El problema del mal: conciliar la existencia del mal con la de un dios benevolente

Reconocemos el mal cuando lo vemos, pero, alguna vez, ¿nos detuvimos a pensar qué es?, ¿por qué existe? En este artículo exploraremos estas cuestiones desde una perspectiva filosófica.
El problema del mal: conciliar la existencia del mal con la de un dios benevolente

Escrito por Jennifer Rojas

Última actualización: 14 septiembre, 2023

El mal es algo que vemos, percibimos y experimentamos en nuestro día a día. Solemos atribuir los calificativos de malo, malicia, malignidad y perversidad para una multitud de situaciones y sucesos. Sin embargo, ¿qué es el mal?, ¿cuál es su naturaleza?, ¿cómo podemos abordarlo? En este artículo abordamos estas cuestiones y, en particular, por qué es un problema en sí.

La filosofía, entre otros temas, reflexiona sobre el mal y su naturaleza. A pesar de ello, hay una relación entre esta y la teología, cuyo nombre es teodicea. Esta se encarga del estudio de la existencia de Dios mediante argumentos racionales, de acuerdo con la definición de la Real Academia Española.

A continuación, compartimos la explicación filosófica y teológica que algunos pensadores plantean sobre el problema del mal.

¿A qué llamamos el problema del mal?

En primer término, se sostiene la incompatibilidad entre la existencia del mal en el mundo con la de un dios todopoderoso y bondadoso. Según el Diccionario Interdisciplinar Austral, existen dos maneras de presentar este problema. El primero es a partir de un argumento global y el segundo de un argumento local.

Así, la conceptualización inicial sostiene que es suficiente con un solo mal, sea del tipo que sea, para probar que Dios no existe. En este razonamiento, el mal es considerado de manera universal porque engloba a todo tipo de calamidades, de ahí su nombre.

Por su parte, el argumento local sostiene que hay ciertos tipos de males que evidenciarían la no existencia de Dios. A diferencia del anterior, el mal y Dios pueden coexistir. Sin embargo, se produce una clasificación de males donde se incluyen los injustificables, los gratuitos y los horrendos.


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¿Cómo conciliar la existencia del mal con la existencia de un dios benevolente?

De manera probable, en más de una ocasión nos habremos preguntado: ¿por qué existe el mal? Desde un punto de vista teológico es inconcebible la existencia de Dios y el mal al mismo tiempo.

No obstante, como se menciona en la Revista de Filosofía Tópicos, es posible conciliar el bien y el mal. El filósofo al que hizo referencia el artículo, y que trabajó este tema, fue Agustín de Hipona, un teólogo y filósofo cristiano.

Al respecto, Hipona sostenía que el bien y el mal armonizan de una manera estética. Es decir, no podemos considerar bello un mundo en donde solo reine el bien. Es necesaria la presencia del mal para formar un mundo ordenado y equilibrado. En esta perspectiva, el bien y el mal son opuestos necesarios para producir armonía en el universo.

De este modo, el principio estético del mundo realza la belleza. Aquello significa que el mal potencia lo bello por contraste: si veo lo malo, lo bueno será mejor apreciado y considerado.

La razón por la que existen cosas malas, según el filósofo, no se debe a un defecto en la obra creadora de Dios. En su lugar, hay que considerar que la totalidad de las cosas buenas y malas hace la perfección de la obra divina. Por lo tanto, el bien y el mal son obra de Dios.

Otra solución al problema del mal: el mejor de los mundos posibles

Continuando con la perspectiva teológica y filosófica, un trabajo publicado por la Revista Albertus Magnus ilumina sobre otras posibles interpretaciones y soluciones al problema del mal. Una de ellas es la de «el mejor de los mundos posibles», propuesta por el filósofo Gottfried Leibniz.

Según esta matriz de pensamiento, este mundo en el que vivimos, con sus horrores y sus bellezas, es el mejor que Dios pudo crear. Bajo su perspectiva, un mundo mejor que el que conocemos es imposible.

Esto ha generado diversas críticas, sobre todo, relacionadas con un conformismo y justificación del mal, ya que, de ser así como sostiene Leibniz, no tiene sentido luchar contra el mal, porque debemos aceptarlo de manera irremediable.

Búsqueda de sentido del mal

Otra dimensión intenta no quedarse en la negatividad del mal, sino mirarlo desde un aspecto positivo. De esta forma, el mal puede considerarse como una prueba de Dios para purificar el alma y el espíritu de las personas. Es una especie de suceso que ocurre para que nuestro tránsito por la vida nos deje enseñanzas y una transformación interior.

La naturaleza del mal

Podemos preguntarnos de dónde proviene el mal o cuál es su naturaleza. De manera cotidiana, asociamos este término con lo malvado o lo maligno; no obstante, ¿realmente es así? Al respecto, un trabajo publicado por la Revista Filosofía UIS sostiene que el mal puede ser considerado de dos formas: en sentido amplio o estricto.

El mal, como aspecto amplio, es aquel que ocurre de forma independiente de la voluntad humana. En otras palabras, el hombre no lo puede controlar y tampoco él es su causa.

Dentro de esta categoría, se incluyen las catástrofes naturales que son producto de la actividad terrestre. De igual manera, abarca aquellas acciones que no fueron realizadas con maldad o mala intención. Entonces, se trata de razones y consecuencias accidentales y no intencionales.

Por el contrario, el mal estricto es aquel que incluye las acciones de naturaleza moral despreciable. Es decir, son realizadas por seres humanos de manera intencional, con el fin de causar daño a otros. Según Hannah Arendt (Wagon, 2019), este mal es una condición humana común y normal. Por lo tanto, el mal sería una característica inherente al ser humano.

El mal moral

La idea del mal, como condición natural del hombre, se conecta desde una perspectiva ética y moral. Paul Ricoeur, en su libro El mal: desafío a la filosofía y a la teologíasostiene que el mal moral es una acción a la que se reprocha o acusa.

Esta acusación o condena se realiza debido a que aquel que cometió el acto malo traspasó los códigos éticos de una sociedad determinada. Por ejemplo, en nuestras comunidades se considera vil hurtar o practicar actos violentos.

Esta perspectiva pone en el centro al agente o sujeto que realiza la acción condenable. De tal modo, se juzga como responsable y susceptible de sufrir algún tipo de castigo. Este puede ser moral, como la privación de la libertad, la vergüenza o el remordimiento o bien una condena física.



Para cerrar…

Estuvimos explorando el mal como algo inherente a la condición humana. También lo planteamos en términos de una consecuencia necesaria de la voluntad humana o el libre albedrío. Sin embargo, hay límites para comprender los designios divinos y los misterios de la existencia.

El problema del mal nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y actos. Hay que ser cautos en no perder de vista nuestra capacidad para actuar de manera ética, contribuyendo al bienestar general. En este orden, la filosofía puede ayudarnos a pensar nuestras acciones y corregir aquellas que pueden dañar a otros.


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