Me rompí en mil pedazos como si estuviese hecha de cristal

Me rompí en mil pedazos como si estuviese hecha de cristal
Lorena Vara González

Escrito y verificado por la psicóloga Lorena Vara González.

Última actualización: 07 noviembre, 2022

Y me rompí en mil pedazos como si estuviese hecha de cristal. Como si el haber fingido que soy fuerte me hubiera ido desquebrajando por dentro y ahora, al ser consciente del dolor que sentía, hubiese perdido todo lo que hacía de mí misma un solo yo.

Ahora triste, vacía y sola, sabiendo la verdad qué escondía detrás de las sombras del universo que me había creado para vivir mi sueño, para protegerme, entendí el verdadero significado de la palabra dolor. Una palabra que dejó de ser muda para producir un sonido que resultaba aterrador.

El dolor ya no son 5 letras, ni siquiera son heridas visibles, dolor son esperanzas enterradas en la tumba de las realidades. Por eso me rompí en mil pedazos, porque la realidad desgarró mi alma y mis sueños quedaron lejos de poder alimentar mis ilusiones.

De ilusiones no se vive, se muere

“Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad”

-Nadine Stair-

Dicen que de ilusiones no se vive, en ocasiones, se muere. Se muere porque te entregas a la fantasía de ese mundo que creas; ese mundo en el que, en un futuro no muy lejano, lo que ahora resulta ser ilusión será realidad. Pero nunca cuentas con las piedras del camino o, si cuentas con ellas, tú pareces mucho más grande y ellas más pequeñas, menos afiladas.

Las piedras del camino, los obstáculos que albergas y que forman parte de ti, de tu interior. Sí, son barreras pero muchas veces eres tú misma quien las crea. Porque toda ilusión esconde una cara oscura que no quiere mostrarte, como si se tratara de la otra cara de la propia luna.

Hablo de esa parte oscura, esa parte que te atormenta pero que a la vez desconoces, esa parte inconsciente que te ata y te retiene contra tu voluntad. Esa parte de ti que no te deja avanzar. Esa parte que mata, hiere y lastima ante cualquier adversidad.

Porque no son solo ilusiones sino sueños y proyectos, futuros inciertos los que quieres hacer realidad. Por eso mata, por eso de ilusiones se muere, porque no siempre las podemos hacer realidad y se trasforman en veneno cuando las apuramos demasiado. Fue en ese momento en el que fui consciente de este hecho, en el que me rompí en mil pedazos y me consumió la ansiedad.

mujer cortando papel

El monstruo del miedo ha venido a visitarme

Me consumió la ansiedad porque el monstruo del miedo vino a visitarme. Pero no era un monstruo cualquiera, era el peor de los monstruos, era el peor de los miedos, era el miedo al fracaso. Y ante él solo podía empezar a temblar.

Temblaba porque mi mundo se derrumbaba, porque ya no había un futuro al que mirar. Temblaba porque nada de lo que soñaba, ninguna de mis ilusiones se harían ya realidad. Por eso, me rompí y rota en mil pedazos, como si estuviese hecha de cristal, afilé cada uno de los pedazos que de mí que quedaban. Mientras construía mi poderosa arma pensé que era tan disuasoria como para espantar cualquier amenaza. Ya no digamos daño.

Pero qué ilusa! Deshecha y rota antes que luchar debía de aprender a sanarme. No es más fuerte el que mejor se defiende sino el que mejor se construye y ante una base sólida camina día a día con paso firme ante lo que se pueda encontrar.

Pero, si me rompí en mil pedazos y tenía al gran monstruo del miedo al fracaso enfrente, ¿cómo iba a mostrarme débil en la vida y pedir ayuda para poder sanar?, ¿y si perdía un pedazo más?, ¿y si no era recomponerme lo que necesitaba sino más bien aprender a luchar?

Me rompí, pero he aprendido a unirme de nuevo

Sí, me rompí en mil pedazos y tardé en reconocerlo. No era débil, nunca lo he sido, y, sin embargo, yo sola me hice daño. Me marqué a fuego que era aquello del fracaso y por qué se convirtió en el rey de mis miedos. Pero no era solo yo, era aquello de el qué dirán si ahora tengo miedo.

Valiente no es aquel que lucha sin mirar atrás, sino que es aquel que reconoce sus miedos y a base de conocerlos puede aprender de ellos. Es aquel que pide ayuda para tener armas para conocerlos. Valiente sí, pedí ayuda y por ello soy muy valiente.

Con ayuda aprendí que era yo mi propio obstáculo y mi propio límite, porque era yo la que fabricaba mis monstruos. Sí, me rompí en mil pedazos por pretender dar una imagen y así me cree un mundo lleno de ilusiones y sueños, un mundo con un futuro que me era totalmente ajeno. Por mucho que lo deseara o prometiera ser un puente seguro para atravesar el abismo de la incertidumbre.

Ahora, y gracias a que aprendí de ello, poco a poco me he recompuesto. Aunque como los jarrones rotos y pegados de nuevo, guardo cicatrices e imperfecciones, sigo siendo yo. Pero un yo nuevo, ahora libre de presiones y sin su mayor miedo. El fracaso solo tiene el significado que tú le aportes. Yo he aprendido de ello y ya no tengo ese miedo.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.