El efecto diablo o el peso del estigma

El efecto diablo es lo contrario al efecto halo y tiene diferentes variantes. En todos los casos es muy negativo porque constituye un camino para alimentar prejuicios, al tiempo que alimenta una visión sesgada de la realidad.
El efecto diablo o el peso del estigma
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 26 junio, 2021

El efecto diablo es un sesgo cognitivo del que muchos políticos -y sus respectivos asesores- se valen para ganar votos. También se hace uso de él en el marketing y en muchos otros ámbitos que podríamos denominar cotidianos. En algunas ocasiones se le denomina “efecto cuerno” o “efecto tridente”.

Se puede afirmar que el efecto diablo es lo opuesto al efecto halo. El primero remite a una figura que representa lo malo, mientras que el segundo alude a la aureola que llevan los santos. Tanto el uno como el otro se orientan a juzgar, tomando como base determinados prejuicios, a los demás.

En el efecto halo lo que se produce es una tendencia a juzgar de manera favorable a alguien, aunque esto no siempre corresponda con los hechos. En el efecto diablo se produce la tendencia opuesta: juzgar de manera desfavorable a alguien, aunque esto no se sustente en evidencias.

Algunos líderes pueden llegar a ser tan demonizados que es imposible evaluar sus logros y fracasos de manera equilibrada”.

-Jonathan Glennie-

Hombre hablando con su amigo

El efecto diablo

En principio, el efecto diablo tiene que ver con la inclinación a juzgar a otra persona sobre la base de un solo rasgo negativo. Ocurre cuando, por ejemplo, alguien tiene una enfermedad y entonces termina siendo catalogado como “el enfermo” y percibido solo desde esta perspectiva. Todas sus características adicionales se pasan por alto.

Otra variante del efecto diablo toma forma cuando se tiende a interpretar los actos o palabras de una persona solo desde la perspectiva más negativa posible. Si dice “Hola” lo hace porque tiene intenciones ocultas y estas son oscuras. Si se sienta, algo quiere; si se pone de pie, también.

Así mismo, en virtud del efecto diablo se tiende a juzgar a las personas en función de su apariencia física. “Si lleva el pelo azul, no puede ser buena persona”. O, si no es atractivo, de seguro es menos agradable como ser humano. O, si es obeso, significa que muy trabajador no es.

Una simplificación extrema

Este sesgo cognitivo, o, más bien, este prejuicio enquistado, solo se sustenta en una visión alienada de la realidad. Dicha visión se caracteriza por su extrema simplificación del otro. En algunos casos nace de la excesiva superficialidad para interpretar el mundo. Otras veces constituye el núcleo de un prejuicio racial, político, etc.

Hay que anotar que muchas veces el efecto diablo es fruto de un proceso espontáneo, mientras que en otras ocasiones forma parte o alimenta un plan deliberado para desacreditar a otra persona. En el primer caso, las personas no son del todo conscientes ni de las razones por las cuales demeritan a otros, ni de los efectos destructivos que esto tiene.

En el segundo caso, sí hay conciencia acerca del impacto que tiene el efecto diablo. De hecho, se le nutre y se le azuza, pues el propósito es despojar de su prestigio a alguien. Lo habitual es que ese alguien sea un obstáculo para conseguir determinados objetivos o proteger determinados intereses y por eso se emprende una cruzada simbólica contra él.

Algunos ejemplos del efecto diablo

Sin el ánimo de generar polémica sobre este personaje y más allá de lo siniestras que pudieron ser muchas de sus decisiones, Hugo Chávez fue señalado por muchos como una víctima de este efecto diablo. De hecho, el diario The Guardian hizo un análisis exhaustivo de este caso. Lo que se observó es que parecía haber un consenso por parte de la prensa para cuestionar todas sus actuaciones.

El hecho de que solo se referenciaran sus errores, de manera casi global, podría ser interpretado como una aplicación práctica del efecto halo. Además, las noticias asociadas a su gestión casi siempre iban acompañadas por fuertes descalificaciones.

Algo por el estilo sucedió en el famoso triángulo formado por Lady Diana Spencer, el Príncipe de Gales y Camila Parker. Mientras la primera era un claro ejemplo de efecto halo, como si no tuviese errores o defectos, la última era la clásica “bruja” de la historia. Sobre esta situación, en la mayoría de los casos, se informó con un elevado sesgo.

Mujer hablando

¿Cómo evitarlo?

Ni el efecto halo ni el efecto diablo son deseables. Como sesgos cognitivos que son, distorsionan la percepción de la realidad y conducen a una parcialización indebida. Toda persona gana mucho cuando es capaz de analizar la información de la que dispone de una manera crítica.

La mejor manera de evitar el efecto diablo es cuestionando la propia percepción, tanto cuando es demasiado favorable hacia alguien, como cuando es en exceso negativa. Ese extra en la percepción debe llamar la atención: tales excesos suelen ser indicadores de un error de apreciación.

Lo que sigue es preguntarse qué tan negativo ese rasgo que vemos como “imperdonable” en otro. ¿Sería igual de cuestionable si lo esgrimiera otra persona? ¿Es tan fundamentalmente “malo” lo que hace? La respuesta sincera a esas preguntas ayuda a superar la parcialización.


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  • Matute, H. (2019). Ilusiones y sesgos cognitivos. Investigación y Ciencia.

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