Cómo evitar que una preocupación se convierta en obsesión
¿Cómo evitar que una preocupación se convierta en una obsesión? Hay veces en que determinadas ideas producen daños en nuestro día a día, como el pájaro carpintero que picotea el tronco de un árbol una y otra vez. No podemos dejar de pensar en ciertas cosas. Les concedemos valor y presencia en la mente de manera tormentosa sin poder evitarlo, sin poder eludir ese flujo de pensamientos.
Ojalá todo fuera tan fácil como quien nos dice aquello de “pues deja de pensar en eso y ya está” o la mejor de todas “no le des importancia a lo que te genera malestar” . Sin embargo, el cerebro es como una fábrica que nunca descansa y es suficiente que nos digamos “no voy a pensar en un elefante rosa” para que, como bien sabemos, lo visualicemos.
Entonces, ¿cómo podemos desactivar esos procesos psicológicos tan desgastantes? Existen técnicas muy eficaces para frenar las preocupaciones patológicas.
Vivimos en una sociedad que usa la preocupación obsesiva como mecanismo de afrontamiento para cualquier problema. Sin embargo, la clave no está en “preocuparse mucho”, sino en pensar de manera correcta.
Claves para evitar que una preocupación se convierta en una obsesión
Hay un proverbio sueco que dice que la preocupación tiene el poder de producir grandes sombras en objetos pequeños. Es cierto. Sin embargo, ¿cómo no preocuparnos si vivimos en una realidad demandante y llena de incertidumbre? La realidad es que tenemos derecho a preocuparnos, pero hay que hacerlo de manera correcta, es decir, orientando todo ese esfuerzo mental en solucionar aquello que nos quita la calma.
Como diría Viktor Frankl, cuando nos enfrentamos a una situación adversa es obligación nuestra afrontarla y transformarla. Si no es posible, el siguiente paso es aceptarla. Algo tan lógico y evidente solo se puede lograr mediante un enfoque tranquilo, realista y centrado. Si esto es algo que nos cuesta lo indecible conseguir se debe a varias razones.
Trabajos de investigación, como los realizados en el King’s College de Londres y la Universidad de Australia occidental, recogen datos que apoyan la idea de que buena parte de nuestras preocupaciones se apoyan en sesgos cognitivos. Son muchas las personas que piensan que al preocuparse tienen o demuestran tener un mayor control. Si dejan de hacerlo y se relajan, temen ser sorprendidos por lo inesperado.
Es momento de cambiar esas ideas, esos sesgos. Veamos cómo evitar que una preocupación se convierta en una obsesión.
1. Comprende cómo funciona el mecanismo de la preocupación
La preocupación cumple un objetivo: elevar nuestra activación para que podamos actuar ante las amenazas que nos rodean. El fin último es actuar y para ello hay que trazar soluciones. Sin embargo, las personas, en lugar de actuar o aceptar una realidad concreta, magnificamos aún más las amenazas estresantes.
Lo hacemos mediante la rumia, un tipo de preocupación persistente y repetitiva que, en lugar de buscar respuestas a los problemas, se hace más preguntas. La rumiación eleva las emociones de valencia negativa y el malestar. De ese modo, vamos cayendo cada vez más en los laberintos de la ansiedad.
Para evitar que una preocupación se convierta en obsesión, debemos tener presente que al alimentar la rumiación, nos mantendremos más estancados y sin posibilidades de resolver el problema.
La preocupación, la rumia y la obsesión son el resultado de un circuito de retroalimentación cerebral orquestado entre la amígdala y la corteza prefrontal.
2. Acepta el pensamiento obsesivo, pero no le sigas el juego
Debemos tenerlo claro, de poco nos van a servir frases como “ya no voy a pensar en esto” o “esta va a ser la última vez que me pare a pensar en aquello”. Porque la mente siempre vuelve, como el cachorro que corre a buscar su pelota para jugar una y otra vez. Los pensamientos son automáticos y no es fácil tener control sobre ellos.
De este modo, lo más adecuado es dejarlos, aceptar que están ahí. Investigadores de la Universidad de Hamburgo indican en un estudio que debemos ver esos pensamientos obsesivos como fenómenos mentales que van y vienen. Son como el flujo de un río que corre. Lo más importante es no darles importancia ni reforzarlos. Si están ahí, dejemos que tal y como lleguen se vayan.
3. No te juzgues, sé compasivo contigo mismo
El diálogo interno negativo que juzga y que nos critica es como el motor que alimenta la fábrica de la preocupación. No es lo adecuado. Si deseamos evitar que una preocupación se convierta en una obsesión, seamos amables y compasivos con nosotros mismos. Hemos pasado por mucho en esta vida, no hay duda.
Confiemos en nuestra experiencia para abordar los retos que nos vienen. En lugar de preocuparnos, ocupémonos de lo que nos inquieta emprendiendo cambios, pensando en nuevas fórmulas para resolver problemas.
4. Haz cambios en tu rutina y que vayan en contra de tu obsesión
Si temes perder el trabajo, empieza a buscar nuevas opciones laborales. Si te preocupa lo que pueda traerte el futuro, céntrate en iniciar cosas nuevas en el presente. Hacer nuevos amigos, iniciar cursos, aprender algo diferente… Todo ello es positivo.
Los pequeños cambios cotidianos son nuevos estímulos para la mente, de ese modo logramos apartarla del foco de obsesión y preocupación.
5. Sal de tu universo obsesivo y expresa lo que sientes
Salir de tu mente para sumergirte en tu vida. ¿Cómo se consigue algo así? Hay puentes que conectan un escenario y otro que pueden ser realmente catárticos. El arte en todas sus formas y dimensiones resulta un mecanismo idóneo para evitar que una preocupación se convierta en obsesión.
Pintar, dibujar, esculpir, tejer, coser, componer, escribir… Hay múltiples posibilidades capaces de ayudarnos a apaciguar la mente, a permitir que vaya más allá de su laberinto de preocupación para apreciar la vida. Cada persona debe encontrar su medio, su lienzo personal.
Para terminar, no nos olvidemos tampoco de compartir tiempo con personas que sepan escuchar. Hablar de lo que nos preocupa y dejar fuera lo que atenaza dentro, también es necesario y saludable. Dejemos de vivir en nuestras islas de soledad mental donde solo crece la angustia y conectemos con lo que nos rodea de manera activa y esperanzada…
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