El extraño caso de Genie

El extraño caso de Genie
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 28 marzo, 2018

Genie, o Susan M. Wiley, es una de las personas que forma parte de la lista de los llamados “niños ferales” o “niños salvajes”. Desde hace varios siglos se ha documentado la aparición de estos pequeños y alrededor de ellos se han tejido muchos mitos. Se dice que han sido criados por lobos, por perros, por cabras, pero nada esto se ha documentado por completo.

Lo que sí se sabe es que todos estos niños ferales vienen del abandono o de severas formas de aislamiento y por eso adquieren características que muchos denominan como “salvajes”. Su desarrollo se ha dado por fuera de la sociedad humana y por eso presentan comportamientos distintos a los de la especie.

El caso de Genie

El caso de Genie es uno de los mejor documentados que existe hasta hoy. Fue una niña nacida en 1957, en un suburbio de California. Vivía con sus padres y con un hermano, en un ambiente bastante sórdido. Su padre y su madre tenían pleitos que incluían violencia física; Clark, el padre, sufría de depresión; e Irene, su madre, tenía un problema de ceguera progresiva.

La niña nació con una dislocación de cadera y tardó bastante tiempo en hablar. A los 20 meses, un médico diagnosticó que podría tener retardo mental. Eso hizo entrar en pánico a su padre, quien pensó que las autoridades podrían quitarle a su hija. Por eso decidió aislarla.

Genie mirando

Entre los dos y los trece años de edad, Genie no tuvo contacto alguno con el mundo exterior. Fue enclaustrada en una habitación sellada, sin ningún objeto en las paredes, y atada a un orinal. En la noche era encerrada y atada en una jaula. Su único vínculo con el mundo era su padre. Tenía prohibido emitir cualquier tipo de sonido y si lo hacía, Clark la golpeaba o le ladraba como si fuera un perro para asustarla.

Los demás habitantes de la casa también permanecían aislados, pero tenían permisos salir de vez en cuando. El padre los vigilaba desde una silla, con una pistola cargada en la mano. Todos tenían prohibido hablarle a Genie, incluso la madre.

El mundo exterior

A mediados de los años setenta, Irene, la madre de Genie, huyó de la casa con sus dos hijos y pidió ayuda en los servicios de asistencia social.

La persona que los recibió notó que la niña presentaba un comportamiento demasiado extraño y que apenas podía pronunciar algunos sonidos; también caminaba de una forma anormal. Por eso reportó el caso y Genie quedó bajo la custodia del Estado.

En el Hospital Infantil de California comenzó un largo y accidentado tratamiento, además de un fuerte debate. Con el tratamiento se pretendía que aprendiera a hablar y a socializar; el debate giraba en torno al efecto de la socialización sobre el desarrollo del cerebro. En el caso de Genie, era como si le hubieran extirpado el hemisferio izquierdo.

Fue una de los investigadores quien le dio a la niña el nombre de “Genie”, haciendo alusión a que era como, en la Lámpara de Aladino, un genio que quería salir. Esta investigadora la llevó a su casa para que viviera en un medio adecuado y luego quiso adoptarla. Las autoridades se negaron, a pesar de que la niña mostraba grandes señales de mejoría.

Genie aprendiendo

Así, la retornaron al hospital; luego le devolvieron la custodia a la madre y después pasó por seis hogares sustitutos. Su proceso de desarrollo se detuvo, e incluso en algunos momentos involucionó. Finalmente, quedó a cargo de una institución para adultos con discapacidades cognitivas, pero una orden judicial impide dar mayor información acerca de ella.

Imagen cortesía de Brittanie Pendleton.


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