El I Ching, mucho más que un oráculo
El I Ching es uno de los libros más antiguos de la humanidad y de los que se conservan en China. Se estima que fue escrito unos 1.200 años antes de nuestra era y que es de procedencia taoísta. El nombre en español significa ‘libro de las mutaciones’.
En Occidente, se popularizó el I Ching en su faceta de oráculo. Sin embargo, más que un texto adivinatorio, se trata de una guía moral y de un tratado filosófico y cosmogónico. Su función no es tanto predecir, sino más bien llamar a la reflexión y aportar elementos para decidir sobre la base de la intuición.
“El porvenir es tan irrevocable / Como el rígido ayer. No hay una cosa / Que no sea una letra silenciosa / De la eterna escritura indescifrable / Cuyo libro es el tiempo”.
-Jorge Luis Borges, Poema para la versión del I Ching de Richard Wilhelm-
Ahora bien, lo que ha llegado hasta nuestros días no es el I Ching original. Este sufrió varias transformaciones a lo largo del tiempo. Se suprimieron y se adicionaron textos, principalmente para hacerlo más comprensible y enriquecerlo. Profundicemos.
¿Qué es el I Ching?
La elaboración del I Ching partió de la idea de que lo único constante en el mundo y en la vida es el cambio. Así mismo, se parte del principio de que todo lo que una persona haga puede suscitar cambios en el universo. Lo que no hacemos también está incluido allí.
De la misma manera, plantea el principio opuesto. Es decir que nada de lo que hagamos o dejemos de hacer es tan importante como para alterar el curso esencial del universo. Es posible que modifique las cosas más fáciles o más difíciles, pero no llega a cambiarlas de manera fundamental.
El I Ching, o libro de las mutaciones, pretende principalmente suscitar reflexiones en torno a quiénes somos, cómo nos sentimos y de qué forma podemos actuar para armonizarnos con el universo. Esto se logra mediante mensajes que están cifrados hasta cierto punto y que cada persona debe interpretar. Su propia interpretación marca el rumbo a seguir.
La ambigüedad y la incertidumbre
El I Ching no se puede ver como un libro de adivinación en estricto sentido, pues no parte de la idea de un destino ya escrito. Todo lo contrario. Se le consulta para esclarecer lo que se debe hacer en determinadas circunstancias. Esto significa que, finalmente, es el consultante quien debe tomar una decisión, con base en el oráculo.
Las respuestas que ofrece el I Ching no son absolutas. No le puedes preguntar, por ejemplo: “¿Ganaré el concurso al mejor jardín por el bello trabajo que he hecho?” Frente a una pregunta así no vas a encontrar respuesta en el texto, porque lo propio de este oráculo es responder en términos de incertidumbre.
Hay quien explica esta ambigüedad con ejemplos como el siguiente. Cuando alguien tiene un hijo adoptado, esa persona ¿tiene hijos o no los tiene? Las preguntas más profundas y valiosas no tienen respuestas contundentes y esto es lo que se remarca en el libro de las mutaciones.
Por lo tanto, para consultar el I Ching no solo es necesario aprender a interpretar sus respuestas, sino también, y fundamentalmente, tener los elementos para formular las preguntas adecuadas. De lo contrario, no hay ningún provecho en la consulta.
Carl Jung y el I Ching
Carl Gustav Jung utilizó con frecuencia el I Ching. Lo veía como un medio para acceder a contenidos inconscientes, que resultaba muy válido en el marco de su psicoanálisis. De hecho, Jung escribió el prólogo a la traducción más clásica del libro de las mutaciones, tarea que llevó a cabo Richard Wilhelm.
Para muchos teóricos, el concepto de “sincronicidad” de Jung guarda estrecha relación con las experiencias que tuvo con el I Ching. Según ese concepto, nada de lo que sucede en la realidad es fruto de la casualidad. Hay unas líneas invisibles que conectan unos hechos con los otros y dan como resultado cada realidad, tal y como se presenta.
Para Carl Jung, una de las formas de acceder a la comprensión de esa sincronicidad era el I Ching. El libro de las mutaciones permite conocer el cómo y no el qué. También permite acceder al para qué y no al por qué. Consultándolo adecuadamente, lo que parece disperso en nuestra vida, finalmente se conecta y tiene un sentido.
El I Ching no se puede leer como un libro corriente, pues tiene la estructura de un oráculo. A la vez, es posible leerlo mil veces y siempre parece un libro diferente. Bien empleado suele aportar elementos importantes para aclarar las ideas.
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- Cleary, T. (2005). I Ching/I Ching: El libro del cambio/The Book of Change. Edaf.