Cuando dejas de controlar tu emoción, esta se esfuma

Cuando dejas de controlar tu emoción, esta se esfuma
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 24 agosto, 2019

Quien controla es porque en el fondo teme algo. Es muy común que cuando sentimos algún tipo de emoción negativa, queramos suprimirla cuanto antes. Hemos desarrollado un miedo atroz a ciertos estados tan naturales como la ansiedad o la tristeza y esto nos lleva a pretender controlarlas, lo que sirve únicamente para engordar su intensidad.

Las emociones tienen un mensaje que darnos: algo está ocurriendo en nuestra vida y tenemos que solucionarlo. La ansiedad, nos alarma de que un peligro está cerca; la tristeza, nos dice que se ha producido una pérdida que tenemos que asimilar.

Toda emoción es útil y no tendríamos nunca que luchar contra ninguna de ellas, ya que es preciso que las sintamos, las comprendamos y las escuchemos. Solo así, podremos generar buenas estrategias que nos lleven a afrontar con éxito los problemas que nos surjan.

Sucede que en ocasiones las emociones negativas son demasiado intensas, duraderas y frecuentes y llegados a este punto, se hace tremendamente difícil aceptarlas. Pero difícil no significa imposible. La práctica de la aceptación hará que nos demos cuenta de ello.

Además, al sentirnos de este modo, muchas veces nos machacamos a nosotros mismos por sentir lo que sentimos y entonces nuestra tensión y desesperación aumentan.

Abrazar la emoción es dejar que se marche

Aceptar las emociones negativas no significa resignarse a ellas y tener que sufrir para siempre. Ninguno de nosotros quiere experimentar esos síntomas tan desagradables que algunas emociones traen consigo.

flores emociones

Pero aunque detestemos sentirnos así, lo cierto es que es imposible sentir calma, sosiego y felicidad en cada instante de nuestra vida. Algunas veces nos vamos a sentir mal y en nuestra mano está que este estado no se prolongue. La realidad, por suerte o por desgracia, no siempre es como quisiéramos.

Las cosas son como son, independientemente de nuestros gustos o preferencias y somos nosotros los que debemos hacer un esfuerzo por adaptarnos y no al contrario.

Aceptemos entonces la realidad, el mundo tal y como es y esto incluye aceptar también a nuestro propio cuerpo y a su fisiología. Si generamos resistencia a esas manifestaciones fisiológicas, entonces lo que obtendremos será un aumento de dichas manifestaciones. Es un círculo vicioso que tenemos que romper.

Hagamos las paces con nuestro yo, con todo nuestro ser y abracemos lo que estamos sintiendo. Miremos a los ojos a esas emociones negativas y esto hará que se marchen. Esos sentimientos son como fantasmas: quieren asustarnos y cuanto más nos acobardamos y huimos, más fuerza toman y aun más nos asustan.

Algunos pasos para dejar de controlar

Como hemos comentado anteriormente, la práctica es la clave esencial para que nos convirtamos en unos maestros de la aceptación. De nada sirve saberse la teoría si no practicamos diariamente.

Poco a poco empezaremos a darnos cuenta de que las emociones negativas ya no calan tan intensamente en nosotros ni duran tanto. A partir de ahí podremos empezar a trabajar con los pensamientos negativos, es decir, con los mensajes que traen esas emociones. Puedes comenzar a practicar la aceptación con los siguientes pasos:

Hacerle un espacio a la emoción: cuando dejamos a la emoción estar y ser, le estamos dando su espacio para que fluya, sin ponerle diques ni barreras. Esto hace que automáticamente comience a descender hasta llegar a niveles normales que es cuando debemos empezar a escuchar lo que tiene que decirnos.

Siente a la emoción, obsérvala como el que mira un cuadro en el museo, analízala, entiéndela e incluso ámala y comienza a notar qué ocurre.

Pájaros volando saliendo de una mano

Hablarte a ti mismo con argumentos realistas sobre la emoción: en lugar de decirnos a nosotros mismos cosas como “¡Otra vez tengo ansiedad, qué débil soy!” o “¡Esta tristeza me está arruinando la vida!”, etc; comienza a hablarte de otro modo: “Tengo ansiedad, pero eso no ha matado nadie, así que dejaré que esté conmigo por el resto del día”

Encontrar un espacio para relajarnos: nuestro afán de ser superhumanos nos lleva a hacer multitud de cosas al mismo tiempo: cuidar de los hijos, sacar al perro, hacer de comer, ir al trabajo y que no quede nada pendiente, etc. ¿Cómo no va a aparecer la ansiedad para decirnos que paremos de una vez? Haz un alto para relajarte, deja el perfeccionismo y delega tareas.

Hablar con otras personas sobre tu emoción: para aceptar que sentimos emociones negativas, hay que normalizarlas y una buena estrategia es hablar de ello con nuestro entorno. Igual que podemos decir que tenemos frío o calor, podemos decir que sentimos ansiedad.

Practicar de forma gradual la aceptación: no intentes aceptar la emoción en mitad de un ataque de pánico. Empieza por sensaciones leves y aisladas y poco a poco irás ganando maestría.

Una vez que hayas logrado aceptar la emoción negativa, una vez que le hayas dicho de alguna manera “vale, sé que existes y que tienes fuerza”, podrás usar su energía tu favor. Al canalizar su poder y gastarlo en lo que a ti te interese -escribiendo, por ejemplo-, serás testigo de como poco a poco desaparece.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.