Deshacerse de objetos y espacios deprimentes
Deshacerse de objetos y cambiar espacios siempre es una de las actuaciones que podemos realizar sobre nuestro entorno para transferir una sensación de renovación que nuestro interior demanda. A veces, de hecho, no solo provoca esa sensación, sino que resulta fundamental para liberarse de situaciones, recuerdos o emociones indeseables.
Todas las cosas que nos rodean, particularmente en el hogar , tienen un significado, seamos o no conscientes de ello. De uno u otro modo, las asociamos con experiencias personales. Por eso, deshacerse de objetos es también decir adiós a algo de nosotros mismos.
En otras ocasiones, son los espacios en conjunto los que han sido escenario de experiencias particularmente importantes. En esos casos es como si todo lo que hay en esa habitación, o esa casa o ese lugar quedara impregnado de lo que se experimentó. Esto no tiene nada que ver con “energías” del más allá, sino con simbolizaciones.
“La apreciación desinteresada del reino de las cosas hará que el mundo que te rodea cobre vida de un modo que ni siquiera puedes comenzar a comprender con la mente”.
-Eckhart Tolle-
Deshacerse de objetos
En condiciones en las que haya mucho malestar, este ejercicio podría ser un buen punto de partida. En los demás casos, de todos modos, conviene hacer una suerte de “purga” periódica.
Para saber si ha llegado el momento de deshacerse de objetos y transformar los espacios, existe una clave. Consiste en revisar esos lugares que funcionan como acumuladores. Esos lugares destinados a almacenar objetos de manera momentánea, como esa caja del paquete que nos ha llegado por si tenemos que devolver el pedido.
Todo lugar en donde haya muchos objetos reunidos es un sitio al que vale la pena prestar atención, especialmente si las cosas que se ponen ahí rara vez se utilizan o no cumplen ninguna función. No es tanto un tema de orden, sino de manifestaciones inconscientes . ¿Qué va a parar allí y por qué?
Los objetos y la depresión
Están esos objetos que se asocian con la tristeza, que la mayoría de las veces son muy valorados y ocupan un sitio privilegiado. Merecen especial atención las cosas que recuerdan a quienes se han ido, bien sea por la muerte o por otra razón. Fotografías que ocupan paredes, recuerdos que están en distintos lugares.
Muchas veces esos objetos no son una manera de evocar a quien ya no está, sino de no dejarlo ir. Es frecuente que pase mucho tiempo entre el momento en que alguien se va y el punto en el que se produce la aceptación del hecho.
También están los objetos que han sido testigos de momentos difíciles, como una enfermedad o una seguidilla de conflictos sin resolver. De uno u otro modo, esas cosas remiten a tales situaciones y se convierten en una prolongación de las mismas. La asociación es sutil, pero permanece en el tiempo. Te das cuenta de que sucede porque a veces sientes que asfixias en esos lugares.
La psicología de los espacios
La psicología de los espacios es un nuevo campo que aborda la relación entre el mundo interno de las personas y los entornos en los cuales habita. Parte de la idea de que todos los objetos que nos rodean ejercen una influencia sobre la forma como nos sentimos y que esta se hace mucho más intensa cuando hay trastornos del estado de ánimo.
Cada objeto que está ahí tiene una historia, a veces directa, a veces indirecta. Directa, cuando remite específicamente a una situación: la silla donde esa persona se sentaba o la habitación en donde se produjeron las agresiones. Indirecta, cuando el vínculo es más sutil: “traje ese cojín a casa cuando todavía no me habían despedido del trabajo”.
Por esa connotación simbólica, los objetos son fuente de comodidad e inspiración o despiden un halo que opaca y resta vitalidad. Si hay depresión, este último efecto puede ser mucho más notorio.
¿Qué hacer?
Lo usual es que las personas instrumentalicemos los espacios. Se busca que sean funcionales, que faciliten la vida y sean operativos para los propósitos diarios. Esto es perfecto, porque de eso se trata. El punto es que no se debe olvidar que además de cumplir con su función, los objetos también transmiten un mensaje.
Así que lo adecuado es comenzar por sensibilizarnos al entorno. Para lograrlo, lo primero es observar y tratar de identificar la sensación que provocan las cosas que están ahí. Dejar fluir la emoción que generan y decidir si nos gusta verlos y saber que están presentes o, por el contrario, nos producen cierta incomodidad.
Deshacerse de los objetos es buena idea, en especial si pasas por una etapa de malestar. Si no hay manera o voluntad de hacerlo, basta con retirarlos de donde están y guardarlos en una caja, a la que, de todos modos, se tendrá que volver en algún momento. Hay que lograr que los objetos y los espacios hablen para darnos un mensaje alentador.
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- Morton, T. (2020).
- Magia realista: objetos, ontología y causalidad
- (p. 264). Open Humanities Press.