Coronavirus: muchos virus con el virus y la inmunidad de la felicidad

Hay muchas consecuencias derivadas del coronavirus, más de las que nos pensamos. Incluso, esta situación saca a la superficie otros virus y epidemias más psicológicos del ser humano. El psicólogo Marcelo Ceberio reflexiona sobre ello.
Coronavirus: muchos virus con el virus y la inmunidad de la felicidad

Escrito por Marcelo R. Ceberio

Última actualización: 03 octubre, 2023

No deseo escribir sobre lo que escriben todos los que saben acerca del Covid-19. Médicos de diferentes especialidades, principalmente infectólogos, han establecido una serie de recomendaciones que forman parte del protocolo de emergencia sanitaria.

Sabemos que el lavado de manos -de al menos 30 segundos- es una de las principales maniobras antivirales, como también el recluirse en casa, evitar contactos relacionales, conglomerados, el uso del alcohol en gel, etc.

En este artículo, trataré otros aspectos que si bien tienen que ver con el coronavirus también están relacionados con otros temas con los que estamos habituados, pero que quizá no salen tanto a la superficie. Profundicemos.

Imagen representando los consejos psicológicos ante el coronavirus

Más allá del coronavirus: los otros virus

Así, este virus evidencia una serie de detalles que ponen de manifiesto otros virus que constituyen un desafío a nuestra naturaleza humana y algunos otros que son parte de la misma. Son los siguientes.

El virus de la velocidad

El coronavirus se ha replicado y multiplicado geométricamente de la misma manera y con la misma rapidez con la que circula la información en nuestras redes tecnológicas. Lo que ratifica una vez más el virus de la velocidad con el que vive nuestra especie humana y la necesidad de tomar decisiones a través de la inmediatez.

Los cerebros modelos del 40, 50, 60 y 70 resultan obsoletos para procesar semejante caudal de información y además de una manera ad hoc.

Las generaciones millennial, Y, Z y T conforman una nueva generación de cerebros con procesadores más rápidos y que se adaptan con mayor holgura a las exigencias del mundo actual. Sin olvidar, por supuesto, que en este contextos somos nosotros los que construimos la realidad, la externalizamos y decimos: “¡esta es la vida que nos toca vivir!“.

Siempre hacemos referencias a la globalización y a como las fronteras se diluyen… Y de esa forma y con esa rapidez, las noticias circulan de países extremos de un lado al otro. Así, un virus pasa de Wuhan, China hasta Italia, donde genera un gran número de muertes en la zona de Lombardía y Emilia Romaña.

De la misma manera, los ancestros del virus datan del siglo lX a. C. y se localizaba en animales de sangre caliente como murciélagos o pájaros. El tiempo y las acomodaciones de supervivencia virósica hacen que se llegue al 2020 con el virus en humanos y se genere una pandemia a nivel mundial.

El efecto mariposa

Somos un todo. Esta situación nos pone sobre el tapete el famoso efecto mariposa señalado por E. Norton Lorenz (el batir de alas de una mariposa en un extremo del planeta puede generar un huracán en otra parte por efecto dominó) que forma parte de la teoría del caos.

Este ejemplo alude a una visión holística, en la que todos los acontecimientos del universo están en relación y repercuten unos sobre los otros y viceversa; pero sin implicar necesariamente consecuencias de gran magnitud a partir de acontecimientos ínfimos.

En ese sentido, la emergencia de esta crisis coronaica descubre esta perspectiva sistémica en la que todos nos encontrados involucrados, en mayor o menor medida, puesto que somos parte activa de una dinámica ecológica y esto nos hace parte responsable en cada cosa que suceda.

El virus del aislamiento

Sin embargo, este modelo epistemológico de pensar el contexto y la vida se riñe con el virus del individualismo que aparece en numerosas personas que operan bajo la política del “me importa un cuerno el otro” y “solo piensan en sí mismos“.

Son aquellos que si hubiesen estado en el 2015 en el atentado de las torres gemelas, hubieran pisado las cuerpos de sus congéneres entre los escombros con tal de salvarse ellos.

Estas formas virales de egoísmo narcisista son una moneda corriente en el mundo actual y es el que se pone en juego y se evidencia en estas situaciones de crisis.

