El momento de volar
Maharat había cumplido 22 años de edad y soñaba con viajar y aventurarse en países lejanos. Su madre, en su deseo de protegerle, trataba de borrar sus anhelos con toda clase de argumentos y manipulaciones que lograban paralizar su entusiasmo. El joven vivía en una constante frustración, ya que amaba a su madre y se encontraba atado a su criterio y costumbres. Un día, preso de dudas y cavilaciones, decidió ascender a la montaña para reflexionar acerca de las cadenas familiares que le torturaban. Allí sintió sueño, cerró los ojos, y en su mente comenzó una extraña escena:
Una especie de gallinácea, que a todas luces no poseía el don del vuelo, estaba incubando un huevo de otro pájaro que había encontrado en su nido. El pichón salió y, pasado un tiempo, le preguntó a su madre:
–¿Cuándo volaré?, a lo que ella contestó:
–¿Para qué quieres volar?, ¿no ves lo bien que vivimos como estamos? Además, si vuelas yo no te podré cuidar, y más allá de esta tierra hay muchos peligros desconocidos. Cuando Maharat despertó se sentía desconcertado y extrañamente aliviado. Mientras bajaba la montaña escuchó las notas de un laúd y un canto alegre que decía:
“Si quieres vivir como las águilas, no vivas entre gorriones”.
(El vuelo de las águilas)
No detengas tus sueños por los miedos de los demás; incluso, los de tu propia familia. El único frustrado serás tú mismo. Recibe los consejos del mejor modo posible, pero manéjalos como consejos (orientaciones de vida) y no como imposiciones. El que quiera rosas, tendrá que aprender a caminar entre espinas, dice un viejo adagio.
Hay que aspirar a volar alto y tú nunca vas a encontrar todas las condiciones de vida a tu favor. Siempre habrá más de un “pero”. No obstante, parte del juego de la vida es ser recursivo y tener claros los fines a los que deseamos llegar.
El miedo a uno mismo y a los demás
No es un secreto para nadie que la vida no es fácil y que son muchos los momentos en los que debemos tomar decisiones que implican riesgos o sacrificios, bien por la felicidad individual o por el bienestar colectivo.
La vida nunca avisa cuándo será la hora ni cuándo el momento. Las mejores oportunidades, muchas veces se presentan en la época menos esperada.
Es de vital importancia saber identificarlas y sacarles el mejor provecho posible, porque nadie sabe si van a volver a repetirse y de qué forma.
Como dice el poema Instantes, “hay que viajar más liviano y comer más helados y menos habas”. Hay que ser más “tonto” de lo que se ha sido, en el buen contexto de la palabra.
Sin duda, la oportunidad que perdiste hoy podrá ser el mayor remordimiento del mañana. Y el tiempo es implacable. Por eso, tarde o temprano, nos demostrará si tuvimos la razón en quedarnos quietos o en hacer algo por mejorar nuestras vidas.
El carácter y el criterio
Aquí se pone a prueba tu carácter y tu criterio, en el sentido de que es tu deber escuchar de buena gana y con atención los consejos que las demás personas te brinden. Pero también es tu deber decidir, más con la razón que con el corazón.
Hay un momento para todo: un momento para reír y un momento para llorar, un momento para ser cuidado y un momento para volar.
Nadie progresará en su vida, si no toma riesgos. Casi siempre se debe perder algo para lograr otra cosa. Y lo mejor, para estos casos, es ver los esfuerzos y los momentos de duda como una inversión, no como un gasto o una pérdida. Conforme sea tu sensatez para cotejar y juzgar las variables de tu vida, así mismo será tu nivel de felicidad en la misma.
La consigna: siempre arriesgarse con sensatez y prudencia. No se trata de perderlo todo en un instante, ni de ganarlo todo de la noche a la mañana. Se trata de ir creciendo, poco a poco, como persona y como ser humano, día tras día.
El desprendimiento es difícil, pero necesario. Si quieres lograr éxitos en tu vida, conviene que tengas en cuenta las enseñanzas del “vuelo de las águilas” y las que la misma vida te vaya aportando. El aprendizaje nunca termina y nadie lo sabe todo.
Imagen cortesía de Flying high