¿Cómo afrontar la insatisfacción crónica?

Ante la insatisfacción, puedes optar por dos caminos: quejarte o cambiar tu realidad. Explora las causas de la insatisfacción crónica y cómo afrontarla.
¿Cómo afrontar la insatisfacción crónica?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 27 junio, 2018

Muchas personas no reflejan un nivel de satisfacción vital acorde con sus condiciones de vida. Podríamos decir que tienen sus necesidades cubiertas y aun así es muy complicado ver dibujada en su rostro una sonrisa. Hablamos de una insatisfacción crónica.

Y es que vivir en la queja es uno de los grandes males, y también tentaciones, del siglo XXI. Frente a esta realidad, hay dos enfoques diferenciados. Uno de ellos nos dice que debemos aceptar completamente nuestra situación. Todo está en nuestra cabeza, nos cuentan; afrontar la insatisfacción crónica es, por tanto, cuestión de aprender a ser felices con lo que tenemos.

El otro enfoque es totalmente contrario. Si te sientes insatisfecho con tu situación, ¡cámbiala!, nos dicen. Ponte un objetivo, trabaja duramente para conseguirlo, y cuando lo alcances, estarás bien. Pero, ¿y si te dijera que la clave para afrontar la insatisfacción crónica es una mezcla de estas dos aproximaciones?

¿Por qué se produce la insatisfacción?

Todos nos hemos sentido insatisfechos con algo en determinados momentos. Ninguna persona tiene una vida perfecta. Sin embargo, el problema viene cuando esta sensación domina el día a día.

Por lo general, la insatisfacción crónica tiene que ver con dos elementos: no aceptar la realidad y no trabajar de manera activa para cambiar lo que no nos gusta. El secreto que mucha gente desconoce es que ambos elementos son cruciales para sentirnos bien. Aplicar solo uno de los dos es una receta para el agobio, la depresión o las emociones desagradables.

Chico insatisfacción crónica

¿Qué ocurre si solo aceptas el presente?

Imaginemos por un lado que solo tratas de aceptar lo que te ocurre. A pesar de que hay elementos en tu vida que no te gustan nada, decides dejar de preocuparte por ellos. Al fin y al cabo, disfrutar del presente tal y como viene es una de las claves de la felicidad.

Así, te obligas a despreocuparte por lo que te desagrada. Si tu jefe te trata fatal, tú pones la otra mejilla. Si no tienes los suficientes recursos como para tener hijos, renuncias a tenerlos. ¿Cómo crees que te sentirías al cabo de un tiempo actuando así?

Es probable que termines con la sensación de que no controlas tu vida. Te sientes como un barco a la deriva, y con razón. La aceptación es una herramienta muy poderosa, pero solo en dos vertientes: como punto de partida para el cambio (si no acepto un problema, va a ser complicado que me ponga manos a la obra para solucionarlo) y como una forma de asimilar aquello que no puedes modificar.

Por otro lado, es probable que resignarte frente a todo lo que te disgusta, haciendo una falsa aceptación, termine por generarte un gran malestar, basado en la disonancia cognitiva.

Actuar, sin aceptar lo que ocurre, ¿es la clave?

Tomemos ahora el ejemplo contrario. Imagina que detestas tu situación actual y decides poner manos a la obra para cambiarla. Sin embargo, no aceptas que tú tienes una parte de responsabilidad porque ha habido muchos momentos en los que igual te ha faltado tacto.

En este momento, podrás ponerte manos a la obra para generar un cambio. Pero, sin aceptar tu parte es mucho más complicado que el esfuerzo que hagas tenga el efecto que buscas. Así, la falta de honestidad contigo mismo te llevará a tomar decisiones erróneas, que te alejarán cada vez más de lo que quieres.

¿Cómo afrontar la insatisfacción crónica?

Si estás descontento con tu situación actual, la solución pasa por mezclar las dos estrategias anteriores. Para estar realmente bien, es tan necesario aceptar lo que nos ocurre como trabajar activamente para cambiarlo. Aunque esto pueda sonar contradictorio, un ejemplo te ayudará a entenderlo.

Mujer pensativa

Imagínate que tienes un Índice de Masa Corporal (IMC) alto y te gustaría reducirlo. Además, realmente crees que serías más feliz si estuvieses más en forma. Pues bien, el primer paso es reconocer, en un diálogo sincero contigo mismo que tienes este deseo. O que no lo tienes, en el caso de no tenerlo. En cualquiera de los dos casos, negarlo solo te servirá para adoptar estrategias que no te ayudarán.

Pero por otro lado, comenzar a hacer dieta y ejercicio, mientras te autotorturas por haber llegado a este punto, tampoco te va a ayudar. Hacerte sentir mal a ti mismo es una piedra contra la propia motivación. Por lo tanto, si te quieres de verdad, ¿qué haces?

  • En primer lugar, acepta que no te gusta tu cuerpo (o sí, en caso de que sí). Tienes IMC alto, y te gustaría estar en forma.
  • Una vez que lo has reconocido, asegurarte de que tu situación actual no te define. Lo que importa es lo que hagas para cambiarla.
  • Después, marca una meta y empieza a trabajar para conseguirla. En este caso, podrías cambiar por ejemplo tu forma de alimentarte, o empezar a hacer ejercicio regularmente. Lo mejor es que cuentes con la ayuda de alguien que sepa y quiera ayudarte.
  • Durante todo el proceso, observa de manera objetiva lo que funciona y modificas lo que no lo haga. Todo ello, recordándote que no pasa nada por avanzar lento, retroceder en algún punto, o incluso tirar la toalla cuando haga falta.

Si aplicas estos cuatro pasos, la insatisfacción crónica desaparecerá. Solo recuerda que aceptar la situación y trabajar para modificarla son dos pasos de un mismo camino. Difícilmente se puede establecer un plan de acción inteligente si antes no se ha analizado y aceptado la situación presente.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.