El día que comencé a quererme
El día que comencé a quererme pude ver todas esas cosas que me perdía cuando no me tenía en cuenta. Aspectos que tenía guardados en mi interior y que nunca llegué a imaginar. Me di cuenta de lo valiosa que era y sobre todo que tenía que decírmelo. El día que comencé a quererme pude verme a través del espejo y curiosamente, me gustó lo que este me devolvía. Y a partir de ahí, fui consciente de lo importante que soy para mi.
El día que comencé a quererme me di cuenta de que no necesitaba a nadie y desterré el miedo al abandono y al rechazo. Porque a los demás no los necesito sino que los prefiero a mi lado. Desde entonces aprecio mucho más a toda la gente que me rodea. Ahora tengo claro que ellos no llenan ningún hueco porque si algo me falta no se completa con lo de fuera sino con lo de dentro. Las relaciones no cubren vacíos, simplemente acompañan, regalan afecto y crean momentos.
Mi ritmo de vida cambió el día que comencé a quererme. Pasé de estar de puntillas a toda velocidad a estar presente con los pies en suelo. Ahora disfruto el momento y en lugar de no esperar, vivo la espera haciéndola intensa y mucho más divertida. Justo ese día mi visión del amor también cambió. Ahora sé que amar también es aceptar los fallos y saber rectificar y que quererse a uno mismo de algún modo, implica soportase y darse cuenta de que no somos perfectos. De hecho, me percaté de que el amor propio requiere de un gran trabajo a largo plazo.
El día que comencé a quererme empecé a apostar por mi para no dejarme de lado. Además, ese mismo día comprendí que mis decisiones son las que me han llevado al lugar en el que estoy hoy y me gusta, con mis pros y mis contras, pero me gusta dónde estoy y por supuesto cómo soy.
Comencé a quererme y de repente pude querer y encontré la libertad y la paz dentro de mi.
Buscar fuera a veces no es la solución
Quererme es la mejor decisión que he tomado. Gracias a ella sé que solo cuando se hayan acabado las construcciones, los arreglos y las reformas internas, podré salir a buscar materiales fuera. Es fundamental tener todo bien amueblado y sin ningún tabique roto. Mis pensamientos y emociones, todas mis conductas son las que me hacen ser como soy junto a lo que me rodea. Por eso, cuando algo va mal tengo que mirar primero dentro y luego, fuera.
Quizás buscar fuera algo y no encontrarlo es una señal de que estoy buscando en el lugar equivocado. A veces desistir también sirve. Comenzar a quererme me lo ha enseñado. Y no solo eso, sino también que me queda mucho camino por recorrer. Pero no importa porque tengo la mejor motivación: ser la mejor versión de mi misma, es decir, practicar el amor propio todo los días de mi vida.
“Usted mismo, tanto como cualquier otro en el universo entero, merece su amor y afecto”.
-Buda-
Quererme no es ser egoísta
Quererme no es egoísta, ni narcisista, sino simplemente un aspecto fundamental que me impulsa a darme cuenta de cómo soy realmente y que me ayuda a ser feliz. Porque si me quiero, no necesito ser superior, ni competir; tampoco ser la mejor sino simplemente mejorar y avanzar hacia mis metas.
El día que comencé a quererme lo disfruté y desde entonces, vivo con ganas. Me quiero sí y lo digo bien alto. No me da miedo, me protejo y me dejo llevar, aprecio lo de fuera todavía más y disfruto estando rodeada y siendo querida, pero no porque me sienta menos y lo necesite, sino porque lo disfruto y experimento con intensidad.
El día que comencé a quererme fue mágico. Solo deseo que te llegué a ti para que empieces a sentir lo magnifico o magnifica que eres; para que descubras todo lo que tienes dentro y que no muestras por miedo y sobre todo, lo que puedes disfrutar de tu propia compañía. Yo ya comencé a quererme, y tú ¿estás preparado?