El árbol de los deseos, un cuento de Osho
El árbol de los deseos es uno de los cuentos más conocidos de Osho. Recordemos que fue uno de los líderes religiosos más importantes del siglo XX. Se le consideró un maestro espiritual, pese a las duras críticas que le formuló a Mahatma Gandhi y a diversos líderes de su tiempo.
Osho fue, sin duda, un personaje controvertido. Al tiempo que se le consideraba un orador extraordinario y un pensador único, protagonizó varios escándalos que aún en la actualidad pesan sobre su memoria. Se le recuerda por su gran colección de automóviles lujosos, por haber sido deportado de los Estados Unidos y por la negativa de 21 países a recibirlo en su territorio.
Para algunos héroe, para otros un villano. Sea como fuere, lo cierto es que sus enseñanzas son muy válidas, aunque él mismo pudiera haberlas trasgredido. El cuento de Osho que hoy compartimos es una muestra de que, sea como fuere, se trató de alguien dotado de mucha sabiduría.
“No prestes mucha atención al miedo, porque eso es peligroso. Si prestamos mucha atención al temor, lo estaremos alimentando, y crecerá”.
-Osho-
Un cuento de Osho
Este cuento de Osho nos dice que en el concepto de paraíso de los hindúes se cree que el edén es un lugar que está poblado por seres y posibilidades extraordinarias. Entre ellas, la de contener árboles de los deseos. Estos son seres dotados de poderes mágicos. Parecen árboles comunes y corrientes, pero tienen la facultad de conceder cualquier deseo que los mortales le pidan tan pronto como lo expresen.
Se dice que una vez existió un hombre muy prendado de lo material. Había evolucionado muy poco en el orden espiritual y dedicó todas sus preocupaciones a lo inmediato. En cierta ocasión, el protagonista de este cuento de Osho se quedó profundamente dormido. Su espíritu comenzó a vagar. No era lógico que esto le ocurriera estando vivo, pero hubo un error en el orden natural de las cosas. Por eso llegó al mundo del más allá.
De pronto el espíritu del hombre de nuestra historia se vio al frente de varios caminos. No sabía cuál tomar y simplemente decidió seguir por el que estaba más cerca. Una gran fortuna, ya que este camino conducía directamente al paraíso de los hindúes. Sin embargo, el hombre lo ignoraba.
Los deseos se hacen realidad
Según el cuento de Osho, el hombre quedó fascinado por todo lo que encontró en el jardín encantado. Le parecía bellísimo, pero no tenía la más mínima idea de que estaba en el edén. Por eso se comportaba como si estuviera en un lugar corriente. Caminó un rato y luego se sintió cansado. Entonces decidió dormir un poco. Sin sospecharlo, eligió a un árbol de los deseos para acurrucarse allí. Luego, se quedó profundamente dormido.
Al despertar solo podía pensar en que tenía mucha hambre. Entonces dijo: “Quisiera tener algo delicioso para comer. Tengo mucho apetito”. De pronto, con gran asombro, vio que ante sus ojos aparecían las más deliciosas viandas. Sin preguntarse por qué había ocurrido esto, el hombre solo quiso saciar su apetito.
Cuando terminó con la comida, sintió sed. Entonces dijo: “Quisiera tener algo para beber. Tengo mucha sed”. No había terminado de decirlo cuando aparecieron los más deliciosos vinos, los mismos que inmediatamente probó hasta quedar satisfecho.
Un final desconcertante
Saciado ya su apetito y su sed, cayó en la cuenta de que no era normal lo que le estaba ocurriendo. El cuento de Osho nos dice que fue entonces cuando el hombre comenzó a sospechar que algo muy extraño estaba ocurriendo. Empezó a sentir miedo y dijo: “¿Estaré soñando o habrá fantasmas gastándome una broma?”
Como sus palabras eran órdenes, el árbol de los deseos convirtió en realidad lo que había en la mente de aquel hombre. Entonces aparecieron un montón de fantasmas que jugaban y bromeaban con él. Por supuesto, el hombre del cuento de Osho se sintió aterrado. Entonces, sin pensar en lo que decía, señaló: “¡Son horribles! ¡Seguro me van a matar!”.
Como imaginarás, los fantasmas lo mataron. Pese a lo ingenuo del cuento de Osho, encierra una enseñanza muy cierta. Nos habla de esa magia que tienen las palabras. De cómo de alguna manera atraemos a aquello que deseamos. Así, aunque hagan falta otros ingredientes, el propio deseo ya es un viento favorable. A través de las palabras le damos forma a nuestra conciencia y a nuestra voluntad. Por eso, y aunque nos cueste creerlo, finalmente terminamos obteniendo todo aquello que habita en nuestra mente.