El curioso fenómeno de la felicidad por comparación
¿Qué te parecería si, mañana, te ofrecieran un aumento de salario en tu puesto de trabajo? Seguramente te sentirías feliz, dichoso y afortunado. Pero, ¿qué ocurriría si a tus compañeros les ofreciesen el doble? Tu satisfacción se transformaría, en un abrir y cerrar de ojos, en decepción, frustración y rabia. Y es que, nos guste o no, la realidad es que los seres humanos obtenemos la felicidad -y su antítesis- por comparación.
Un fenómeno al que no siempre tenemos en cuenta. Por otro lado, cuando caemos en su fuerza, puede hacernos sentir vergüenza. A ninguno de nosotros nos resulta fácil reconocer que no queremos tener más, sino más que nuestro prójimo. Pero esto es algo que diversos estudios han confirmado a lo largo del tiempo.
La felicidad por comparación, presente en nuestro día a día
Este sentimiento puede surgir en una etapa temprana de nuestra vida y acompañarnos durante años. Cuando a dos hermanos se les da un pedazo de pastel muchas veces su mayor preocupación no es disfrutarlo, sino comprobar si el trozo de su hermano es de mayor tamaño. De igual forma, obtener una baja calificación en la escuela no es tan terrible si a nuestros compañeros les fue peor; y ese juguete de moda se disfruta más si somos el único que lo tiene.
Evidentemente esto no sucede con todas las personas y en todas las situaciones, pero sí es una tendencia extendida. Además, si nos analizamos, podremos comprobar fácilmente las numerosas veces que nosotros mismos hemos caído en este tipo de razonamiento.
Por ejemplo, si ahora nos preguntasen qué necesitamos para ser felices, las respuestas podrían ser variadas. Tal vez afirmemos que precisamos un mejor trabajo para sentirnos bien. Sin embargo, esa dicha se desvanecerá si quienes nos rodean obtienen un empleo mucho mejor, con mejores condiciones que el nuestro.
Del mismo modo, quizá pensemos que necesitamos una pareja para alcanzar la plenitud. Pero esta emoción no aparecerá si cada día comprobamos que las relaciones de los otros son más amorosas, pasionales o comprometidas que la nuestra. Por suerte o por desgracia, siempre nos medimos con un marco de referencia, y es nuestra posición en el mismo la que determinará nuestro grado de felicidad.
Un fenómeno establecido
Las anteriores pueden ser solo observaciones puntuales y poco rigurosas, aunque todos podemos comprobarlas en cualquier momento. Sin embargo, se han realizado diversas investigaciones al respecto de este fenómeno, arrojando interesantes resultados.
Por ejemplo, en la Universidad de Warwick (Inglaterra) se realizó un estudio con más de 80.000 participantes en el que se medía la satisfacción vital en función de los ingresos económicos. A priori, el sentido común podría dictarnos que aquellos con un mayor poder adquisitivo gozarían de niveles más altos de felicidad. Pero los resultados no apoyaron esta hipótesis.
La realidad es que tantos “ricos” como “pobres” presentaban niveles similares de insatisfacción. Y esto es debido a que no medimos nuestra dicha en valores absolutos sino relativos. Así, ni los ricos ni los pobres sobresalían especialmente de su grupo de referencia por lo que su felicidad tampoco era sobresaliente. Ninguna mansión ni coche de alta gama nos satisface si todos nuestros vecinos también lo poseen.
Compárate contigo
Esto ha sido corroborado en diversas situaciones. Por ejemplo, las personas afirmaron preferir cobrar 600 euros al mes si los demás cobraban 300, que ganar 4 000 si el resto obtenía 8 000. Del mismo modo, en otra encuesta se preguntó a varias personas si aceptarían un pequeño aumento de sueldo a cambio de que sus compañeros obtuvieran un gran aumento, y la mayoría rechazó la propuesta.
Es este mismo razonamiento el que hace que, durante las etapas de crisis económica, la autopercepción de las personas no empeore. Esto es porque también se percibe la situación y las oportunidades del resto como más precarias.
Aunque pueda resultarnos sorprendente, la felicidad por comparación está presente en nuestras vidas. Y realmente no es extraño considerando que vivimos en sociedades individualistas y competitivas. La presión por cumplir las expectativas, por alcanzar la perfección, parece reducirse cuando nuestro entorno tampoco lo logra.
Aun así, esta es una actitud perjudicial que nos conduce a emociones negativas tales como la envidia o la insatisfacción crónica. Por ello, tratemos de enfocarnos más en nuestros propios deseos y metas y dejemos de lado las comparaciones.
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- Boyce, C. J., Brown, G. D., & Moore, S. C. (2010). Money and happiness: Rank of income, not income, affects life satisfaction. Psychological science, 21(4), 471-475.
- Martínez, L. M. R. (2005). Celos y envidia: emociones humanas. UNAM.