¿Eres el héroe de tus hijos?
Muchos niños ven a sus padres como super-héroes, como personas que son capaces de hacer cosas realmente increíbles. De hecho, gran parte del cariño que sienten muchos hijos por sus padres se basa en la sensación de que en su compañía están protegidos de todo lo malo.
A su lado, no hay monstruo ni fantasma que se les acerque. Así, en este artículo nos preguntamos, ¿Cuál es la imagen que podemos darles a nuestros hijos para que estén orgullosos de nosotros y realmente seamos su ejemplo a seguir?
No se trata de indicarles con la palabra cómo tienen qué actuar sino también hacer lo que se dice y decir lo que se hace. Ser congruentes en las acciones, mostrarnos tal cual somos y mostrarles desde el principio que somos humanos, que fallamos, así cuando lleguen a al adolescencia no tendrán que ver como se rompe ningún mito.
La idealización y la paternidad (o maternidad)
Desde el momento en que decidimos ser padres o madres es inevitable empezar a pensar cómo nos gustaría criar o enseñar a nuestros hijos. Las comparaciones no tardan en aparecer y es probable que digamos “no los trataré como me trataron a mi”, “haré lo posible por enseñarles al igual que hizo mi mamá”, o “lograré que mis pequeños me vean como un ejemplo así como yo convertí a mi padre en mi héroe”.
Una vez que ingresamos en el arduo camino de criar a los hijos nos damos cuenta de que “nadie nació sabiendo” y que las cosas no son tan estrictas y que no hay blancos y negros sino una gran gama de grises en el medio.
Puede que en la teoría hayamos deseado actuar de una u otra manera al ser padres, pero luego en la práctica todo sucede de manera diferente porque siempre aparecen circunstancias, que hasta ese momento habían pasado inadvertidas y entonces se imponen.
Es por ello que el equilibrio es más que importante. No siempre hacer lo contrario a lo que nos dicta la experiencia ni tampoco basarnos todo el tiempo en lo conocido para responder. Muchas veces no podemos ser objetivos y actuar en relación de nuestros preceptos o ideales, porque los niños no nos dan mucho tiempo para pensar una respuesta o un castigo.
¿Puedo ser el superhéroe de mi hijo?
Como padres queremos que nuestra descendencia atesore unos valores que a fuerza de experiencia hemos identificado como imprescindibles. Por ello, desde el primer momento, nos convertimos en educadores y formadores. De alguna forma les señalamos, en función de nuestro criterio, qué está bien y qué está mal y esperamos que interioricen esta clasificación.
Muchas veces podemos convertirnos en el ejemplo a seguir de nuestros hijos sin necesidad de tener súper poderes, usar capa o volar por los aires. Que nos consideren motivo de inspiración va más allá, está relacionado con cómo nos comportamos delante de ellos e incluso cuando no están presentes, con el ser consecuentes con nuestras decisiones y con el hecho de cumplir nuestras promesas.
Sería bueno conocer qué piensan ellos sobre nosotros, pero eso no siempre es posible. Quizás, si les preguntáramos a nuestros hijos nos dirían algo que se les ocurra en el momento, como por ejemplo “eres la mamá más guapa del mundo” o “eres un gruñón”, pero eso no nos estaría definiendo solo en parte.
La imagen propia se refleja en los hijos
Para que tus hijos te consideren una referencia lo primero que tienes que entender es que no eres un super-heroe. Quizás, al principio, les puedas engañar pero después poco a poco se darán cuenta de que no has sido sincero y para ellos descubrir que en realidad cometes errores, como todos, puede desencajar completamente su mundo y la confianza que han depositado en ti.
No hace falta que ocultes tus fallos para que piensen que les quieres de manera incondicional y que allí donde no lleguen tus brazos llegará tu amor por ellos para impedir que se caigan. No es necesario que les persigas con una capa para que sepan que vas a estar ahí siempre que quieran y, que no quieran, también.
Super- heroes o no, al final lo que necesitan los niños es una serie de figuras de referencia que tomen decisiones -por ellos- para las que aún no están preparados, que les quieran, que les dejen crecer y que les animen a asumir responsabilidades nuevas. Que protejan su inocencia y que permitan al mismo tiempo que las propias dosis de realismo que nos da la vida les lleguen poco a poco.
Personas a las que vean más fuertes y grandes que sus miedos, que normalicen la duda y e error y que compartan con ellos el mundo de fantasía que necesitan para poner en orden, aunque parezca paradójico, el mundo que les llegar a través de los sentidos e interpretan a través de la experiencia.