El volumen de tu equipaje es equivalente al de tus apegos

El volumen de tu equipaje es equivalente al de tus apegos
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 28 noviembre, 2016

Poseemos algo que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida por aquellos sitios a los que vamos y a los que, en algún momento, hemos querido regresar. Es un equipaje que nos hace especiales porque tiene la medida de los sueños, de las ilusiones y, sobre todo, de los apegos con los que viajamos cuando decidimos partir.

En esa maleta van las emociones que nos vibran desde el interior y las personas que nos las producen. Así que, no es fácil de observar pero está ahí, va y viene a un ritmo parejo al de cada uno de los pasos que damos y dice mucho de quienes somos.

“El afecto de la gente me hace vibrar el corazón cada vez como si fuera la primera”

-Ella Fitzgerald-

Los apegos que tenemos nos vuelven únicos emocional y espiritualmente porque señalan unas relaciones que son personales y el grado de contacto afectivo que mantenemos con ellas. Por eso nos gusta compartir vivencias con los seres queridos que quedan lejos cuando nos marchamos: porque les llevamos cerca, en el corazón, en forma de amor y nostalgia.

Los apegos y las NO despedidas

Llegamos a una estación, nos dirigimos a un aeropuerto o nos subimos a un coche dispuestos a afrontar una experiencia nueva. Da igual que dure meses, años o, incluso, horas, porque de la misma manera prepararemos nuestro equipaje.

Entonces, pensaremos cargarlo con objetos materiales que cubran lo que pensamos que vamos a necesitar: ropa, elementos electrónicos, documentos y, dependiendo de la duración del viaje, hasta recuerdos como fotos o postales. Después de eso, todos pasamos alguna vez por el momento de las despedidas.

Las llaman despedidas sin sentido, como si estuviéramos dejando atrás a las personas que se quedan y físicamente no vienen con nosotros. Por norma general no soltamos, no arrojamos, no nos desprendemos de los demás. Todos sabemos por qué duelen tanto este tipo de adioses pasajeros.

“Hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver” […]

-Elvira Sastre-

Precisamente porque en aquella estación o aeropuerto damos la espalda a alguien esperando con fuerza un abrazo de vuelta lo antes posible. Estas despedidas son duras porque en el fondo nunca lo fueron: son paréntesis espaciales de un cariño que continuará en el tiempo. Los apegos nos resguardan del frío allí donde llegamos y nos evitan el vacío y la soledad.

En el adiós está el afecto

Irse a otro sitio y dejar tu hogar atrás es una acción muy valiente, ya que implica situarnos en posiciones en las que no tenemos experiencia . Y, por si fuera poco, las personas que suelen ayudarnos cuando tenemos problemas no podrán ayudarnos de la misma forma.

Cuando el viaje es largo descubres, por ejemplo, que dentro de ese equipaje lleno de apegos con el que lo habías iniciado la aventura de repente comienza a filtrar lo que tiene dentro. Es decir, nos damos cuenta de que quizá algunas de esas despedidas pasajeras no lo eran tanto o de que habíamos metido en la maleta personas de las que ni éramos conscientes.

Del filtro, de la criba, del tú sigues estando pero ella ya no… vamos sumando y restando volumen a ese equipaje. Y, a la larga, entenderemos que en él no había sitio para todo, que lo material era lo que menos espacio ocupaba y que cuánto más peso soporte más firme se vuelve.

El bagaje emocional es más pesado

Supongo que por reflexiones como la que venimos haciendo, nos plantamos en un lugar y, tras haber vivido en él, afirmamos que el hogar está dentro y no fuera, en alguna casa física. Al regresar, miramos a los que les habíamos dicho un “hasta pronto” y es en ellos dónde vemos la casa, el hogar, la esencia.

Nos unimos de nuevo a los apegos que ya teníamos y añadimos los que ahora llegan con nosotros del viaje que acabamos de realizar. Al final, siempre hay una copa esperándonos junto a un amigo que hicimos hace tiempo en Italia, un abrazo que deber a aquel compañero de clase de la universidad, una conversación con el desconocido con el que hablaste en Ginebra y cuyo recuerdo te acompaña los días de lluvia…

“La calidad del viaje se mide por la cantidad de recuerdos que en él acumules”

-Benito Taibo-

Este será nuestro bagaje y nos daremos a los demás así: no hablaremos de la ropa que traíamos, pero resultaremos unos pesados recordando personas. No es si no una muestra más de que el cariño y el afecto van quedándose con pequeños trocitos del corazón y se lleva consigo los de los demás: invisibles, nos unen y nos dan sentido.

Ilustraciones cortesía de Claudia Temblay


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