Educar desde fuera para que los niños aprendan a ser felices desde dentro
¿A qué me refiero con “primero fuera y luego dentro”? Hablo de que un niño, cuando es pequeño, difícilmente ha acumulado experiencia para juzgar cualquier situación que se le presenta. Así, gran parte de sus referencias, por no decir todas, las busca en el exterior. Por ejemplo, uno de los sitios en los que buscamos más información, incluso antes de poder andar, es en la expresión facial de las personas que nos cuidan.
Así, no podemos pretender que los niños actúen de forma autónoma si primero no hemos hecho un esfuerzo para educar “desde fuera” (desde las referencias exteriores que ellos vas a buscar). El control externo, los límites, pero especialmente educar desde el ejemplo ayuda a que una norma se interiorice, adaptándola y haciéndola propia. Así, a medida que vamos creciendo, empezamos a cuestionar los ejemplos que otros nos ofrecen desde las normas que hemos interiorizado.
Necesitamos experimentar un “no”. La frustración y los límites que nos ponen desde fuera nos ayuda a aprender de la existencia de ellos e ir haciendo nuestras propias normas. Sin antes haber existido desde fuera, será difícil que los límites existan desde dentro. No podemos pretender que los niños sepan cuándo deben dejar de jugar a la videoconsola, viendo la televisión o con el móvil. El tiempo debe de estar reglado primero desde fuera, para que ellos poco a poco puedan ir regulándose a ellos mismos.
Educar desde la palabra será necesario, pero todavía lo es más educar desde el ejemplo. Los niños ven, entienden y sobre todo actúan desde la imitación y por intuición. No servirá decir, sino hacer, de manera que la coherencia entre los dos canales de comunicación sirva de refuerzo para el mensaje que les queremos trasmitir. Que la norma llegue a ser integrada como del yo del pequeño será un objetivo primordial.
Si previamente no hemos educado dando una norma externa será difícil que ellos descubran una interna. De otra manera no tendremos ningún control sobre lo que ellos interioricen. Cualquier intervención en este sentido es una tarea que demanda precisión, paciencia y comunicación.
Educar primero fuera luego dentro en el lenguaje
En el plano del lenguaje la educación del fuera-dentro también se hace clave. Entre los 18 meses y los 3 años el habla externa sirve para iniciar conductas pero no para inhibirlas. Solo cobra sentido el impulso de la acción, en este caso el habla.
A partir de los 3 años y hasta los 4 y medio aproximadamente, el habla externa ya nos sirve tanto para iniciar como para inhibir conductas. Es en esta edad cuando el habla propia comienza a tener sentido y servirá para iniciar el acto. Esto coincidiendo con el desarrollo del significado del contenido y no solo el impulso.
“No será hasta los 5 años que tanto el habla propia como el habla externa nos pueden dar la orden de iniciar o inhibir la acción”.
-A. Luria-
Otro claro ejemplo de esto sería el lenguaje egocéntrico.
“Primero se aprende a comunicarnos hacia afuera, con los demás, el lenguaje social y posteriormente se desarrollaría el lenguaje con uno mismo, el lenguaje interno”.
-L. Vigotsky-
Los niños no son adultos en miniatura, son buscadores y pequeños científicos, experimentan con el mundo y a través de él. Van buscando sus leyes y descubriendo el exterior para poder crear su propio espacio.
Los más pequeños necesitan de los mayores para guiarles y dar ejemplo, pero también para poner barreras y aprender que no todo vale. A veces un “no” será el que les haga buscar nuevas rutas o ver otras opciones. Si los pequeños siempre encuentran el camino libre de obstáculos, no necesitarán superar estas dificultades o encontrar otro camino, tomando en los dos casos la iniciativa.
Si aprendemos desde pequeños a buscar, podemos hacer nuestra la frustración e ir trabajándola. Así, cuando aparezca en un futuro estemos preparados. Habremos enriquecido nuestro interior de recursos valiosos de manera que muchas decisiones acertadas partirán desde este lugar.
Ventajas de la NO sobre-protección
Educar desde la sobre-protección no es hacer un favor, sino poner trampas para que el control siga estando solo fuera. Si no permitimos que los pequeños interioricen poco a poco este control, difícilmente les estaremos dando una buena educación.
Consigamos que educar se convierta en una tarea de transición. El camino desde una ayuda externa hasta una búsqueda interna consistirá en que los más pequeños tomen herramientas y las integren de manera natural, como propias, a la hora de tomar decisiones. Propiciemos desde el exterior que los niños se enfrente a retos y conseguiremos hacerles fuertes y felices.