El dolor de los sin nombre
El dolor de los sin nombre. De aquellos que fueron bautizados con una etiqueta. El dolor de aquellos que poseen la letra escarlata del diagnóstico en salud mental que les condena a una existencia llena de incomprensión. El dolor de aquellos que han sido marcados como peligrosos, raros, excéntricos, dañinos e incomprendidos por la gente que no se ha molestado ni siquiera en conocerlos.
Son aquellos a los que se señala por la calle. Son el loco del pueblo, la vecina excéntrica de tu portal, el señor raro de tu calle. No son personas, son un cúmulo de descalificaciones, en su mayor parte perpetuadas durante los años, que les han deshumanizado a los ojos de los demás. Son un diagnóstico vacío, son personas sin identidad.
Quizás estés tan acostumbrado a oír estos calificativos que no te has parado a pensar en cómo se siente aquel que los escucha. Puede que incluso pienses que quien los recibe se ríe porque le resultan tan cómicos como a ti. Pero piensa que quizás su risa se produce porque no tiene fuerzas para darse a conocer a aquellos que le juzgaron con un simple vistazo y vieron que al ser diferente podían descalificarle. ¿Cómo te sentirías tú si fueras el que recibiese esos insultos o calificativos tan poco empáticos?
“No conviene etiquetar las cosas como blancas o negras, sino hacer un esfuerzo para percibirlas como blancas y negras a la vez. O como grises, rojas, azules, amarillas… Tener rasgos buenos o malos, no significa ser una buena o mala persona. Quien tiene tendencia a etiquetar a las personas que conoce, es probable que fomente su manía de valorarse en términos absolutistas”
-Albert Ellis-
Esperanzas de papel
Todo esto ocurre cuando en un principio pensaban que, dentro de su malestar, si había la respuesta de un diagnóstico, una razón para sentirse tan mal, podrían recibir tratamiento y solucionar así sus problemas. Pero, en la mayoría de los casos, esa etiqueta, esa maldita etiqueta que les asocia a la salud mental es más bien una carga que una solución.
Es una carga, porque a ojos de la sociedad se vuelven personas peligrosas, agresivas, incontrolables y poco confiables. Ya no hay trabajo para ellos, ya no hay esperanzas de una vida mejor porque la etiqueta les ha condenado a la existencia en el exilio de los distintos, de los olvidados.
Ya no hay nada, solo el dolor de los sin nombre, de aquellos que vieron como sus sueños, al ser etiquetados, se quedaban en esperanzas de papel mojado. Y aun así la sociedad pide reintegrarlos. Pero ¿cómo? Si solo se les está juzgando y la sociedad no les concede la oportunidad de que enseñen todo lo que valen, todo lo que pueden hacer.
“Es patético que no podamos vivir con las cosas que no entendemos. Que necesitemos que todo esté etiquetado y explicado y deconstruido. Aunque sea del todo inexplicable”
-Chuck Palahniuk-
Tratamientos no adecuados
Pero aquí no acaba el infierno de los olvidados. También se sienten marginados en el propio sistema de salud. Esto es porque, existiendo tratamientos empíricamente validados para las diferentes patologías, no se les da apenas acceso a ellos, sino que todas las esperanzas se ponen en las pastillas.
En España, según los datos del estudio de ESEMeD, para un trastorno tan conocido y con una incidencia tan alta como la depresión, el 62% de las personas no tuvieron acceso al tratamiento psicológico adecuado. En su lugar, fue abordado mediante medicación desde los servicios de psiquiatría o desde los médicos de atención primaria. Eso sí, el tratamiento de elección para la depresión, según la Organización Mundial de la Salud, comporta tanto tratamiento farmacológico como terapia psicológica.
Además, cuando nos quejamos de los recortes en la sanidad siempre nos olvidamos de ellos, los olvidados de la salud mental. Porque pensamos que es algo ajeno a nosotros, que es cosa rara, cosa de esos “otros” individuos tan raros y diferentes. Pero el caso es que no es así. Uno de cada cinco españoles desarrollará un trastorno mental a lo largo de su vida.
Además, el número de suicidios en España duplica al de muertos en accidentes de tráfico; por otro lado, el número de antidepresivos consumidos se ha multiplicado por cuatro. Pero esto no ha hecho que disminuya la cifra de suicidios con los años, más bien va en aumento.
¿Esto implica que los psicofármacos no sirven de nada? Al contrario, los fármacos pueden servir de ayuda, pero por sí solos son más un parche que una solución. También en depresión leve y moderada, el tratamiento psicológico tiene mejores resultados y con una mayor permanencia en el tiempo que la medicación. Es en depresiones más graves cuando los pacientes se benefician más de la combinación de tratamientos, psicológico y farmacológico.
Los estudios científicos según las revisiones de las publicaciones existentes también nos indican que el tratamiento psicológico debería de ser de primera línea para los tratamientos de problemas ansiedad, antes que el uso de medicamentos. Pero en España, debido a la escasez de psicólogos clínicos en los hospitales públicos, rara vez se tiene acceso a este tratamiento, sobre todo, teniendo en cuenta que en España hay 4,3 psicólogos cada 100.000 habitantes, que son cuatro veces menos que la media europea.
El dolor de la familia que se siente juzgada e incomprendida
Pero al hablar de los sin nombre, de los olvidados no podemos dejar de nombrar a esas personas que son las únicas que no les juzgan y permanecen a su lado. Esas personas que luchan día a día junto a ellos para que el mundo deje de ser un lugar hostil para ellos. No olvides que detrás de cada enfermo se esconde el dolor de una familia que en muchos casos se siente juzgada e incomprendida.
Porque muchos de los que juegan con las etiquetas, como si fueran clasificadores inocuos, cuando se refieren a los enfermos de salud mental también culpan a las familias de su enfermedad. No les ofrecemos el soporte y el tratamiento adecuados y, encima, también son juzgados.
Empecemos a utilizar el nombre de los olvidados y no les causemos más dolor. Infórmate sobre los diferentes trastornos mentales antes de tener ideas preconcebidas, y en su mayoría incorrectas, sobre ellos. Aprende antes de juzgar y, sobre todo, ponte en su lugar: no hay otro del que puedas partir si realmente quieres ayudarles.