El círculo del 99, una inspiradora historia
Había una vez un reino muy lejano que estaba dirigido por un soberano triste. Él mismo no entendía las razones de su melancolía, hasta que uno de sus sabios le hizo ver que todo se relacionaba con el círculo del 99. Sería una lección que jamás olvidaría.
Todo comenzó una mañana cuando el rey, en medio de su tristeza, vio entrar a uno de sus sirvientes. El humilde hombre sonreía y tarareaba una canción, con gran entusiasmo. El soberano cayó en la cuenta de que este servidor siempre estaba feliz y sintió curiosidad. ¿Cómo un sirviente se sentía dichoso y él, siendo el rey, no hallaba sosiego?
“El verdadero progreso social no consiste en aumentar las necesidades, sino en reducirlas voluntariamente; pero para eso hace falta ser humildes”.
-Mahatma Gandhi-
Se lo preguntó al hombre: “¿Por qué te sientes tan feliz ? ”. El sirviente no sabía qué contestar. “¿Por qué no?”, respondió al fin. “Vivo en palacio, sirviendo al ser más poderoso del reino… Tengo lo que necesito… Una casa cómoda, una esposa fiel, unos hijos sanos… ¿Qué más desearía? No veo por qué no deba estar feliz con esta vida que llevo…”
El rey se molestó. No le creía ni una palabra. ¿Cómo iba a ser feliz un hombre que apenas tenía una casa modesta y una alimentación muy inferior a la suya? Amenazó con decapitarlo si no le revelaba el secreto de su felicidad. El sirviente se excusó y le pidió perdón si lo había ofendido. En realidad, no tenía cómo responder.
El sabio y el círculo 99
Por fin, el rey le dijo a su sirviente que se fuera. Casi no toleraba esa sonrisa que no se apagaba con nada. Ni siquiera la amenaza de muerte lo había turbado realmente. Cuando el humilde hombre ya había salido, mandó llamar inmediatamente a los sabios de palacio. Necesitaba descifrar ese enigma.
Cuando los sabios estaban reunidos les ordenó decirle por qué el sirviente era feliz con esa vida miserable y en cambio él no lograba dejar de estar triste. Uno de los sabios tomó la palabra y dijo: “Es sencillo. El sirviente es feliz porque aún no conoce el círculo del 99”. El rey se mostró intrigado . ¿Qué era eso que llamaban el círculo del 99?
El sabio entonces le dijo que era inútil explicar con palabras el significado del círculo del 99. Lo mejor era que lo comprobara con sus propios ojos. Solo era necesario reunir 99 monedas de oro puro. Él le mostraría cómo al entrar en el círculo del 99, quien era un hombre feliz, se convertiría en un ser desdichado. El rey aceptó la prueba.
La entrada en el círculo del 99
El rey mandó reunir las 99 monedas de oro macizo, las más valiosas que había en el reino. Junto con el sabio las pusieron en una bolsa y las llevaron, a hurtadillas, hasta la casa del sirviente. Las dejaron en la puerta, junto con un letrero: “Este es un premio por ser un servidor fiel y abnegado. Disfrútalo”. Luego se quedaron escondidos para observar lo que ocurría.
El sirviente salió de pronto y vio la bolsa. Se sorprendió. Miró a lado y lado y luego entró a su casa intrigado. El rey y su sabio lo observaban desde fuera, sin ser vistos. El humilde hombre tomó las monedas y las desparramó sobre la mesa.
No podía creer en lo que estaba viendo. Luego, se dispuso a contar su nueva fortuna. Armó montoncitos de 10 monedas. Al llegar al último montón, pensó que algo andaba mal. Este no tenía 10 monedas, sino 9.
La trampa del círculo del 99
El sirviente pensó que se había caído una moneda. La buscó por todos lados, pero no la halló. Luego dijo en voz alta: “Alguien vio el paquete y robó una moneda”. Se veía ofuscado y comenzó a hacer cuentas: ¿cuánto tiempo tardaría en conseguir una moneda para completar cien? Hizo sumas y restas.
Trabajando normalmente, tardaría unos cinco años. Pero, ¿y si conseguía un ingreso adicional? Tal vez reduciría esos cinco años a solo dos. ¿Y si le pedía a su esposa que también trabajara en algo adicional? Es posible que en apenas un año lograra su objetivo…
Desde entonces, el sirviente se volvió muy caviloso y desconfiado. Sospechaba de todos en palacio. Pensaba que cualquiera de ellos le había robado la moneda que, según él, faltaba en su fortuna. También temía que lo volvieran a robar.
No cesaba de hacer nuevos y nuevos planes para completar sus cien monedas. Estaba atrapado en el círculo del 99. Ya nunca pensaba en lo que tenía, sino en lo que le faltaba. El sabio tenía toda la razón.