El cerebro reptil y los líderes adictos al poder
Suele decirse que una de las necesidades más esenciales de la educación hoy en día, es enseñar a los niños a desarrollar su inteligencia emocional. Sabemos que es básico que aprendan ciencias, matemáticas, que desarrollen unas buenas capacidades lingüísticas, pero ¿Qué pasa con las emociones? ¿No es el saber escuchar con empatía una dimensión igual de importante para la vida de una persona?
Saber gestionar emociones como la rabia o la tristeza les generará herramientas útiles con las cuales, poder no solo relacionarse mejor con aquellos que le rodean, sino respetarse y respetar. Hacer de este mundo un escenario con más armonía y, sin lugar a dudas, ser más feliz.
Nunca se sabe a dónde vamos a llegar el día de mañana o qué responsabilidades vamos a tener. Todos conocemos o nos hemos topado alguna vez con esos perfiles autoritarios e intransigentes incapaces de respetar al otro. Y más aún, capaces de pisotear principios tan básicos como la integridad. Suele decirse por ejemplo, que los líderes más crueles son aquellos que suelen utilizar en mayor medida el cerebro reptil. Pero, ¿Sabes a qué nos referimos? Te lo explicamos a continuación.
EL CEREBRO REPTIL Y LAS PERSONAS CON PODER
En primer lugar hemos de saber que nuestro cerebro se estructura en tres partes diferencias, y que son resultado de nuestra evolución. Se trata de un modelo enunciado en su momento por Paul MacLean sobre el llamado “cerebro triúnico”.
Bien, según esta teoría, el cerebro ha ido añadiendo capas y capas a lo largo de la evolución, así, y de este modo, iríamos desde una parte más primitiva o reptil que compartiríamos con otros animales, hasta una capa más afinada y sofisticada resultado de nuestro progreso como humanidad.
-El primer cerebro es el complejo-R o cerebro reptil: es el más profundo, el más antiguo, él quien controla en realidad las emociones más primitivas. ¿Y cuáles son? Pues estamos hablando de la agresión, la territorialidad, la rabia, la violencia, los rituales y las jerarquías sociales
-El segundo es el sistema límbico: es esa parte tan especial de nuestro cerebro que controla nuestras emociones de socialización, de respeto, de empatía, de compasión, la consciencia de uno mismo y la consciencia de grupo. Es esta parte la que más cohesiona socialmente, la que nos diferencia de los animales y que nos permite actuar de modo más efectivo.
-La tercera parte, más nueva y superficial, es el neocórtex. Seguro que has oído hablar de él. Rige nuestras funciones superiores tales como el razonamiento, el lenguaje o la visión, actuando también como regulador de las emociones. Es él quien nos dice aquello de “contrólate, respeta a quien tienes delante. Piensa antes de actuar, cálmate”.
Pero si por alguna razón, el neocórtex no logra o no quiere inhibir estas emociones, lo que ocurre es que de inmediato damos paso a ese sótano profundo donde se esconde el cerebro reptil. Ese pozo oscuro donde asoma la violencia, la falta de respeto, el orgullo, la agresividad y la hostilidad.
¿Qué significa esto? Que todos conocemos ejemplos de personas que se rigieron o se rigen por el cerebro reptil. Líderes adictos al poder que desarrollaron un escenario casi tribal de guerras donde mantener dicha jerarquía social, donde defender la territorialidad y sus propios principios al son de la violencia.
Personalidades que, lejos de controlar sus emociones, de racionalizar su rabia para buscar el origen o de templar sus ansias de violencia, simplemente, se dejaron llevar. Si a ello le sumamos un contexto social propicio para que salte la chispa encendida por un líder carismático, los resultados pueden ser nefastos.
A pequeña escala, es posible que hasta tú mismo conozcas algún líder adicto a su posición, que es incapaz de ver o acercarse a las necesidades de quienes trabajan con él. O puede que no sea ese jefe de tu empresa. Puede que sea ese amigo, ese familiar… esa persona que se deja llevar por lo irracional en un momento dado, que es incapaz de gestionar sus emociones, y de ver las de aquellos que están junto a él.
De ahí la necesidad de educar en valores. En Inteligencia Emocional. Hemos de dar luz verde a ese neocórtex y a nuestro sistema límbico, ahogando para siempre ese cerebro antiguo y tribal de nuestro pasado.
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