Sensibilidad social: una habilidad básica para relacionarnos
Como seres sociales, los humanos pasamos gran parte de nuestro tiempo relacionándonos con otros. Desde que nacemos y en todos los ámbitos de nuestra vida, la socialización juega un papel fundamental en nuestro éxito y felicidad. No obstante, no todos contamos con la misma pericia a la hora de interactuar. Y esto depende en gran medida de nuestra sensibilidad social.
Pues la comunicación va mucho más allá de las palabras. El grueso del mensaje se transmite a través de gestos, posturas, entonación… elementos, en definitiva, más sutiles y difíciles de captar. Es en este plano, donde las personas con una alta sensibilidad social juegan con ventaja, pues acceden a una mayor cantidad de información.
¿Qué es la sensibilidad social?
La sensibilidad social podría definirse como la habilidad de captar y percibir las señales sutiles en la comunicación y responder adecuadamente a ellas. No hablamos de reconocer expresiones faciales simples, como enfado, alegría o sorpresa. Nos referimos a la capacidad de inferir las implicaciones profundas de la situación.
La persona socialmente sensible tiene la destreza para decodificar correctamente las emociones y pensamientos de los demás, incluso cuando estos traten de ocultarlos. Logran incluso inferir las intenciones y rasgos de personalidad de su interlocutor; y hasta entienden la complejidad de la relación entre dos personas a las que observan.
Todos, aunque sea en un nivel mínimo, hemos puesto en práctica esta habilidad. Por ejemplo, cuando realizamos este tipo de afirmaciones:
- “No lo dijo, pero se notaba que el regalo no le gustó”.
- “Disimulaba, pero se le veía claramente enfadado”.
- “Había mucha química entre ellos”.
- “La tensión se palpaba en el ambiente”.
¿Cómo nos beneficia la sensibilidad social?
Esta habilidad resulta de gran utilidad en diversos ámbitos. Las personas sensibles socialmente gozan de mejores relaciones personales. Cuentan con un mayor número de amistades y estas son más cálidas y armoniosas. Igualmente, sus relaciones familiares y de pareja son más equilibradas y gratificantes.
Se ven, también, beneficiados en el ámbito laboral, ya que poseen una ventaja a la hora de desempeñar todos aquellos puestos de trabajo que requieren de una percepción social rápida y correcta. Son grandes terapeutas, mediadores y diplomáticos. Y suelen tener éxito en ventas y negocios.
Por su lado, los individuos “insensibles” pueden encontrar mayores dificultades interpersonales, ya que se pierden gran parte de la información relevante. Pueden no ser capaces de captar correctamente titubeos, contradicciones o expresiones faciales que aportan datos de suma importancia respecto a lo que está ocurriendo socialmente.
Sin embargo, esta insensibilidad social se puede manifestar desde dos diferentes vertientes. Por un lado, están aquellas personas que, sencillamente, no identifican estas señales sutiles o no les prestan la debida atención. Por otro, están quienes pecan de sobreanalizar la situación. Personas que siempre creen que hay algo más allá, que todo el mundo oculta algo, quienes viven bajo el lema “piensa mal y acertarás”.
En cualquier caso, su decodificación de las emociones, pensamientos e intenciones ajenas no son correctas. Y, por lo mismo, sus interacciones son de menor calidad y menos éxito.
¿De dónde surge esta habilidad?
A la vista de la importancia de la sensibilidad social, cabe preguntarse por qué algunas personas son más sensibles que otras y si esto puede trabajarse. Pues, en primer lugar, hemos de tener en cuenta que se trata de un rasgo relativamente estable. Depende en gran medida de nuestra idiosincrasia particular y del ambiente en el que crecimos.
Por ejemplo, se ha detectado que quienes crecen en familias menos expresivas desarrollan una mayor sensibilidad social. Por el contrario, criarse en un núcleo familiar abierto hace innecesario potenciar esta capacidad para identificar sutilezas.
Sin embargo, el número de contextos sociales diferentes a los que estamos expuestos también juega un papel relevante. Así como nuestra predisposición a captar las señales. Por ello, es posible mejorar la sensibilidad social abriéndose a experimentar interacciones con personas y ambientes diversos.
Esto nos ayudará a crear el hábito de fijar nuestra atención más allá de la comunicación meramente verbal. Así como a establecer asociaciones entre el comportamiento de las personas y su estado interior. Desarrollar tu sensibilidad social puede serte de gran utilidad, por lo que te invitamos a comenzar a poner en práctica estas capacidades.
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