Cuando los hijos no aceptan a la nueva pareja de los padres
Si pensamos en la palabra “madrastra” -o padrastro en su defecto- seguro se nos viene a la mente la figura de la malvada en la historia de Cenicienta. Quizás esta sea la razón (entre otras), de por qué en algunos casos nos cuenta tanto aceptar a la nueva pareja de nuestro progenitores.
La imagen de una madrastra está unida a connotaciones estereotipadas y sobre todo, negativas, incluidas en muchos de los cuentos que nos leían o narraban cuando eramos pequeños. Así, la nueva figura que en al niñez puede ser vista como algo extraño dentro de los límites de seguridad del hogar pasa a ser, en muchos casos, un cuestionamiento del ideal de amor romántico en la adolescencia, con todo lo que este periodo arrastra.
No hay duda de que el ingreso al hogar o a la familia de alguien ajeno o que no conocemos puede ser una potencial fuente de conflictos, principalmente si creemos que ha llegado para sustituir el amor de un progenitor tras su muerte, divorcio o abandono.
Rechazo a la madrastra o padrastro, según la edad
La primera reacción de los hijos al ver a la pareja de su padre o madre es el rechazo. En algunos casos se hará más notorio que en otros, pero esa suele ser la emoción predominante al enterarse de la situación o en la “presentación oficial” de la pareja en casa. Si bien es cierto que a partir de que el niño ya tiene hecha una composición del hogar y ha convivido con sus padres antes de que la situación de ruptura se haya producido, más complicado va a ser que te acepte.
En nuestro imaginario colectivo identificamos a la madrastra o el padrastro con alguien malvado, que nos quiere alejar de nuestro padre o madre y que por ello debemos odiar y no confiarle nada. No podemos echarle la culpa solo a los cuentos de Disney, sin embargo, para un niño de unos 5 o 6 años esa es la identificación que maneja respecto a las nuevas parejas.
Si los hijos son adolescentes, la adaptación puede resultar aún más difícil que en la niñez, ya que como hemos dicho antes la creación de nuevos valores es empujada por la propia realidad, de alguna manera impuesta. Sin embargo, afortunadamente no siempre es así y los niños creen en un entorno cada vez más diverso y con más variabilidad en los modelos familiares de manera que lo que ellos tienen que vivir ahora ya ha sucedido con alguno de sus amigos o compañeros.
Aún así, recuerda que en esta etapa son muchas las modificaciones en el cuerpo y en la personalidad, por lo tanto, el sufrimiento puede ser muy notorio. Se les puede hacer un mundo entender cómo el padre o la madre quiere reconstruir su vida con otra persona, aunque hayan pasado muchos años desde que los progenitores se divorciaron o uno de ellos falleció.
Atención, que la no aceptación a los padrastros no se termina con el paso de la pubertad, sino que puede continuar en la juventud. Pero, quizás en esos casos la motivación sea otra. Una vez que el adolescente ha entendido que sus padres cometen errores y que aún así merecen ser admirados y queridos, el problema pueden ser los celos o la distribución del tiempo compartido.
La buena noticia en esta ocasión es que los adultos tenemos más capacidad para analizar las cosas mental y no emocionalmente y comprender que la decisión de los padres, si es para su propio bien, ha de ser festejada y aceptada.
¿Cómo lograr que los hijos me acepten como madrastra o padrastro?
En primer lugar, tienes que saber ubicarte en la situación y comprender que no estás allí para quitar el sitio a nadie, por más de que el progenitor del niño haya fallecido. Entonces, definir el rol o papel en la familia es muy importante, para hacerte respetar y tratar a los demás como se merecen.
Es necesario, a su vez, ser realista con la situación. Si has conocido a una persona que tiene hijos, está en ti aceptar o no seguir con ella. Da los pasos cuando os encontréis preparados, no tienes que transitar ese camino si no es el momento. Aquí entra en juego tu inteligencia emocional.
Se lo más flexible posible y trata de comprender la situación. En definitiva, tu eres el/la nuevo/a en la casa o la familia. Trata de ser positivo, estar de buen humor, aceptar cuando el niño no quiere hablarte o el adolescente empieza a gritar al verte. El tiempo es el mejor remedio en estas circunstancias. Si estás con la persona que amas, podrás sortear cualquier dificultad, incluyendo que sus hijos te vean como la malvado/a de los cuentos.
Por otra parte, ten presente que el problema no es personal, sino con la situación. Ponte en el lugar de los hijos y piensa cómo te sentirías si tu padre o madre trae una pareja nueva a casa. Evita a su vez todo tipo de situaciones que puedan dar lugar a la confusión y a los malos entendidos. Deja en claro, sin embargo, cual es el papel que te toca según lo conversado con tu pareja.
Comunícate de manera efectiva con los hijos de tu pareja, haz lo posible por conocerlos un poco pero sin asfixiarlos ni invadir sus espacios, reconoce que habrá momentos más amenos y otros donde las coas no serán tan fáciles o irán más rodadas. Aprende a manejar las situaciones y no olvides que es un camino de pasos cortos, en el que cada avance puedes considerarlo como un auténtico logro.