Dermatitis atópica y estrés: ¿cómo se relacionan?
Aunque no se suelan asociar los problemas físicos con los de tipo emocional, como en este caso el estrés, lo cierto es que la relación entre ambos es fuerte (de hecho, todos los problemas emocionales tienen un correlato fisiológico). Hoy vamos a tratar la dermatitis atópica, también conocida como “piel atópica”, que muchas personas sufren en silencio, con vergüenza, llegándoles a ocasionar incluso problemas para relacionarse con los demás. ¿Cómo puede ser esto posible?
La dermatitis atópica es una enfermedad que afecta a la piel y que causa un picor intenso y severo. Las lesiones que se producen en la piel se suelen denominar “eccemas“, y son como ronchas que se descaman y que provocan un fuerte picor. Pueden salir por todo el cuerpo y también en el rostro.
Es importante mencionar que la dermatitis atópica no tiene una cura. Quien la sufre puede prevenirla o paliar los síntomas con tratamientos específicos, pero el riesgo de que aparezca siempre va a estar ahí. De hecho, hay algunas estaciones, como el otoño o el invierno, que pueden agravar los brotes. Una hidratación y tratamiento adecuados pueden conseguir mantenerla a raya.
“En España hasta un 15% de la población sufre dermatitis atópica severa”.
-Javier Ortiz de Frutos (dermatólogo) y Ainara Rodríguez (alergóloga)-
La dermatitis atópica y su impacto en los niños
La dermatitis atópica puede afectar a niños de muy temprana edad. Se muestran revoltosos, inquietos, no son capaces de dormir bien por las noches y, si son bebés, pueden llorar mucho sin un motivo aparente. Todos estos problemas pueden cursar, en edad escolar, con falta de concentración debido a la falta de sueño.
Sin embargo, no podemos dejar de lado las consecuencias emocionales que la dermatitis atópica genera en los niños de corta edad. Debido al picor y a las molestias insoportables, los niños pueden mostrarse irritables, molestos y enfadados generando situaciones muy tensas. La razón de todo esto es el estrés que provoca esta afección de la piel.
Pero esto no se queda aquí. La dermatitis puede generar una fuerte inseguridad y dependencia. Para ilustrarlo de una mejor manera traemos un fragmento del testimonio de una madre, Delphine, cuyo hijo Hugo empezó a sufrir dermatitis atópica desde que tenía 4 meses:
“Cuando era pequeño no le molestaba este aspecto. Sin embargo, cuando creció, desarrolló un terrible complejo debido a su piel escamada. Sus amigos del colegio incluso empezaron a burlarse de él y no podía dormir por la noche debido al picor. A veces se rascaba hasta que se hacía sangre”
Como podemos ver, este problema de la piel puede provocar un fuerte sentimiento de inseguridad que dificulte las relaciones con los demás niños. No obstante, si no se ayuda al niño a superar esto desde un primer momento y se le dota de las herramientas necesarias para que su autoestima no se vea afectada, puede que en la edad adulta las consecuencias se vuelvan crónicas.
El adulto con dermatitis
Un adulto con dermatitis atópica la sufre de una manera diferente. El problema en la edad adulta compromete y pone a prueba la gestión emocional. Las personas se muestran irritables e irascibles. Al mismo tiempo, pueden tener problemas de ansiedad e incluso llegar a caer en una depresión. Pongamos algunos ejemplos de situaciones reales.
Para un adulto con dermatitis atópica hablar delante de otras personas puede suponer una verdadera odisea. Los nervios pueden provocar un brote inesperado en el momento menos adecuado. La vergüenza que esto supone puede aumentar su ansiedad, agravando el problema de dermatitis. De esta manera se crea un círculo del que es complicado salir.
Existen otras situaciones donde el adulto puede sentirse comprometido, como ir a la playa o, incluso, mantener relaciones íntimas con otras personas. El problema principal, en este caso, son las heridas que a veces dejan los brotes de dermatitis. Si la persona que la sufre se rasca, el problema se incrementa y las marcas pueden tardar mucho tiempo en desaparecer.
La inseguridad de no saber en qué momento aparecerá la dermatitis, si lo hará, de qué manera, si afectará al rostro… Todo esto, desencadena un estrés que no ayuda. Pues si la dermatitis puede generar estrés, el estrés empeora la dermatitis. Esta situación puede hacer que quien sufre dermatitis vea su autoestima reducida debido a la inseguridad el miedo y la vergüenza. El algunos casos, esto puede derivar, también, en una depresión.
“La DA (dermatitis atópica) es una mala compañera, es de esas que vienen sin avisar, te hacen daño sin motivo alguno y saben qué quieres hacer y cuándo para poder estropeártelo. No sabes cómo te levantarás mañana, ni si podrás dormir esta noche. Tal vez te acuestes y de repente te arda la cara y la piel se te rompa dejándola así en carne viva”
-Jesús María Torres García (desde los 4 años sufre dermatitis)-
Como hemos podido darnos cuenta, sobre todo con los testimonios, la dermatitis y el estrés son circunstancias que suelen asociarse y formar un círculo en el que la persona sufre, y mucho. No saben cuándo la dermatitis volverá a hacer acto de presencia, en qué situación desafortunada le dará por aparecer y cuándo decidirá irse.
En muchas ocasiones, a la frustración de estas personas se les suma poder encontrar un tratamiento adecuado. Pues cada piel es diferente y no todas reaccionan bien al mismo tipo de solución. Sin embargo, a pesar de poder tener todo a mano para prevenir o controlar un brote de dermatitis, siempre surgirá la siguiente pregunta en la mente: ¿cuándo será la próxima vez?