Criticar nos hace infelices
Todos lo hacemos: criticar de vez en cuando. En ocasiones es hasta necesario, nos permite establecer una distancia y emitir un juicio a partir del cual, tomar una decisión. Suele decirse que las mejores críticas son las constructivas, es decir, aquellas que pueden permitir a quien la recibe, obtener una información clara y directa sobre la situación.
Las críticas personales que no llevan a nada, suelen quedarse en el aire y a veces, hasta en el oído de quien las recibe. Son un modo de desahogar sensaciones y pensamientos a través de una ofensa a una segunda persona. A veces duelen y pueden causar un daño del que no todos somos conscientes.
“Habla de tus propios errores antes de criticar los de los demás”
-Dale Carnegie-
Las críticas destructivas y la infelicidad
Hace poco, un estudio de la Universidad de Wake Forest nos trajo a la luz algo que seguramente ya intuíamos. Las personas que saben relativizar las cosas y que están acostumbradas a fijarse en lo mejor de sus semejantes, suelen ser las más felices.
En cambio, aquellas que viven criticando no solo a terceras personas, sino cada aspecto de lo que les rodea, son por lo general, perfiles que tienden a la negatividad, a la infelicidad e incluso hacia la depresión.
Hemos de recordar que cuando realizamos una crítica destructiva, estamos de algún modo, mostrando también lo más profundo de nuestra personalidad.
Si mostramos habitualmente una percepción positiva del resto de las personas, por lo general, tendemos a demostrar una satisfacción personal bastante equilibrada. Esto es al menos lo que nos dice este estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology.
Tampoco tienes por qué preocuparte si de vez en cuando lanzas una necesitada crítica. En ocasiones, tal y como hemos indicado antes, es necesario. Criticamos para establecer distancias, para defendernos de algo. De esa situación laboral en la que estamos inmersos. De los políticos que gobiernan nuestro país. De esa persona que nos hace daño y a la cual, hemos de hacérselo saber.
Todo esto son, en esencia, críticas constructivas. Tienen un fin claro y sirven para defendernos de algo en concreto, aunque también para hacernos pensar y en ocasiones, hasta para unirnos como grupo. Las críticas evidencian en ocasiones las necesidades de un mismo grupo en concreto, personas que necesitan reaccionar contra algo.
Cuidado con criticar, puede hacer mucho daño
Ahora bien, es habitual que en muchas ocasiones nos veamos afectados por una crítica destructiva. ¿Cómo debemos afrontarla? Lo mejor es evitar caer en una disputa. Se pierde tiempo y energía. El orgullo puede ofuscarnos sin llegar a ninguna parte. Lo recomendable sería enfrentarnos a las críticas negativas afilando una buena respuesta positiva.
Siempre con temple y equilibrio, más equilibrio que la persona que intenta hacernos daño. Intentaremos ser sinceros, directos y buscando siempre una reacción adecuada que no complique aún más la situación.
Lo ideal sería sin duda permitir que la otra persona sea consciente de sus limitaciones personales y de sus problemas. De esa necesidad por hacer daño. Emitir a su vez una crítica constructiva con la cual dicho individuo en concreto pueda hacer un pequeño y sutil acto de “constricción” y auto-análisis.
Pero hemos de recordarlo, la mayoría de las veces las críticas son un reflejo de nuestros vacíos personales, de nuestras ansias, de esos deseos ocultos que vemos en otras personas y que nos molestan. De esos problemas no superados y que no sabemos cómo enfrentar.
Criticar es en ocasiones algo catártico, algo que en un primer momento nos hace creer que podemos liberarnos de aquello que nos molesta. Pero no es así
Antes de criticar a alguien pregúntate por qué lo haces. Si valoras que es una crítica necesaria házselo saber en persona para que sea algo constructivo, para que tenga un fin concreto. Las críticas continuas acaban llenando nuestro ambiente de una tensa negatividad donde poco a poco, nos será difícil respirar. Abre ventanas y sé consecuente.