Enseñar a pensar es enseñar a ser libre
Albert Einstein, con su habitual sentido del humor y socarronería, decía que “no entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”. Atendiendo a esta acertada frase, parece lógico creer que enseñar a pensar para comprender cómo funciona nuestro mundo es una idea sensata.
Ahora me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Enseñar a pensar realmente nos enseña a ser más libres? No parece que esta cuestión tenga una respuesta sencilla, o tal vez sí. Quizá es tan obvia, que por simple no somos capaces de aceptarla. O puede ser que sea un tema excepcionalmente complejo. Veamos algunos detalles importantes.
Enseñar a pensar
El profesor Abilio de Gregorio, licenciado en Ciencias de la Educación y diplomado en Orientación Familiar, afirma que la reflexión ha de ser un acto disciplinado. En ella deben entrar en juego el pensamiento y la intención de querer pensar.
Para de Gregorio, en todo proceso educacional es básica la voluntad reflexiva, tanto de los educadores como de los propios pupilos. Es decir, que no hay trasvase de conocimientos y pedagogía útil si a las materias no se les añade una base de pensamiento e interpretación propia.
Quiere esto decir que cuando traspasamos nuestras enseñanzas, costumbres, tradiciones y educación a nuestros hijos, hemos de envolverlo todo en un manto de pensamiento propio para que el educando interprete la información, y la haga suya desde su propio prisma de entendimiento y conocimiento.
“La tierra que no es labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento del hombre”.
-Santa Teresa de Jesús-
Qué es la libertad
Una vez establecemos la importancia de enseñar a pensar, debemos confirmar si esta acción realmente es óbice para hacernos más libres. Por ello se antoja necesario saber qué es con exactitud la libertad.
El término libertad encuentra dos acepciones primordialmente aceptadas. Por un lado sería el derecho o facultad de las personas para elegir de manera responsable su forma propia de actuar en un entorno, medio o sociedad.
En este sentido, caben entendimientos como la libertad de culto, la libertad de conciencia, la libertad de opinión, la libertad de pensamiento, etc. Es decir, es todo aquello en que los seres humanos podemos elegir siempre a través de nuestra facultad y nuestro derecho.
Otra definición interesante para el término libertad sería la condición o estado de una persona que es libre, pues no está sometida a la voluntad de otros, está encarcelada o bajo un régimen que le constriñe por obligaciones, deberes, disciplinas, etc.
¿Enseñar a pensar nos hace más libres?
Ahora llega el momento de contestar a la atrevida pregunta que lanzaba al comienzo del párrafo. ¿Enseñar a pensar nos hace más libres? La respuesta es obviamente que sí. Razonemos el porqué.
Si entendemos la libertad como el derecho o facultad de una persona para elegir libremente su modo de actuación en un entorno determinado, es evidente que un individuo que piensa o “sabe pensar” tendrá inclinación por actuar libremente.
Así, tendrá más capacidad que otra persona que lo haga sin reflexión o siguiendo unos patrones establecidos por su sistema de creencias heredado y asimilado, por su falta de conocimiento o por motivos similares.
Entiendo que enseñar a pensar es una parte importante de la educación de cualquier persona. No sirve solo con saber que algo sucede, es incluso más importante conocer el porqué, el cómo, el cuándo, etc. Todo ello solo es posible a través de la enseñanza del pensamiento, para que cada individuo pueda desarrollar su propio raciocinio, interpretación y modelo de comprensión.
Así pues, a la hora de tomar una decisión, siempre se sentirá más libre aquella persona que, ejerciendo el pensamiento, pueda estudiar un mayor número de las variantes que se le presentan en el momento de elegir.
Por otro lado, un individuo que se mueve por instinto, por las enseñanzas de la sociedad, por una educación limitada a mostrar qué sucede o por el simple hecho de que es lo que hay que hacer porque lo hacen todos, no tendrá tanta libertad real a la hora de elegir, pues sus opciones se reducen por su falta de capacidad.
“El problema es que la información no es el entendimiento”.
-Nadine Gordimer-
Resulta evidente que enseñar a pensar es enseñar al individuo a ser más libre. Ahora bien, ¿este hecho es algo que nos hace más plenos, felices o inteligentes? Eso ya es otro cantar que daría para uno o más artículos, pues no siempre parece que el hecho de tener libertad nos haga mejores.