El sueño de Bizan, una historia sobre la serenidad
Esta historia sobre la serenidad comienza en un lejano país, en el que había un viajero. Había recorrido un largo camino y todavía le faltaba un buen tramo para llegar a su destino. Sin embargo, estaba cansado y quería encontrar algún lugar para estar tranquilo y reponerse.
Recordó entonces que las bellas aguas termales de Bizan se hallaban cerca del lugar en el que estaba. Se dirigió allí, pero el sitio ahora estaba muy descuidado. Antes había hermosos hospedajes allí, pero ahora solo se veían niños curiosos y una mujer que vendía pasteles.
“La virtud está en ser tranquilo y fuerte; con el fuego interior todo se abrasa”.
-Rubén Darío-
El viajero se sintió un poco decepcionado, pero, aún así, notó que aún había una agradable atmósfera en el lugar. Así que se acercó a la vendedora de pasteles y le preguntó si podía ayudarle. Quería pasar la noche allí y quizás ella tendría algún lugar en donde pudiera hacerlo.
La historia sobre la serenidad cuenta que la vendedora, muy humildemente, le dijo que solo contaba con una estera sencilla. Agregó que aprovechara para bañarse en las aguas termales, antes de ir a dormir. También le contó que en la noche vendría a quedarse un viejo maestro samurái con el que se podía conversar agradablemente.
Un encuentro interesante
Dice la historia sobre la serenidad que el viajero se bañó en las termales y luego se dirigió a la humilde vivienda de la vendedora. Estaban cenando un sencillo plato, cuando llegó el maestro samurái. Era un anciano tranquilo y silencioso, que exhalaba sabiduría.
El maestro se sentó a la mesa con ellos y el viajero, respetuosamente, le preguntó su nombre. El anciano respondió: Furuneko Mushinsai. El viajero quedó sorprendido. Era un nombre muy extraño, pues Furuneko significa ‘el que ha renunciado al mundo’ y Mushinsai quiere decir ‘viejo gato’.
El viajero comentó que le parecía muy raro ese nombre y quería saber por qué lo había adoptado. ¿Qué tenía que ver el retiro con un gato? El anciano sonrió dulcemente y dijo que todo tenía una razón de ser. Si lo deseaba , él le contaría la historia. El viajero aceptó encantado.
El viejo gato
El anciano samurái le comentó que hacía muchos años también él había ido de viaje y tuvo que pedirle posada a un buen hombre en el camino. Llegó a su humilde casa y fue atendido muy bien. Sin embargo, cuando ya iba a dormirse apareció una rata enorme, que lo desafiaba con su mirada.
Cuenta la historia sobre la serenidad, que luego el anciano dijo: “Le pedí ayuda al dueño de la casa y él trajo un joven gato, muy ágil. Sin embargo, la rata lo enfrentó y salió muy lastimado. Luego trajo a un nuevo gato, pero sucedió lo mismo”.
Al fin, el anciano samurái decidió enfrentar por sí mismo a la rata. Sacó su sable y la encaró, pero la rata se le lanzó con una rapidez impresionante. Incluso lo mordió. Así estaban las cosas cuando, de pronto, apareció un gato anciano, que apenas si tenía dientes. Se aproximó a la rata tranquilamente y esta se quedó quieta. El viejo gato la engulló.
Una historia sobre la serenidad
Según cuenta la historia sobre la serenidad, el anciano samurái dijo que casi no sale de su sorpresa aquel día. Se fue a dormir, pero entre sueños escuchó que los gatos estaban en una asamblea. Todos querían aprender del viejo gato que había vencido a la temible rata, sin saber cómo.
El viejo gato quiso escuchar a los dos gatos que habían enfrentado inicialmente a la rata. El primero dijo que llevaba años ejercitándose y desarrollando todas sus habilidades. Se consideraba el felino más ágil de la comarca y no entendía por qué la rata lo había vencido. El segundo gato dijo que era un experto en poder mental. Tampoco entendía por qué no lo había logrado.
El viejo gato hizo una serie de interesantes razonamientos. Cuenta la historia sobre la serenidad que luego realizó un diagnóstico. Dijo que el primer gato no había vencido a la rata porque estaba concentrado en su habilidad física y esto no era suficiente. Y que el segundo se sentía superior y no supo qué hacer cuando encontró a alguien mejor que él.
Luego señaló que el secreto para vencer en todas las circunstancias era hacer de la serenidad una forma de ser y de vivir. El que está tranquilo deja fluir la realidad. Su misión como gato era ir a la rata y eso había hecho. La rata no pudo reaccionar porque no comprendió su tranquilidad. Al ver su gran sabiduría, el maestro samurái había adoptado su nombre.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Chen-Chi, C., & Canto, P. (1971). La práctica del Zen. La Plèyade.