¿Crees que tu hijo te desafía?

¿Crees que tu hijo te desafía?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 21 septiembre, 2019

 

Todos los padres quieren el bienestar de sus hijos, pero conseguirlo constituye toda una carrera de fondo y en algunos momentos, nos podemos encontrar sobrepasados por ciertas actitudes desafiantes, risas poco oportunas o desobediencias que pueden resultar malintencionadas.

Debemos tener gran cuidado con eso, pues generalizar un mal comportamiento demasiado y etiquetarlo como “indomable”, nos puede acarrear muchas más desventajas que beneficios.

Hay muchos programas conductuales dentro la psicología para ayudar a mejorar el comportamiento disruptivo de tu hijo, pero en este artículo queremos señalar las evidencias de las neurociencias, que dejan ” en evidencia” muchas de las sospechas de que tu hijo sólo quiere molestarte una y otra vez.

Aquello que ves de tus hijos también presenta una conexión profunda en cuanto a puntos de maduración cerebral se refiere, y que evidentemente afectan a su comportamiento.

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  Aquí os dejamos algunas claves:

El comportamiento de los niños está siempre al servicio de sus necesidades, y no en contra de nosotros. Carencia o exceso. Su actitud no es más que una reacción a una necesidad que se encuentra no bien resuelta.

El amor no es una recompensa para ellos, el amor actúa como un motor para ellos, ¡no te quedes corto en demostrárselo! Un beso, un abrazo, una caricia o tan solo una mirada de complicidad para transmitírselo, servirá.

El niño puede tener alguna acción agresiva a causa del estrés. Un contacto cálido de tan sólo 20 segundos, segregará en él oxitocina, conocida comúnmente como la hormona del amor, la cual resulta esencial para la estabilidad emocional de nuestro cerebro,  y favorecerá el cambio de su comportamiento.

A la edad de los dos años, para un niño hacer alguna acción prohibida puede ser una manera de utilizar su inteligencia sensorial para asimilar tu demanda. Es cuando debemos reformular la orden de manera positiva: “Bien cariño, ya has tocado eso, ahora déjalo como te he dicho: cerrado por favor “.

A partir de dos años y medio, va a ser capaz de inhibir una acción. Pero siempre va a ser mejor realizar las órdenes en positivo, no en negativo : Cambiar “No te salgas de la carretera ” por “Continúa por esta cera “, es lo más adecuado. Las formulaciones en negativo “le tientan”.

 

Enfado

A los 7 años, el cerebro está suficientemente desarrollado, aunque la zona prefrontal que le permite afrontar y reflexionar, continuará su maduración ¡hasta los 25-28 años!

Entre los 9 y 11 años, el niño empieza a aprender más fácil de sus errores, por lo que las explicaciones que le ofrezcas serán claves para él.

Es mejor decir “stop” que “no”. Cuando decimos que no, todo el cuerpo se resiente.

Los caprichos son en realidad, respuestas del cerebro del niño ante situaciones muy complejas. Todavía sus representaciones mentales de la realidad no son claras, por lo que no sabemos si es una petición legítima del niño o un capricho. A partir de los 4 años, si podemos hablar más claramente de caprichos si nos fijamos en su desarrollo cognitivo.

A los 7-8 años se pueden observar reacciones de rechazo a la comida (como querer vomitar sin hacerlo), por ejemplo con la carne; ya que el órgano vómeronasal se hiperactiva.

De los 6 a los 11 años puedes observar que quizás tu hijo no reacciona cuando le hablas. Una razón científica de este hecho es que, el hemisferio izquierdo del lenguaje se desarrolla más tarde en los chicos y la recepción verbal tarda en estar bien conectada. Intenta dirigir la conversación a un único tema, y el niño no estará obligado a movilizar su cerebro frontal para reconstruir la conversación.

 

Por tanto, tener todos estos puntos del neurodesarrollo del niño te ayudará a comprenderlo mejor, empatizar y desarrollar respuestas más ajustadas a sus necesidades.

Porque la ciencia no sólo sirve para el laboratorio….


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.