El camino al edén está empedrado de buenas atenciones
Muchas de las personas que acuden a consulta se suelen preguntar cuándo empezaron a dejar de disfrutar de las cosas que antes disfrutaban, por qué pasaron a ser meros espectadores de su sufrimiento o inestabilidad. Nuestra respuesta a estas preguntas está en que en la vida, las circunstancias en las que nos fijamos ocupan nuestras atenciones y nos hacen ver y crecer en esa dirección. Ser hábil o torpe en realidad, no importa. Lo único importante es prestar atención, serenarse y agudizar el oído.
Elegir a lo que prestamos atención es la base sobre la que fortificamos nuestra pirámide. Paradójicamente también es una de las grandes olvidadas, puesto que pasamos media vida con el piloto automático activado. Nuestro alrededor nos exige muchas atenciones, pero pocas veremos si no sabemos focalizar correctamente nuestra atención.
De nada nos vale pasar el día recordando aquello que nos mortifica porque así solo desviamos nuestra atención hacia una idea o situación que no está presente. De poco vale focalizar la atención sobre aquello que creemos que pasará, porque aunque llegue a pasar no será como la imaginamos. Entonces, ¿No sería mejor prestar atención a aquello que nos atañe y sobre lo que podemos actuar? ¿No será más sano utilizar nuestros recursos en algo presente y no malgastarlo en suposiciones o ideas?
Bien sabido es, que nuestro cerebro se encarga de mandarnos al día 50.000 pensamientos automáticos y repetitivos, hacer que estos no ocupen nuestra atención es fundamental para que no nos afecten. “El cerebro siempre está trabajando, aunque estés sentado sin hacer nada, y puede ser enseñado para actuar en nuestro beneficio“, ha asegurado el físico teórico Jyri Kuusela, que trabaja para la Agencia Espacial Europea (ESA) e impulsa en España la implantación del “neurofeedback”.
Según Elsa Punset, gurú de la inteligencia social: “necesitamos entrenar nuestro cerebro en positivo”. Si lo sabemos, ¿por qué no actuamos? Para reprogramar nuestro cerebro hay que empezar a trabajar la atención, o, más bien, trabajar la buena atención.
“La capacidad de atención del hombre es muy limitada, por eso debemos trabajarla y espolearla constantemente”.
-Elsa Punset-
No miréis hacia atrás con ira, ni hacia adelante con miedo, sino alrededor con atención
Hacer una cosa cada vez significa ser total en lo que haces, prestarle toda tu atención. Esta acción conecta nuestras atenciones hacia donde realmente son útiles y rentables para nuestro cuerpo y para nuestra mente.
Lo contrario es funcionar con el piloto automático, sin ser conscientes de lo que estamos haciendo mientras lo hacemos. Desconectando del presente realizando actividades rutinarias mientras deambulamos por otro lugar y otro tiempo.
Los beneficios de trabajar la atención en el presente son numerosos, como demuestran diversos estudios. Entrenar la mente para permanecer en el momento presente sin cambiar nada, con una actitud de apertura y aceptación de la realidad tal y como es provoca cambios significativos estructurales y funcionales en el cerebro en áreas asociadas con el bienestar y la felicidad.
La atención espontánea es la única que existe hasta tanto que la educación y los medios artificiales intervienen. No existe otra en la mayor parte de los animales y en los niños. Pero, fuerte o débil, siempre y en todas partes tiene por causa estados afectivos. Esta regla es absoluta, sin excepción.
A veces, uno no le presta mucha atención a aquello que no va a suceder
Había leído en alguna parte que si quieres que la gente preste atención a lo que dices no debes alzar la voz, sino bajarla: es lo que realmente atrae la atención. Puede ser que, a veces, no nos atraiga lo que es mejor para nosotros, sino aquello que desconocemos.
Unos de las cosas que todos necesitamos trabajar es saber fijar nuestras atenciones en aquello que nos sea más útil y/o mejor para nosotros, y no divagar en luchas irreales, o perdernos en nuestros pensamientos mientras dejamos que la vida se nos vaya escapando.
Las puertas de la percepción están abiertas para todos. En un mundo donde la educación es predominantemente verbal, las personas consideran imposible dedicar una seria atención a lo que no sean palabras y nociones.
Adueñándonos de nuestra atención mantendremos a raya problemas como la ansiedad y la depresión, las cuales se adueñan de nuestra mente cuando nosotros nos adueñamos de lo pasado, de lo incierto y/o de lo externo.
En un espacio vacío no puede haber un decorado. Si lo hay, el espacio no está vacío. La mente del espectador ya está poblada. Un espacio desnudo no cuenta ninguna historia. Entonces, la imaginación, la atención y el proceso de pensamiento de cada espectador están libres, no determinados.