¿Soy demasiado pequeña para un mundo tan grande?
Alicia había tenido un mal día. Una vez más, sentía que no encajaba en ninguna parte. Parecía que todo lo que hacía le salía del revés y empezaba a sentirse un poco incómoda consigo misma. Al irse a dormir no podía quitarse una pregunta de la cabeza, una pregunta que quizá explicaba aquello que le estaba sucediendo, ¿y si soy demasiado pequeña para un mundo tan grande?
A la mañana siguiente, nada más despertarse, notó que todo lo que estaba a su alrededor había cambiado. Todo estaba mucho más lejano. Ella estaba perdida en una enorme cama de sábanas blancas y el suelo parecía a kilómetros de distancia.
Cada vez más asustada y como si de la protagonista del libro “Alicia en el país de las maravillas” que tenía en su mesilla se tratase, sentía que había encogido o que su propio mundo se había hecho más grande. Entonces recordó esa pregunta que se había hecho la noche anterior y asustada pensó, ¿y si aquello de sentirme pequeña se ha hecho realidad?
“Me pregunto si he cambiado en la noche. Déjame pensar. ¿Era la misma persona cuando me levante esta mañana? Casi pienso que puedo recordar sentirme un poco diferente. Pero si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién soy en el mundo? ¡Ese es el gran puzle!”
-Lewis Carrol-
Salió de casa colándose por la pequeña rendija que había debajo de la puerta. Empezó a gritar a las personas que pasaban a su alrededor, pero ninguna podía escucharla. Hasta que se dio cuenta que un ancianito que estaba pidiendo dinero en la puerta de un portal la miraba con una gran sonrisa.
Lo importante no es el qué ni el cómo, sino el porqué
Se acercó, esquivando a los gigantes que ahora la rodeaban, a ese anciano. Él le extendió la mano, Alicia se subió y así pudo dejarla cómodamente es su hombro, para que pudiera acercarse al oído y así poder entender lo que Alicia estaba tan desesperada por contar:
-Señor, mi nombre es Alicia y no sé qué es lo que ha ocurrido, no sé cómo, esta mañana me he despertado encogida, mucho más pequeña ¿Puede ayudarme?
-Querida Alicia, ¿estás segura de que esas son tus dudas?
Alicia, un poco extrañada de la reacción de aquel hombre, frunció el ceño y le preguntó- ¿acaso hay una duda o una pregunta más correcta?
-¡Claro! -respondió el anciano con total seguridad-, no siempre es importante saber el qué o el cómo sino el porqué de aquello que nos ocurre para poder buscar una solución. Ya sabes que si no conocemos el problema es muy difícil que podamos enfrentarnos a él.
Alicia, visiblemente sorprendida subió su tono de voz y contestó- Pero… ¿No puedes verlo?, ¿no ves que he encogido? Ese es el porqué, la razón por la que estoy aquí pidiendo ayuda.
¿Estás segura?, ¿no te preocupa más saber el porqué ahora eres más pequeña? Recuerda que como dice el principito, lo esencial no es siempre visible a los ojos, a lo que yo añado que tampoco es accesible si no te haces las preguntas correctas.
-Alicia se quedó pensativa, lo que ese anciano le estaba diciendo le hizo reflexionar, hasta que por fin dio con la solución-, quizá esto me pasa porque anoche, cuando me iba a la cama, pensé que era demasiado pequeña para este mundo.
Ahhh y eso que pensabas ahora se ha hecho realidad, ¿no es así?
Sí, pero no era mi intención, era solo lo que sentía en ese momento.
¿Y por qué lo sentías?
Porque estoy muy perdida. Siento que no encajo en ninguna parte y que no sé a dónde me dirijo. Me he perdido y no sé qué camino seguir en la vida, no sé qué hacer y todas las personas de mi alrededor parecen tener el futuro muy claro.
Querida Alicia, no todo es lo que parece. Hay personas que nunca encontrarán el camino porque hay otros que se lo han marcado y por eso parece que saben por donde van, otros ni siquiera lo buscan, siguen por inercia el rumbo de la mayoría, y otros, solo los más valientes, se preguntan si es ese el camino que les va a llevar al lugar que quieren llegar.
“Solo unos pocos encuentran el camino, otros no lo reconocen cuando lo encuentran, otros ni si quiera quieren encontrarlo.”
-Lewis Carrol-
A veces sentirse pequeña, no es cuestión de aptitud, sino de actitud
Alicia se despidió amablemente del anciano y volvió a casa. Todo aquello que ese amable señor le había dicho la había dejado pensativa. Ahora ya no tenía miedo, sino curiosidad por entender aquello que le estaba sucediendo para así poder cambiarlo.
Entonces empezó a pensar que igual aquello de sentirse pequeña no era cuestión de aptitud sino de actitud. Era cuestión de ir por la vida mirando con cuidado al suelo por no dar un mal paso, en lugar de dejar a un lado sus miedos y mirar al frente con paso firme, para alcanzar aquello que quería.
Se dio cuenta de que el miedo paraliza o te convierte en un autómata que te lleva por el camino que otros han marcado, en lugar de aventurarse y luchar por uno propio. Empezó a pensar que es imposible vivir sin fallar o fracasar en algo a no ser que vivas con tanto cuidado que te niegues a vivir del todo. Y, aún así, este último punto, sería un fracaso por omisión.
Así que decidió acostarse de nuevo y levantarse a la mañana siguiente con la actitud de comerse el mundo a bocados porque era solo ella y sus miedos los únicos que impedían que lograse cambiar lo que sentía. Y entonces sonó el despertador.
En ese momento se dio cuenta de que todo había sido un sueño y se sintió mejor. Al abrir los ojos comprendió que los miedos que protagonizaban sus sueños solo trascendían a la realidad si seguían siendo importantes durante el día. Exactamente igual que había pasado con su nueva actitud. De esta forma dejó de sentirse pequeña frente al mundo y pasó a sentirse grande y fuerte para afrontarlo.