Cuando nuestro pensamiento nos traiciona

Cuando nuestro pensamiento nos traiciona
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 agosto, 2023

La forma de percibir y de razonar sobre la realidad en algunas ocasiones sufre distorsiones. Estas se deben a la ansiedad, los miedos inconscientes, la ira, la tristeza o alguna emoción intensa que invade la conciencia. En ocasiones, estos patrones se vuelven hábitos y se repiten mecánicamente sin reparar en su validez. Enseguida te presentamos diez de las más frecuentes distorsiones en el pensamiento.

Polarizar

Se presenta cuando alguien trata de poner las situaciones en blanco y negro, despreciando cualquier forma de matiz. Es un pensamiento erróneo porque la misma realidad prueba que hay multitud de enfoques para un mismo hecho. Como afirma María Nieves Vera, profesora de Psicología de la Universidad de Granada, polarizar es “la tendencia a clasificar todo en categorías opuestas y extrema: blanco/negro, todo/nada, buenos/malos”.

Vera nos plantea algunas cuestiones al respecto: “¿estoy viendo las cosas en extremos?, ¿soy consciente de que lo absoluto no existe y de que todo está en una línea continua, que es cuestión de grados?”. Preguntarnos sobre si nuestro pensamiento está polarizado, nos ayudará a caer en la cuenta que en ocasiones somos demasiado radicales. Sin duda, si en lugar de pensar en extremos, pensamos en que todo puede evaluarse a través de un continuo, nuestra mente se volverá mucho más flexible.

Filtrar

Filtrar consiste en seleccionar arbitrariamente los aspectos negativos de una situación o de una persona y poner énfasis en estos, dejando de lado los elementos positivos que pueda haber. Generalmente tiene el propósito de justificar una posición depresiva frente a la vida. También se conoce como atención selectiva. María Nieves Vera, de nuevo, nos invita a reflexionar sobre ello: “¿estoy considerando todos los aspectos de la situación?, ¿estoy prestando atención sólo a lo que ha ido mal, ignorando lo que ha ido bien? , ¿no hay nada positivo en esta situación?”.

Sobregeneralizar

Esta distorsión se produce cuando de una sola situación pretenden extraerse conclusiones que son válidas para todas las demás situaciones que se le parezcan. Por ejemplo cuando alguien falla en un examen y piensa que fallará en los demás; o cuando una persona es engañada por otra y cree que es imposible confiar en los demás.

Humbelina Robles, profesora de Psicología de la Universidad de Granada, argumenta que en estos casos “se suelen utilizar términos como siempre, nunca, todo, nada, jamás”. Robles, afirma que se trata sobre todo de la generalización de eventos negativos: “se produce esta distorsión cuando a partir de un suceso o unos pocos sucesos negativos consideramos que siempre saldrá todo igual de mal”.

Sobreinterpretar

Se produce cuando alguien da por sentado que conoce perfectamente lo que piensan o sienten los demás, aun sin haber consultado su opinión o su percepción. Es un pensamiento reduccionista que no toma en cuenta las circunstancias, sino que se aplica como dogma. También se denomina “lectura del pensamiento”. Según Humbelina Robles “suponemos lo que otros piensan, sin pruebas, sin comprobarlo; atribuimos al comportamiento de los demás una intencionalidad”.

Sobrevalorar el control

Se da en dos formas. En una, la persona piensa que carece de toda autonomía y que todo lo que le ocurre es producto de la acción de los demás. En otra, al contrario, la persona cree que el bienestar de los demás depende de lo que ella haga. En ambos casos hay una distorsión de los alcances del control.

Culpabilizar

En este caso las personas buscan en quien descargar su ira o frustración frente a las situaciones adversas o conflictivas. Siempre están a la caza de un culpable e incluso ellos mismos se culpan para poder explicar la existencia de un problema. En este caso, la autocrítica y la observación de los acontecimientos desde la frialdad, nos ayudará a establecer lo que ha ocurrido.

La culpa no lleva a ninguna parte, solo a fustigarnos y “echar balones fuera”. Si sustituimos el sentimiento de culpa por la responsabilidad estaremos dándole un aire fresco a la situación. ¿Qué ha ocurrido? ¿De quién es la responsabilidad? ¿Cómo podemos solucionar la situación? En lugar de buscar culpables, mejor buscar soluciones.

Normalizar

Hay quien tiene una norma para todo. La aplica, pero también espera que los demás la apliquen y le resulta intolerable cualquier trasgresión. Esta rigidez no es una evidencia de carácter o moral a toda prueba, sino de inseguridad e intolerancia.

Visión catastrófica

Quienes asumen esta forma de pensamiento están viendo tragedias por todas partes. Esperan que el desenlace de todas las situaciones sea un desastre o, en todo caso, una situación profundamente dolorosa. María Nieves Vera afirma que este tipo de pensamiento nos lleva a sentir emociones disfuncionales de miedo y ansiedad. Si imaginamos que todo saldrá siempre mal, nuestro miedo al error puede llegar a paralizarlos. Así que lo mismo ocurre con la ansiedad.

Por eso, en lugar de centrarnos en pensamientos catastróficos, es mucho más beneficioso contemplar todos los posibles resultados. Las cosas también puede salir bien, ¿no es así? Una estrategia para desmontar este tipo de pensamiento es la búsqueda de pruebas: “¿qué evidencias tengo de que todo saldrá de la peor forma posible?, ¿en qué me baso para llegar a esa conclusión?”.

Delegar el cambio

Hay quienes piensan que solo deben o pueden cambiar cuando otros lo hagan. Esa es su excusa cada vez que se ven ante la situación de transformar algo. Si los demás no lo hacen ¿por qué esa persona tendría que hacerlo? Finalmente se escudan en otros para eludir su responsabilidad.

Justicia divina

Estas personas llevan un inventario de sus sacrificios y actos abnegados, suponiendo que hay un poder superior que también está llevando esas cuentas y algún día le compensará sus privaciones. Se resienten cuando pasa el tiempo y nada cambia.

Imagen cortesía de Photo Africa


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