El trauma indirecto: el efecto de la exposición al dolor ajeno
El trauma indirecto es un proceso que aparece cuando presenciamos de manera continuada el sufrimiento de otras personas. Aunque este fenómeno psicológico es muy común en profesionales de la salud, cabe señalar que no es exclusivo del campo médico y psicológico. Es más, cualquiera de nosotros podemos arrastrar el dolor de una herida que no es nuestra y que aun así sentimos con la misma intensidad.
Esto aparece con frecuencia en el ámbito familiar. Hay quien ha crecido con las historias de ese abuelo, tío o primo lejano que pasó una experiencia traumática en su pasado. Una muerte, una desaparición, el impacto de una guerra o de cualquier acto violento es una sombra que a menudo se extiende entre varias generaciones.
El dolor de otros puede instalarse en la mente de muchas maneras. No podemos dejar de lado que somos seres emocionales y que la impregnación del sufrimiento ajeno es algo muy recurrente. Sin embargo, a veces, ese contagio puede socavar nuestra arquitectura psicológica, despertando pesadillas, induciendo imágenes no deseadas y malestares que pueden limitar la propia vida. Lo analizamos.
El trauma indirecto: qué es y cómo aparece
El trauma puede ser experiencial y directo o vicario e indirecto. Así, mientras el primero surge como consecuencia de una vivencia altamente dolorosa en piel propia, el segundo acontece a raíz de la exposición al malestar y el sufrimiento de otros.
Este hecho no deja de tener un alto interés psicológico e incluso social por muchas razones. En relación a ello, disponemos de un estudio realizado en la Universidad Keimyung (Corea) tan interesante como revelador.
En 2014, aconteció en Corea del Sur el conocido como desastre del ferry Sewol. En él viajaban 476 personas, pero poco antes de llegar a la isla de Byungpoong, empezó a hundirse sin razón aparente. Fallecieron 304 personas. Tardaron casi un mes en recuperar los cuerpos, pero decenas de ellos aún no han sido encontrados desde entonces.
Se sabe que este suceso creo un gran impacto en la población. Su retransmisión en la televisión fue constante, de manera que miles de personas empezaron a evidenciar crisis peri y postraumáticas. El recuerdo de este evento aún es algo altamente doloroso para una parte de los surcoreanos.
¿Cuáles son los síntomas?
El trauma indirecto puede manifestarse de muchas maneras y cada persona, a su vez, puede vivirlo de forma muy particular. No obstante, existen unos elementos comunes que nos sirven para poder identificar esta realidad psicológica:
- Síntomas físicos: alteraciones digestivas, dolor de estómago, nerviosismo, problemas para dormir…
- Síntomas emocionales: tristeza, angustia, abatimiento, sentirse más irritado, mayor tendencia al enfado, etc.
- Manifestaciones cognitivas: preocupación, no poder dejar de pensar en el sufrimiento de la otra persona, problemas para concentrarse o tomar decisiones, aparición de pesadillas nocturnas… Es común por ejemplo, sufrir lo que se conoce como reexperimentación, es decir, se tiende a recordar la experiencia traumática del otro mediante la rumiación o los flashbacks.
- Alteraciones comportamentales: tener menos ganas de socializar, pérdida de interés en el ocio, cambios en la alimentación, problemas para ser productivo en el trabajo…
¿Por qué sufrimos podemos sufrir un trauma indirecto?
Es posible que más de uno se lo pregunte. ¿Por qué sufrimos un trauma cuando esa vivencia no es nuestra? ¿Por qué, por ejemplo, persiste en la mente el sufrimiento de ese amigo que perdió a su hijo en un accidente de tráfico? ¿Qué hace que una enfermera acabe evidenciando, por ejemplo, un trauma vicario?
- La respuesta es simple: somos empáticos, somos seres hechos de emociones. Resulta casi imposible quedarnos al margen cuando la empatía hace que sintamos el dolor del otro como propio.
- Trabajos de investigación como los realizados por Hallinan et al. de la Universidad de Boston (Estados Unidos) señalan que son muchos los policías, por ejemplo, que arrastran un trauma indirecto. Así, a veces, a la propia empatía se le suma la sensación de impotencia, de no poder haber hecho nada por evitar el sufrimiento de algunas personas.
¿Cómo abordar este tipo de traumas indirectos o vicarios?
Buena parte de los profesionales de la salud disponen en, muchos casos, de recursos y mecanismos para abordar el trauma ocasionado por la exposición continuada al sufrimiento ajeno. La fatiga por compasión, por ejemplo, es un estado mental asociado a este tipo de realidad psicológica y para ello, es común compartir experiencias con compañeros y realizar dinámicas de grupo.
Ahora bien, ¿de qué manera podemos manejar el trauma indirecto cuando aparece, por ejemplo, a raíz de la exposición al padecimiento de un familiar o un amigo? Estas serían algunas claves:
- Decía Viktor Frankl que quien da luz debe aprender a tratar las quemaduras. Es necesario aprender a evitar el impacto del contagio emocional. Solo cuando somos capaces de establecer esa barrera de protección, somos más hábiles para poder ayudar al otro.
- La autoconciencia, reflexionar sobre la propia realidad separándola del sufrimiento de los demás es otra clave esencial. Para ello, es bueno desarrollar lo que conocemos como ecpatía, un recurso mental que nos permite involucrarnos con los demás, pero desde un nivel más sano, sin sufrir contagios emocionales.
- El descanso, la escritura terapéutica y el autocuidado son buenas estrategias para estos casos.
- Por otro lado, siempre es recomendable compartir nuestras experiencias, pensamientos y emociones con otras personas. Poner en voz alta lo que estamos sintiendo siempre resulta catártico y liberador.
Para concluir, es importante considerar que en ocasiones, el trauma indirecto puede erosionar en exceso nuestro equilibrio psicológico. Si nos sentimos sobrepasados, si tenemos problemas para dormir y percibimos que nuestro estado de ánimo ha cambiado, no dudemos en solicitar ayuda experta.
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