos en esos límites y acuerdos a los que deberíamos llegar con el ser amado.
La intimidad personal, un derecho a menudo vulnerado
Tal y como hemos señalado, muchas de nuestras tensiones a nivel relacional son el resultado de comportamientos que traspasan nuestros límites. Hay conductas que no siempre hemos sabido cómo detener y que terminan, tarde o temprano, colmando la paciencia, la dignidad y el bienestar.
En esta dimensión entran sin duda infinidad de situaciones. No obstante, hay una esfera donde son frecuentes las desavenencias y en la que, a menudo, se asume también que hay un consentimiento implícito.
- Los consentimientos en las relaciones afectivas también tienen que ver con el respeto a la intimidad en todas sus formas. Puede que nuestra pareja tenga la costumbre de cogernos el móvil y leer nuestras conversaciones. También usar nuestro ordenador personal o tableta. Puede incluso que tenga la costumbre de compartir nuestros problemas con sus amistades o familia. E incluso que sea habitual en ella entrar al baño cuando estamos nosotros y esto no nos agrada.
Todas estas situaciones relativas a la intimidad requieren de una adecuada comunicación en la que consensuar qué es permisible y qué no lo es. El respeto, la comprensión y el cumplimiento de esos límites marcados es clave.
Debemos entender que ser pareja no nos da una carta blanca para compartirlo todo. Hay rincones que requieren de privacidad e intimidad, ahí donde preferimos que el otro no acceda.
Los límites emocionales y la línea difusa que los separa
Las violaciones a los límites en una relación también tienen que ver con el ámbito emocional. Y este es probablemente un área que nos genere cierta contradicción. Antes dábamos el ejemplo de la persona que lidia con estrés laboral o con disputas familiares. Tengámoslo en cuenta: es necesario consensuar también con la pareja en qué momento es más adecuado para hablar de aquello que le preocupa, indigna o enfada.
No siempre nos sentimos en disposición y ánimo de poder escuchar a la pareja como deseamos y merece. Asimismo, también es necesario tener en cuenta el tipo de comunicación que se usa en estas situaciones. Muchas veces, la carga emocional asociada a nuestros problemas es tan intensa que, casi sin darnos cuenta, acabamos usando una comunicación violenta con el otro.
Una investigación del Kobe College de Japón, por ejemplo, inciden que el contagio emocional en el seno de las relaciones afectivas es muy elevado. Por tanto, es necesario también poner límites en este aspecto. Todos lidiamos con nuestras desavenencias en otras áreas ajenas a nuestra relación de pareja y, si bien es permisible compartir esos problemas, es necesario cuidar el modo en que lo hacemos.
Nuestra pareja puede escuchar nuestros problemas, pero no es obligación suya dar solución a lo que nos sucede. Puede dar apoyo y validación emocional, pero no siempre estará en disposición y ánimo de hacerlo. Preguntemos en qué momento es mejor hablar de ciertas cosas.
El sexo y los consentimientos en las relaciones afectivas
“¿Tengo el consentimiento de mi pareja para tener contacto físico o interacción sexual siempre que yo quiera?”. Por llamativo que nos parezca, no todos los miembros de una relación se hacen esta pregunta. Por término medio se asume que, por el mero hecho de estar en un vínculo afectivo, la disposición del otro es absoluta.
Las suposiciones o dar por sentadas ciertas realidades nunca son buenas y menos en una relación de pareja. Los consentimientos en las relaciones afectivas también requieren saber si la otra persona desea tener sexo o practicar ciertas técnicas sexuales. La comunicación en este ámbito es prioritaria, como también lo es clarificar y articular límites.
En esencia, es cierto que cuando llevamos tiempo con una pareja solemos instalarnos en la rutina relacional. En este contexto, es fácil asumir que todo está permitido. Descuidamos el importante acto de volver atrás y monitorear activamente esos acuerdos que construimos al inicio. En caso de no haberlo hecho, de haber olvidado este importante aspecto, es hora de ponernos a ello.
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- Jawer, Michael. (2013). "Our Boundaries, Our Selves: Emotional Thresholds and Personal Psychosomatic Health" - in Journal of Interpersonal Biology Studies. Kimura, Masanori & Daibo, Ikuo & Yogo, Masao. (2008). The Study of Emotional Contagion From the Perspective of Interpersonal Relationships. Social Behavior and Personality: an international journal. 36. 27-42. 10.2224/sbp.2008.36.1.27.