El victimismo manipulador
El victimismo manipulador está presente en muchos tipos de personalidad. Así, es común que aparezca por ejemplo, entre los narcisistas, entre quienes están especializados en el chantaje emocional e incluso entre los que hacen uso de esta conducta para sacar algún beneficio.
La víctima, de uno u otro modo, siempre está salvaguardada de la crítica ajena. Además, cuenta con la compasión y la comprensión de muchos, haga lo que haga. De hecho, quien se atreve a cuestionar los actos de una supuesta víctima pasa por insensible o desalmado.
El victimismo es, por tanto en muchos casos, una estrategia que representa más beneficios que problemas.
Esta condición permite contar con una especie de inmunidad por la cual todo lo que dicen es verdad, todo lo que hacen es bien intencionado, todo lo que piensan es legítimo. Ahora bien, en más de un caso, ese victimismo calculado, consciente o inconscientemente, encubre un claro chantaje.
Las víctimas auténticas y la justificable atención
Hay, por supuesto, situaciones reales de victimización como cuando alguien ha sido objeto de un abuso, o de un exceso, sin que tuviera la posibilidad de reaccionar.
- Por ejemplo, si una persona es asaltada en la calle o maltratada por otro que ostenta un poder al que no puede enfrentarse: el poder de un arma, de un uniforme, de un cargo, etc.
- Ese tipo de situaciones originan una condición objetiva de victimización. Ahora bien, dicha condición no es eterna, ni tiene por qué ser un sello que la persona lleve a donde vaya.
- Después de salir de la situación de impotencia concreta, seguir en el papel de víctima es una opción, no una realidad inapelable.
Algo es cierto: la víctima demanda atención, cuidado, apoyo y afecto. Necesita de esa dedicación y de esa comprensión para salir de su estado de conmoción y vulnerabilidad. Eso no tiene ninguna discusión.
El victimismo como posición existencial
Lo que sí se presta a debate es el victimismo como posición existencial. Que un hecho traumático se convierta en la carta de presentación eterna. Y no precisamente para dar testimonio de un hecho execrable, sino para ganar privilegios que de otra manera no se obtendrían.
Es el tipo de personas que hacen de sus sufrimientos, cuidadosamente expuestos, un currículum viviente.
En otros casos más graves, algunos creen que el haber sido víctimas en una situación les da una patente de corso para odiar o hacer daño a los demás. De hecho, estudios como el llevado a cabo por el doctor Richard J. McNally, de la Universidad de Swansea, analizan lo que se denomina como “imperio del trauma”.
Es decir, lo creamos o no, hay personas que asumen y cronifican la condición de víctima porque han descubierto que alimentando ese estado, obtienen muchas más ganancias.
Reconociendo el victimismo manipulador
Hay algunas señales que dan cuenta de este círculo de manipulación que establecen quienes hacen del victimismo su forma de vida. Las principales son:
- El victimista no pide directamente lo que desea, sino que envía mensajes imprecisos en forma de queja o lamento.
Por ejemplo, te dicen de pronto: “Nadie sabe cuánto me costó haber llegado hasta aquí”. Entonces no sabes si quiere que le reconozcas el mérito, si te está reclamando porque a ti no te costó lo mismo, o si quiere que le ayudes para algo en particular.
- Te sientes más o menos culpable cuando estás con esa persona. Cada conversación que tienes con ella te deja la impresión de ser responsable de algo, pero no atinas a definirlo. Hay una tristeza o un malestar impreciso contigo mismo.
- El victimista es también receloso y desconfiado.
- Frecuentemente te alerta sobre malas intenciones en los otros y justifica sus malas acciones en su pasado de sufrimiento. De hecho, puede acusarte de insensibilidad o desidia si acaso le criticas.
- Es capaz de hacer grandes sacrificios por otros, sin que estos se lo pidan. Hará gala de ello.
Cuando alguien exhibe esos rasgos, estamos frente a una persona que ha asumido el rol de víctima frente a la vida.
¿Cómo actuar ante el victimismo manipulador?
Estudios como el llevado a cabo por la Universidad de Berkeley en el 2008 revelan la clara necesidad de profundizar en la figura de la victima y el victimismo. Así, algo que debemos tener claro es que tras este perfil está la infelicidad. Aún más, lo que hay en muchos casos es la clara dificultad para cerrar el ciclo de su experiencia traumática.
Necesitan por tanto de nuestra comprensión, pero también de nuestra sinceridad. La mejor manera de ayudar a alguien así es diciéndole afectuosa y directamente lo que opinamos de su actitud. No hay que caer en su juego, no hay que ceder. Sin embargo, tampoco podemos actuar con desprecio o alzando corazas con las que intensificar su cabe sus comportamientos.
El victimismo es la huella de la baja autoestima. Es la herida mal sanada que en ocasiones, busca ser el centro de atención para maquillar su soledad y su malestar. El único modo de acabar con esas dinámicas es lograr que esa persona solicite ayuda profesional.
Una víctima siempre merecerá nuestro respeto, pero en el momento en que haga uso de la victimización para obtener refuerzos y beneficios lo que demanda es asistencia psicológica para lidiar de forma adecuada con su realidad personal.
Imagen cortesía de YoSeLin
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