Cortisol, la hormona del estrés

El cortisol es un neurotransmisor tan necesario como dañino en altas concentraciones. Conoce aquí cómo actúa en el organismo.
Cortisol, la hormona del estrés
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 21 noviembre, 2023

El cortisol es una hormona que actúa como neurotransmisor en nuestro cerebro. Considerada por la comunidad científica como la hormona del estrés, nuestro cuerpo la produce ante situaciones de tensión para ayudarnos a enfrentarlas. La liberación de esta hormona está controlada por el hipotálamo, en respuesta a situaciones estresoras y a un nivel bajo de glucocorticoides en la sangre.

El estrés es una emoción/estado emocional que genera tensión física. Puede provenir de cualquier situación o pensamiento que nos haga sentir frustrados, furiosos o nerviosos.

En pequeñas dosis el estrés puede ser positivo, como cuando nos ayuda a evitar un peligro o a cumplir con nuestros propósitos. Sin embargo, cuando el estrés pasa de ser una emoción puntual a una emoción recurrente o a un estado emocional, puede dañar nuestra salud.

“Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma”.

-William Shakespeare-

Cortisol y estado emocional

Mediante nuestra forma de pensar, creer, y sentir podemos condicionar nuestros niveles de cortisol. La evidencia científica demuestra que al modificar nuestros pensamientos, en cierta manera estamos modificando la actividad bioquímica de las células nuestro cerebro.

La falta de sentido del humor, estar irritados constantemente o tener sentimientos de ira persistentes son posibles indicadores de elevados niveles de cortisol. Al igual que la presencia permanente de cansancio sin haber realizado un esfuerzo que lo justifique y la falta de apetito o gula desmesurada. Dependiendo de nuestro carácter y de cómo nos tomemos la vida, generaremos cortisol o serotonina.

Fórmula química del cortisol

¿Qué es el cortisol?

El cortisol es un glucocorticoide. Se produce en una zona muy concreta de nuestro cuerpo llamada glándula suprarrenal, situada justo encima de los riñones.

Su producción está regulada por dos elementos básicos: la hormona adrenocorticotrópica (ACTH) y nuestros ritmos circadianos. A su vez, y no menos importante, la regulación de estos dos procesos depende directamente de la hipófisis, una pequeña glándula situada en el hipotálamo.



Aunque suele demonizarse a esta hormona, hay que recordar que todos los compuestos que se generan y viajan por el cuerpo tienen una función indispensable para su funcionamiento. El cortisol, de hecho, es una hormona clave en la activación del cuerpo en situaciones de peligro inminente.

Al sistema encargado de poner al cuerpo en modo emergencia se le llama sistema simpático. Dentro de este, el cortisol se encarga de las siguientes funciones:

  • Aumenta el nivel de azúcar (glucosa) en sangre y optimiza su uso en el cerebro.
  • Aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan tejidos.
  • Limita funciones no esenciales en ese momento, como la digestión, la reproducción o el sistema inmunitario.

El cortisol, la hormona del estrés y del insomnio

Las situaciones que interpretamos como estresantes aumentan nuestros niveles de cortisol. Ahora bien, este glucocorticoide, pese a lo mal que lo hemos pintado, es esencial para disponer de una buena calidad de vida.

¿La razón? Un nivel basal medio y equilibrado de cortisol en nuestro cuerpo nos ayuda durante el día a mantenernos despiertos y activos, y se reduce durante la noche para facilitar el descanso.

De hecho, la Universidad de medicina de Harvard realizó un estudio junto a diversos hospitales donde demostró que un nivel moderado de cortisol es clave para el bienestar humano.

No se trata, por tanto, de reducir al máximo su presencia, puesto que nuestro cerebro necesita de esa activación media para desenvolvernos mucho mejor en nuestro día a día.

Cortisol y ritmos circadianos

Ahora bien, cabe decir que los niveles de cortisol también son variables dentro de la propia jornada. Hay personas que son más activas por la mañana y otras a las que hasta después de comer no cogen un ritmo con facilidad. No obstante, lo normal es que vaya reduciéndose gradualmente a medida que transcurre el día, alcanzando niveles mínimos cuando llega la hora de conciliar el sueño.

Hombre con las manos en la cabeza por estrés

Sin embargo, si los niveles de cortisol no disminuyen por la noche, debido a que la respuesta de estrés se mantiene activa, lo normal es que encontremos dificultades para conciliar el sueño. El cortisol tiene un papel importante en nuestra salud y bienestar, elevando sus niveles con cada problema que identificamos como una amenaza.

Cuando nuestros niveles de cortisol son óptimos, nos sentimos mentalmente fuertes, claros y motivados. Si, por el contrario, son bajos, tendemos a sentirnos confundidos, apáticos y fatigados.

