Depresión e infarto agudo de miocardio: ¿en qué se relacionan?
Depresión e infarto agudo de miocardio guardan una íntima relación. La primera puede llevar a la segunda y también a la inversa. Asimismo, hay un hecho indudable, y es que ambas realidades tienen a día de hoy un gran impacto en la población. Tanto los problemas cardiovasculares como los trastornos del estado de ánimo presentan una incidencia cada vez más elevada.
Lo más llamativo de este hecho es que si invirtiéramos un poco más en materia de educación y prevención, las cifras se reducirían. Cuidar de nuestros hábitos de vida exige algo más que hacer ejercicio o mantener una buena alimentación. Salud también es atender pensamientos y emociones o saber manejar el estrés cotidiano.
De este modo, es interesante saber que los trastornos del estado de ánimo pueden cursar de manera paralela a los problemas cardiovasculares. Sin embargo, no todo el mundo le da importancia a esos síntomas cotidianos. No siempre se atiende esa fatiga, esa desesperanza persistente entremezclada con mareos que aparecen al hacer un pequeño esfuerzo.
Tomar conciencia de ello y solicitar ayuda de manera temprana salva vidas. Conozcamos un poco mejor esta relación.
Depresión e infarto agudo de miocardio, ¿tengo riesgo de sufrirlo?
¿Me puede dar un infarto si me han diagnosticado depresión? Esta es una pregunta que suelen hacerse muchas personas.
Como bien sabemos, buena parte de los trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad y la propia depresión, suelen cursar con una sintomatología incapacitante. Se experimentan problemas para conciliar el sueño, cambios en la alimentación, taquicardias, preocupación constante… Por tanto, es normal sentir esa pequeña inquietud sobre la posibilidad de acabar padeciendo un problema cardíaco.
Ahora bien, hay un dato que podemos evidenciar en primer lugar. Sí, parece existir una relación entre depresión y riesgo de infarto, pero solo en aquellas personas que, previamente, ya padecen problemas del corazón. Es decir, los pacientes con alteraciones cardiovasculares previas sí tienen una mayor probabilidad de desarrollar alguna enfermedad cardíaca grave intensificada por el propio trastorno depresivo.
Sin embargo… ¿y a la inversa? ¿puede una depresión provocarnos un infarto?
La depresión no tratada y el peligro para nuestra salud cardiovascular
Depresión e infarto de miocardio guardan una relación directa y preocupante cuando se dan una serie de circunstancias. Trabajos de investigación, como los realizados en la Universidad de Nueva York, nos señalan lo siguiente:
- Sabemos que el correcto tratamiento de la depresión reduce el riesgo de infarto de miocardio.
- El problema llega cuando el paciente no solicita ayuda experta o no recibe el tratamiento adecuado.
- Asimismo, existe también una relación significativa entre la menopausia, los síntomas depresivos y el riesgo de desenlaces cardiovasculares graves.
- Los cambios hormonales que experimenta la mujer en esta etapa de la vida aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas. Si además padece algún trastorno del estado de ánimo, el peligro se eleva.
- Por otro lado, también podemos encontrarnos en casos de depresión mayor o de distimia no tratada o recurrente, que sume a la persona a unos hábitos de vida poco saludables.
El sedentarismo, el mal descanso nocturno y las alteraciones alimentación, etc., pueden derivar en ocasiones en una alteración cardiovascular grave.
Depresión posterior a un infarto de miocardio
La mayor parte de la bibliografía de investigación respalda una evidencia: una parte significativa de las personas que sobreviven a un infarto de miocardio pueden desarrollar una depresión. Este hecho dificulta incluso la recuperación posterior. Es más, en caso de no tratar esta realidad psicológica, se eleva el riesgo de mortalidad posterior.
Investigaciones, como la realizada en la Universidad de Duke (Estados Unidos), señalan que el desarrollo de programas e intervenciones para tratar la depresión en este tipo de pacientes ha mejorado de manera destacable la longevidad y su calidad de vida.
Ahora bien, sabemos que depresión e infarto agudo de miocardio se relacionan. Pero ¿por qué quienes han padecido esta enfermedad desarrollan este problema psicológico?
- En realidad, no está claro del todo. Se sabe que una parte de estos pacientes ya podrían padecer previamente una sintomatología depresiva.
- Por otro lado, es común que se sufra el impacto traumático de haber pasado por un infarto. Ese estrés se transforma en miedo, en angustia persistente. Si a ello le sumamos la sensación de soledad o aislamiento que padecen muchos supervivientes, podemos entender por qué aparece la sombra de la depresión.
- Tampoco podemos dejar de lado un hecho. La vida tras un infarto agudo de miocardio cambia por completo en muchos casos. Puede verse afectada desde la vida laboral, la social e incluso la sexual. Todo ello impacta a nivel emocional.
¿Cómo prevenir y tratar esta relación?
Invirtiendo en prevención podemos bajar la incidencia de las enfermedades cardiovasculares y de algunas afectaciones mentales, reduciendo o impidiendo el desarrollo de sus cuadros clínicos. Medidas tan básicas como introducir hábitos de vida más saludables, una buena alimentación, hacer ejercicio y aprender estrategias básicas para el estrés mejorarán la salud cardiovascular.
Ahora bien, sabiendo que depresión e infarto agudo de miocardio guardan una relación significativa, ¿de qué manera se puede tratar este vínculo tan peligroso?
- El primer paso es proceder a un correcto diagnóstico. Es recomendable que todo paciente con problemas de corazón sea evaluado para identificar la posible presencia o no de trastornos de ansiedad, depresión, etc.
- Es adecuado evaluar las condiciones psicosociales que acompañan al paciente. Sabemos que aquellas personas que, por ejemplo, viven solas, son más vulnerables.
- La terapia cognitivo-conductual es la más acertada para trabajar pensamientos, emociones, comportamiento y factores fisiológicos. De ese modo, al tratar el aspecto psicológico podemos reducir el impacto de los riesgos cardiovasculares.
Para concluir, solo cabe incidir una vez más en la necesidad de atender la salud psicológica del mismo modo que la salud física. Emociones y bienestar siempre van de la mano y en algunos casos, pueden ser el detonante para el desarrollo de otras enfermedades.
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- Malach M, Imperato PJ. Depression and acute myocardial infarction. Prev Cardiol. 2004 Spring;7(2):83-90; quiz 91-2. PMID: 15133376.
- Echols, M. R., & O’Connor, C. M. (2010, December). Depression after myocardial infarction. Current Heart Failure Reports. https://doi.org/10.1007/s11897-010-0024-6