Derechos y deberes al finalizar una relación
A veces, finalizar una relación implica que experimentemos una tormenta emocional y un caos en nuestra mente. Nadie está listo del todo para dejar ir a alguien que ha amado y con quien ha proyectado una vida en común.
Cuando esto ocurre, es normal que el desánimo y la tristeza traten de acompañarnos. Miles de ilusiones y expectativas se derrumban, mientras todo se oscurece a nuestro alrededor. Pero aún así, siempre tenemos unos derechos mínimos, a pesar de que no los recordemos. De hecho, también hay creencias erróneas que nos llevan a pensar que carecemos de tales derechos.
“Llorar es hacer menos profundo el duelo”.
-William Shakespeare-
Es obvio que en donde hay derechos también hay deberes. Se deben tener presentes porque son como una carta de navegación. Nos dan un marco de referencia, un norte hacia el cual dirigirnos. Aclarado esto, pasemos a conocer cuáles son esos derechos y deberes que hay al finalizar una relación.
Sentir dolor, un derecho inalienable al finalizar una relación
Aunque nos parezca mentira, existen personas y entornos que intentan prohibir el dolor. Algunos porque lo ven como un signo de debilidad. Otros porque piensan que si se sumergen en él, no podrán salir de ese profundo estado de tristeza…
Ambos son enfoques muy errados. A la hora de la verdad, sucede exactamente lo contrario. El dolor que no se admite y no se experimenta, se queda enquistado y termina convirtiéndose en una sombra sorda que acompaña a todas partes.
El mínimo derecho que se tiene al finalizar una relación es el de sentir dolor por lo ocurrido. Y como derecho, debe reivindicarse. Darse un tiempo para llorar, extrañar o estar molestos es saludable. No te hace más débil, ni te pone en desventaja. Todo lo contrario, del dolor se aprende con el tiempo y termina siendo fuente de fortaleza.
Derecho a sentir miedo e incertidumbre
Está muy bien que busquemos mantener una mente positiva y sentimientos alentadores frente a cualquier circunstancia. Pero no está bien negar la existencia de sentimientos como el sufrimiento o el miedo. Esta negación es una manera de reprimirnos y esto en ningún caso es saludable.
Tener miedo a finalizar una relación es completamente normal. Especialmente cuando se trataba de un vínculo muy importante para nosotros o cuando todo acabó en medio de circunstancias muy difíciles. De hecho, es aceptable que en ese punto miremos hacia adelante y veamos todo confuso. No se trata de no sentir miedo e incertidumbre, sino de encararlos y canalizarlos.
Derecho a cometer algunas torpezas
No siempre estamos preparados para finalizar una relación que ha sido muy importante para nosotros. No tenemos por qué exigirnos actuar con total madurez e inteligencia desde el primer momento. Es normal que a veces hagamos algunas tonterías antes de pasar a la siguiente etapa.
Las torpezas más usuales son, por ejemplo, montar todo un sistema de espionaje para ver cómo está el otro. O creer a pie juntillas que “un clavo saca otro clavo” y precipitarnos hacia una nueva relación. También es frecuente que busquemos a quien ya no quiere vernos y le reclamemos o incluso, le supliquemos que reconsidere su decisión.
Es muy habitual que algo de esto ocurra. Y no es motivo para fustigarnos, culparnos o reprocharnos. Sí, son torpezas. Así somos los seres humanos. Se puede ser torpe en situaciones extremas. Y no pasa nada. De esto también aprendemos.
Deber de aceptar la realidad
La reacción natural ante una gran pérdida amorosa es la de no querer aceptarla. Nadie renuncia así como así a lo que ama. Pasa algún tiempo antes de que logremos aceptar que ya nada será como antes. Que debemos renunciar a eso que ha tenido un inmenso valor para nosotros.
Sin embargo, es un deber con el otro y con nosotros mismos trabajar para lograr aceptar esa nueva realidad. De no hacerlo, generaremos un sufrimiento innecesario. Incluso, podemos caer en una telaraña neurótica que solo nos conduce a perder un tiempo valioso y desgastar al extremo nuestro mundo interno.
Deber de buscar la forma de reconstruir tu vida
Este es el principal deber al finalizar una relación. Se trata de un compromiso con la vida y con lo que somos. Por el solo hecho de estar vivos, tenemos el deber de buscar la paz, la armonía, la felicidad. Una pérdida amorosa es un obstáculo en ese objetivo. Sin embargo, tenemos el pleno deber de hacer cuanto esté a nuestro alcance para superarla.
Como vemos, finalizar una relación no es fácil para nadie. Pero si se tienen en cuenta estos derechos y deberes, seguro será más sencillo atravesar ese duro momento. Una prueba difícil, que de ser superada nos permitirá crecer como ninguna otra.