La dulzura es la inteligencia de la sensibilidad

La dulzura es la inteligencia de la sensibilidad. Lo es porque responde a un interés compartido: el de hacer un mundo mejor, el de hacer al otro mejor y, en última instancia, el de ser mejores.
La dulzura es la inteligencia de la sensibilidad
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 12 junio, 2021

La dulzura es la inteligencia de la sensibilidad. Es la cualidad que resurge de las personas que consideran que hay demasiado dolor en el mundo como para sumar amargura e incomodidad. Las personas dulces conjugan con la honestidad, la valentía y la generosidad.

En un mundo en el que la competitividad se impone, la dulzura es una cualidad que ha podido verse como algo maléfico, sombrío e hipócrita. No me refiero a las sonrisas forzadas o de una exaltación de la felicidad que resulta artificial. La dulzura es tratar a los demás de tal manera que no lleguen dañados a casa.

Las personas que se expresan con dulzura no siempre encuentran la misma respuesta. Una fortaleza de seguir en el mundo sin dañar y sin dejarse ser dañados. Utilizar la sensibilidad como un bien para los demás y no como una capa que nos resiente en nuestro contacto con el mundo.

La dulzura: tímida, silenciosa y combativa

La dulzura no tiene que ver con la adulación, con el piropo o con la sonrisa. La dulzura es una cualidad de la sensibilidad, su bien más preciado. Al final, es una elección. Una elección que, como todas, requiere constancia. Paciencia. Saber perdonarnos cuando hemos estado tan sensibles y heridos que solo nos apetecía recluirnos en un lugar donde nadie tuviera acceso. Hay días que la sensibilidad se torna amarga.

Mujer mirando a su novio con dulzura

Ser cínico, mostrar rechazo o ser sincericida no te hace más inteligente, solo más cruel

La dulzura de carácter va acompañada de un proceso de aceptación: los deseos y la realidad no siempre se tocan. Incluso, a veces, pueden dar la sensación de repelerse. Liberados de la impotencia que puede tener este origen, es más fácil no empezar luchas estériles contra el propio estado emocional.

La dulzura tiene mucho que ver con la disposición a llevar felicidad y luz a los demás, desde el camarero que nos atiende a la nuestra profesora novata que se enfrenta a su primera clase. Dulzura de carácter es tener días malos, dramas en casa o alguna enfermedad y asumir que nadie tiene que pagar nuestros conflictos con un mal gesto.

Eso implica mucho sacrificio y entrega. También requiere la voluntad de asumir una ley impuesta. De ninguna manera es más sabio o mejor el que es cínico, sincericida y ciertamente no es el sello distintivo de la inteligencia, sino una amargura pura y sin restricciones que no sabe cómo manejar.

Las personas con dulzura sirven a alguien más que a ellos mismos, es por ello que les importan las relaciones, sufren con los desengaños y no se recuperan de las pérdidas fácilmente.

“Sé amable. Cada uno de nosotros está librando una batalla”.

-Platón-

La dulzura también se puede aprender

La simpatía es una singularidad que puede aprenderse. Podemos contar con una tendencia natural; sin embargo, en su ausencia, o en nuestro interés por potenciarla, contamos con oportunidades para ser mejores en este sentido.

En un estudio realizado en UCLA, los sujetos calificaron más de 500 adjetivos según su importancia percibida para la simpatía. Los adjetivos mejor calificados no tenían nada que ver con ser sociables, inteligentes o atractivos (características innatas).

En cambio, los principales fueron sinceridad, transparencia y capacidad de comprensión. Estos adjetivos, y otros similares, describen a las personas que tienen habilidades en el lado social de la inteligencia emocional.

¿Cómo se observa la dulzura en alguien?

Los principales rasgos que hacen que las personas dulces sean consideradas como tal son los siguientes:

Preguntan y escuchan

Son hábiles en el arte del diálogo. Saben ocupar espacio y concederlo. Prestan atención a lo que el otro dice, pero también a lo que quiere decir. Se convierten en compañeros de viaje. Si el otro sitúa su discurso en el pasado, hacia allí se van; si lo hacen en el futuro, hacia allí viajan también.

El teléfono en el bolsillo, de manera que el horizonte es compartido. Esto permite la sintonía, el entendimiento, y también las confidencias que dan paso a la intimidad y permiten trascender lo superficial.

Amigas hablando

Son prudentes en sus opiniones y honestos sobre su conocimiento

Tener la mente abierta te hace más accesible e interesante para los demás. Nos gustan las personas sobre las que podemos ejercer su influencia, aquellas para las que nuestras palabras son importantes. Por lo general, aquellos para los que somos irrelevantes también terminan siendo irrelevantes para nosotros.

Por norma, las personas dulces son aquellas que reconocen al otro como autoridad en aquellos terrenos que sí conocen. Que pudiendo pensar bien o mal, se suelen decantar por la primera opción. Que temen pasarse de crueles antes que de buenos, de egoístas antes que de generosos.

La dulzura también habita en la sencillez

Como hemos visto, la dulzura no es un unicornio, adular por norma o intentar ser el centro de atención. Somos esquivos con aquellos que están desesperados por recibir atención. No necesitas desarrollar una personalidad grande y extrovertida para desprender dulzura.

Una dulzura que llega a través de la amabilidad y el interés honesto por el otro. Con las ganas de compartir y de construir proyectos comunes, con la apuesta por un mundo mejor.


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