¿De dónde viene el mal humor?

El mal humor puede desencadenarse por una multiplicidad de circunstancias. Aquí te decimos las más comunes y el efecto positivo que puede tener este estado emocional si lo sabemos manejar adecuadamente.
¿De dónde viene el mal humor?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 26 julio, 2022

Mal humor. ¿Quién no lo ha vivido alguna vez? Es un estado muy común no solo entre nosotros, esta humanidad cuajada de complejas emotividades y sentimientos contrapuestos. También los animales tienen sus momentos, esos instantes en que pueden sorprendernos con un comportamiento fuera de lugar e incluso algo agresivo.

Hay que saber comprenderlos. Y es que lo creamos o no, también nuestros queridos amigos de la fauna animal sienten esas dimensiones como la rabia, los celos, la tristeza, o el desconcierto… pulsiones que pueden generar perfectamente un momento de sentido mal humor.

Es por tanto una emoción universal y conocida por todos nosotros. Pero ahora bien, seguro que ahora mismo te estará viniendo a la mente esas personas que sin saber por qué, parece que siempre estén de mal humor. Personalidades con la que no es fácil interactuar, comunicar o incluso relacionarse, ya que a la mínima,  pueden tener una reacción negativa.

Es algo muy característico. Aunque también hemos de hacer algo de introspección y pensar en nosotros mismos. ¿Qué es lo que habitualmente genera en ti el mal humor? ¿Cómo lo gestionas, cómo lo afrontas? Analicemos un poco el tema.

¿Qué desencadena el mal humor?

El mal humor puede nublar momentáneamente nuestro ánimo. Es una molesta losa que nos bloquea y nos inflama. Pero, ¿qué lo ocasiona? Lo cierto es que el desencadenante puede ser cualquier circunstancia. Entre las más comunes tenemos:

Expectativas no cumplidas

En ocasiones esperamos que las cosas se sucedan según los parámetros que tenemos marcados. Sobre ideas que nosotros mismos juzgamos como esperables y correctas, esas que marcan el equilibrio de nuestra vida.

Hay personas que son muy estrictas en esta dimensión y  no toleran cualquier cambio o diferencia de acuerdo a su esquema personal. De ahí, que muestren de forma habitual esas explosiones de mal humor. Otros en cambio, tienen un nivel de resistencia más alto, un limite más flexible donde esas expectativas no son tan férreas, y por tanto, sus enfados no son tan intensos.

Negación de la realidad

Seguro que conoces a ese tipo de personas que no terminan de asumir determinadas cosas. Cambios, variaciones… caracteres que en cierto modo no acaban de entender el ahora o el presente, y quedan anclados en un momento del pasado donde se sentían más capaces o seguros. Por tanto, se sienten frustradas y continuamente molestas.

Exceso de egocentrismo

Muy característico, sin duda. Esas personalidades que están solo centradas en sí mismas y que no aceptan opiniones, o puntos de vista diferentes al suyo, están irremediablemente condenados a un mal humor continuo.

No existe altruismo, nunca ceden, el yo ejerce una fuerza centrípeta donde todo va hacia ese interior en continuo enfrentamiento con el mundo que le rodea. ¿Te suena este rasgo de personalidad? seguro que sí.

Autocontrol en situaciones tensas

Un estudio publicado en la Journal of Consumer Research, encontró que las personas que hacen un esfuerzo para controlarse suelen manifestar más reacciones de enfado y comportarse de manera agresiva hacia los demás.

Por ejemplo, aquellos quienes siguen una dieta estricta o están dejando de fumar, suelen ejercer un constante autocontrol sobre sus deseos e impulsos; por lo que son más propensos a desarrollar mal humor.

En relación con esto, Roy Baumeister, profesor de Psicología Social de la Universidad Estatal de Florida y Mark Muraven, profesor de Psicología en la Universidad de Albany en Nueva York, acuñaron en los años noventa el término agotamiento del ego. Éste concepto refiere a que la fuerza de voluntad de las personas es un recurso limitado, por tanto, cuando se sobrepasa se convierte en una pequeña bomba de tiempo del mal humor.

Fluctuaciones hormonales

También existen fundamentos biológicos que explican la incidencia del mal humor en las personas. En este caso, los arranques de ira suelen asociarse con las subidas y bajadas de ciertas hormonas y  neurotransmisores.

Por ejemplo, el mal humor suele estar relacionado con un estado de insatisfacción o displacer, que a su vez está asociado con los niveles de endorfinas y otros neurotransmisores como la dopamina. De manera que el cerebro a veces necesita sus dosis adecuadas para percibir el goce o neutralizar el displacer.

Los efectos positivos del mal humor

¿Cómo que el mal humor tiene su parte positiva? Desde luego, bien manejado y gestionado para que dure lo menos posible, siempre nos proporcionará beneficios aceptables. Tal Ben Shahar, un profesor de Psicología Positiva en la Universidad de Harvard, afirma que el mal humor actúa como una especie de válvula con la cual aliviar la presión a la que en ocasiones estamos sometidos.

Es algo habitual. Un problema en el trabajo, una diferencia con un amigo, con un familiar… todo ello nos pone en una situación determinada donde la finalidad, es obligarnos a tener que enfrentarnos a algo. A aceptar una circunstancia.

Si me bloqueo y me enfundo en este mal humor de modo permanente, jamás lograré avanzar o asumir el problema. Pero si me enfado, asumo mi rabia, mi mal humor, para luego buscar algo de alivio en un paseo para aclarar las ideas y descansar la mente, seguramente acabaré gestionando hábilmente dicha situación.

Lo creamos o no el mal humor puede mejorar nuestras capacidades para afrontar problemas. Así lo demuestran estudios como el llevado a cabo por Joseph Forgas, profesor de Psicología de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sydney, Australia.

Según dicha investigación el mal humor nos convierte en personas menos crédulas, nos hace pensar con mayor claridad y potencian nuestras capacidad comunicativa. Asimismo, el estudio afirma que mientras que el humor positivo parece promover la creatividad, la flexibilidad y la cooperación; el mal humor fomenta la melancolía y activa una forma de pensar más atenta, reflexiva y cuidadosa, lo que permite que prestemos más atención al mundo externo y lidiemos con situaciones complicadas de una manera más efectiva.

En este sentido, una irritabilidad moderada nos pone alerta sobre un mundo que no siempre debe ser como nosotros esperamos.

Es una lección que debemos aprender y saber afrontar. Si reaccionamos ante algo es porque somos humanos y emotivos, las emociones son esas pulsiones que nos modelan y nos enseñan. Si te enfadas, si sufres una explosión de mal humor, indaga en ti mismo y pregúntate qué la motiva y cómo puedes resolverlo.

En ocasiones no son más que insignificancias que olvidamos en unos minutos, pero en otras circunstancias, nos dan un toque de atención de ese mundo externo del que debemos aprender continuamente, ahí donde no vale el victimismo ni el egocentrismo.

Así que defiéndete o acepta, mitiga el mal humor buscando un instante de soledad o un rato de compañía. No te obsesiones con las cosas, la vida, a veces, es más fácil de lo que piensas.


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  • Forgas J. Don’t Worry, Be Sad! On the Cognitive, Motivational, and Interpersonal Benefits of Negative Mood. Current Directions in Psychological Science. 2013; 22(3): 225-232.
  • Gal D, Liu W Grapes of wrath: The angry effects of self-control. Journal of Consumer Research. 2011; 38(3): 445–458.

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