Lo difícil de conocerse a uno mismo
Para vivir libre es necesario conocerse a uno mismo, y no me refiero a nombre y apellidos, a qué me gusta desayunar o a qué es lo que deseo o no hacer. Más bien, me refiero a esas partes que tanto nos cuesta mirar y que tanto nos duelen cuando los demás cometen la osadía de señalárnoslas.
¿Qué es eso que tanto daño nos hace? ¿A qué nos resistimos? A la envidia, a la soberbia o a la cobardía. Estas son cualidades que todo ser humano posee, que algunos niegan y que otros muchos rechazan.
No obstante, girar la cara ante lo que forma parte de nosotros no evitará que siga estando allí. Conocerse a uno mismo no es fácil, pero tampoco imposible.
Conócete a ti mismo (Nosce te ipsum, tal y como ponía en el Santuario de Apolo en Delfos) y conocerás todo el Universo y a los dioses. Conocerás tus luces y tus sombras.
No obstante, conocerse uno mismo es la base para desarrollar todo el potencial humano que llevamos dentro de nuestro ser. Todos somos diferentes, no obstante, todos tenemos la capacidad de dar al mundo algo que los demás no pueden. Conócete a ti mismo y descubrirás qué es.
“La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo”.
-Galileo-.
En búsqueda de la aprobación de los demás
Lo difícil de conocerse a uno mismo es encontrarse, por tanto, con esas partes que rechazamos. ¿Qué hacer con ellas? Pensemos, por ejemplo, en esos sentimientos de ira que, a veces, nos invaden. Es importante observar esa sensación y la situación que la ha provocado. Ahora es el momento de tomar una decisión, ¿dejamos salir esa emoción o la reprimimos?
Lo habitual es reprimir la emoción, acumulándola y provocando que un día salga sin control alguno en el momento menos oportuno. Esta decisión la tomamos en base a lo que pensarán los demás si nos ven en ese estado de furia en el que, lo más probable, es que nos encontremos escuchando frases del estilo: “cálmate”, “no es para tanto” o “te has vuelto loco”.
No soportamos la idea de que los demás puedan rechazarnos, culparnos y hacer aflorar nuestros miedos y nuestras vergüenzas. Pensar en cómo van a actuar los demás si manifestamos cómo nos sentimos, provoca que no queramos darnos cuenta de que eso forma parte de nosotros mismos.
Racionalizamos la situación desde un plano superficial e ignoramos, por completo, toda emoción que pudiera derribar ese muro construido con un dolor que se ha ido gestando a través de los años fruto de múltiples decepciones.
Para conocerse a uno mismo, lo importante es preguntarse: ¿podría amarme a pesar de permitirme sentir y expresar emociones negativas o tal vez me llenaría de culpas, vergüenzas y miedos? La respuesta será muy importante porque nos dará las claves para saber cuán condicionados nos encontramos por los demás y cuántas cosas nos permitimos sentir y expresar o no.
La libertad que conlleva conocerse a uno mismo
En el camino de conocerse a uno mismo, es importante ser consciente de cómo y por qué reaccionamos ante diversos estímulos. Para ello, cuando la ira aflora y se instala en nuestro cuerpo, por ejemplo, será necesario quedarnos observando, sin juzgar y sin entrar en confrontación con esta sensación.
Así nos daremos cuenta de los pensamientos que afloran por nuestra mente y de cómo nos comportamos. Seguramente, entonces, nos sintamos instados a culpabilizar a otros de nuestro comportamiento. Sin embargo, esto no nos interesa, pues lo que queremos es conocernos, descubrirnos.
No deseamos interpretar los actos, sino explorarnos. De esa manera, nos daremos cuenta de la cantidad de ocasiones en las que se repite esa sensación y en qué circunstancias lo hace. Tal vez nos sintamos muy responsables, muy resentidos o incluso impotentes. ¿Qué nos dice nuestro diálogo interno?
Cuanto más profundo seamos capaces de excavar, más lucidez y respuestas obtendremos. En este estado de exploración, de conocerse a uno mismo, podemos descubrir lo arraigados que están nuestros comportamientos y hábitos.
A menudo, hemos aprendido a reaccionar así desde la infancia donde como niños que éramos no teníamos suficientes habilidades para cumplir nuestros deseos y necesitábamos que otros lo hicieran por nosotros.
“Lo más difícil del mundo es conocerse a uno mismo y lo más fácil hablar mal de los demás”.
-Tales de Mileto-.
Una vez comprendida nuestra forma de reaccionar, así como el miedo y el deseo básico que siempre hay detrás de esa ira, es más fácil salir de ese enganche. Hoy ya no somos niños, podemos tomar las riendas de nuestra vida, cubrir por nosotros mismos nuestras necesidades, sin esperar a que otros lo hagan.
Conocimiento y libertad
En resumen, conocerse a uno mismo es imprescindible para así ir conquistando nuestra libertad, mientras entendemos el sentido de nuestras emociones, escuchándolas profundamente, sustituyendo nuestras reacciones automáticas de siempre por decisiones conscientes, inspiradas en el conocimiento íntimo de lo que nos está en realidad pasando.
Para vivir libres necesitamos saber quien somos , seguir el camino aconsejado por nuestra propia esencia. Conocerse a uno mismo es fundamental para empezar a ser felices desde hoy.