Regular el estrés es relevante y en muchos casos no es sencillo. En un cuerpo sano, la respuesta al estrés aparece para luego permitir que la respuesta de relajación asuma el control.

Si nuestra respuesta al estrés se activa con demasiada frecuencia, es más difícil de apagar y por lo tanto es más probable el desequilibrio. Por otro lado, cuando el estrés se mantiene, y la ansiada relajación no llega, enfermamos.

“El tiempo para relajarse es cuando usted no tiene tiempo para ello”.

-Sydney J. Harris-

El cortisol y nuestro desempeño cognitivo

Este dato es crucial a la vez que interesante: un nivel elevado y crónico de cortisol afectará de forma directa a nuestros procesos cognitivos. Es decir, competencias como la memoria, la atención, la resolución de problemas o incluso la toma de decisiones pueden verse afectadas en caso de que el nivel de esta hormona sea desmesurada.

Es más, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Rochester y la Universidad de Minnesota y el Monte y publicado en la revista Child Development nos revelan que aquellos niños criados en entornos estresantes y disfuncionales muestran un desarrollo cognitivo deficitario.

El cortisol elevado afecta al desarrollo cerebral, de ahí que puedan presentar serios problemas en el aprendizaje y en el rendimiento escolar.

El estrés produce muchas enfermedades

El estrés es la vía por la que el cuerpo trata de solucionar un problema, pero cuando la situación se hace recurrente, este puede provocar enfermedades como la diabetes, depresión, resistencia a la insulina, hipertensión  y otras enfermedades autoinmunes.

La respuesta de nuestro cuerpo al estrés tiene una naturaleza protectora y adaptativa. Por el contrario, la respuesta al estrés crónico produce un desequilibrio bioquímico que, a su vez, debilita nuestro sistema inmunológico frente a determinados virus o alteraciones.

Las investigaciones han demostrado que el estrés recurrente o muy intenso es uno de los factores que contribuyen al desarrollo de somatizaciones, como consecuencia de la falta de capacidad adaptativa a los cambios. Son muchas las enfermedades psicosomáticas producidas por el estrés o desencadenadas o agravadas por el mismo.

Mujer agarrándose el cuello por estrés

Cuando el estrés agudo es continuo, en nuestro cuerpo se puede llegar a producir úlceras en diferentes partes de nuestro sistema digestivo, así como problemas cardiovasculares. Incluso en personas con factores de riesgo altos puede provocar ataques al corazón o infartos.

Todas estas enfermedades suelen avanzar de manera silenciosa, somatizándose de diversas maneras y en diferentes áreas del cuerpo de acuerdo a determinadas características de la persona afectada.

“Sin salud la vida no es vida, solo es un estado de languidez y sufrimiento”.

-François Rabelais-

El apoyo social reduce los niveles de cortisol

El apoyo social y la oxitocina interactúan en nuestro cuerpo suprimiendo  las respuestas subjetivas que nos produce el estrés psicosocial. Así, el apoyo que proporcionan familiares y amigos es uno de los factores más poderosos de protección contra enfermedades relacionadas con el estrés, como las que hemos enumerado antes.

Un estudio de psicología biológica de la Universidad de Friburgo, en Alemania, dirigido por  Markus Heinrichs, demostró por vez primera que, en los humanos, la hormona oxitocina tiene un papel clave tanto en el control del estrés como en el efecto reductor del estrés.

La oxitocina, además, es ese elemento indispensable que regula y favorece el comportamiento social (factor modulador del estrés).

Amigas hablando

Es complicado controlar nuestro nivel de cortisol en sangre, lo sabemos, pero existen determinados factores más fáciles de regular directamente y que nos pueden ayudar.

Hablamos de contar con una buena red de soporte social (personas con las que sientes que puedes contar y realmente puedes contar) o de reducir el consumo de determinadas sustancias, como el alcohol o el tabaco, que de manera indirecta incrementan nuestros niveles de cortisol.

También ayuda a regular los niveles de esta hormona una dieta nutricional más variada y equilibrada, debido a que una disminución en la ingesta calórica puede aumentar los niveles de cortisol. Además, incluir en nuestra rutina ejercicios de relajación y meditación reduce el riesgo de experimentar estrés crónico, así lo ha concluido un estudio de la Universidad Estatal de Ohio.

Según este estudio, la simple diferencia entre los que meditan y los que no lo hacen, es inmensa. No dudemos, por tanto, en dar ese sencillo paso. Nuestra mente necesita un espacio de paz y equilibrio. Y cuando ella está en calma, el propio cuerpo y el mundo entero se sintonizan en ese mismo punto de mágico bienestar. Vale la pena intentarlo.

“No hay problemas que no podamos solventar juntos, y muy pocos que podamos solventar solos”

-Lyndon Baines Johnson-


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