Por si nos nos hemos dado cuenta, vivimos aislados, mirando Netflix, detrás de tablets y ordenador, con teléfonos móviles para observar Facebook, Whatsapp, Instagram o Twiter… ¡Y también hacer llamadas! Aunque parece que esto último resulta obsoleto, ya que se dice que se habla, pero es por chat. Lo que acrecienta aún más la distancia con los otros, porque ni siquiera escuchamos la voz de nuestro interlocutor.

Este virus del aislamiento se descubre con el Covid-19, cuando se nos indica que debemos aislarnos y empezamos a sufrir porque no podemos salir.

Me pregunto en qué cambia nuestro ritmo de vida si vivimos aislados. Es cierto que no vamos a trabajar, ni asistiremos a reuniones, restaurantes o bares, pero cuando no hacemos eso nos recluimos en casa y, entonces, ¿qué nos asombra y nos desespera?

El virus de la soledad

El virus de la soledad, también lo descubre el coronavirus. Una soledad asociada al abandono y desvalorización. Y es el mismo virus el que nos hace una sugerencia (mas que sugerencia orden) de quedarnos solos.

Lo cierto es que la mayoría de las personas necesitan de otras para sentirse acompañadas, para lograr la valoración personal… Cuando la verdadera valoración hacia nosotros mismos se encuentra cuando buscamos en nuestro interior. Esa es la soledad como un valor, como el estar bien con nosotros.

Sin embargo, cuando se toman medidas como la situación de emergencia, la sola idea de estar encerrados y solos nos abruma y muestra el virus de la contradicción: estamos solos y aislados, tecnología mediante, y a la vez buscamos no aislarnos y socializar para sentirnos queridos y valoramos. Entonces, ¿qué queremos?

Sí, sí. Es cierto que estoy describiendo una especie de fóbicos sociales que quieren buscar en los coterráneos valoración y reconocimiento y agorafóbicos que quieren salir a la calle y terminar con su aislamiento. Así somos los humanos.

Este virus pone sobre la alfombra lo que barremos debajo de ella. ¿No será posible que esta situación de crisis nos haga reflexionar acerca de cómo vivimos? ¿No será posible que logremos no solo resolver el coronavirus, sino también nuestros otros virus que nos caracterizan como especie?

Mujer triste con catarsis emocional

Somos un todo

Tengo esperanza porque también está en nuestra naturaleza el hecho de ser seres biológicamente sociales. Tenemos muchos ejemplos.

El fuego favoreció la socialización. Tan solo hay que mirar los dibujos de nuestros antepasados el Homo erectus, los Neandertales y Sapiens; no solo se calentaban al entorno de la llama, sino se miraban e intentaban comunicarse con los primeros guturalismos. ¿Qué diferencia hay con una foto actual de un fogón, rodeados de amigos tocando la guitarra?

Esa naturaleza social debemos rescatarla. Ser conscientes de nuestra responsabilidad holística de raza humana que nos lleva a entender que somos una gran ecología, un todo único formado por muchos todos. Entonces será posible valorarnos y valorar al otro de verdad así como romper con el egoísmo y ser capaces de llevar a cabo una sociabilidad responsable y efectiva.

No olvidemos que en esa cepa relacional que nos caracteriza como raza humana, la moneda de intercambio es el amor en sus múltiples formas.

Entonces, como diría mi amigo y maestro Carlos Sluzki, hay una serie de pseudópodos relacionales que es importante poner en juego en estos momentos si deseamos salvarnos. Se trata de las siguientes virtudes y valores:

  • Expresividad afectiva (o decir te quiero).
  • Confianza (soy para ti y tú para mí).
  • Coraje (fuerza para enfrentar lo difícil).
  • Empatía (comprender al otro).
  • Motivación (el empuje hacia objetivos).
  • Resiliencia (capacidad de superación).
  • Cooperación (ayudar a los otros).
  • Generosidad (dar desinteresadamente y de corazón).
  • Tenacidad (perseverar).
  • Creatividad (nuevas ideas que nos motivan).
  • Valoración de los otros y autovaloración (reforzar el querer a los otros y a nosotros mismos).
  • Solidaridad (ser parte de la ecología y ayudarla).

Todos estos son componentes de un repertorio que nos hacen vivir con felicidad porque al final de cuentas ¿no buscamos siempre o casi siempre ser felices? ¿No estará allí la verdadera inmunidad en la solidaridad, en el cuidarse y cuidar y en el amor?


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