El reto de volver a vivir después de un trauma
Accidentes domésticos, de coche o de avión, ser testigo de sucesos que amenazan la vida como huracanes o terremotos, violaciones o secuestros. Todas estas situaciones tienen algo en común: pueden convertirse en traumas duraderos e incapacitantes para las personas que las sufren. Pero, ¿cómo volver a vivir después de un trauma?
Estas experiencias pueden ser más o menos dolorosas dependiendo de la personalidad y de las circunstancias de cada uno. Mientras que para algunos un acontecimiento puede suponer shock muy grande, para otros el mismo acontecimiento no pasará de ser un hecho reseñable que olvidarán pronto. ¿Qué se puede hacer para evitar que nos paralicen y podamos seguir adelante?
¿Las experiencias traumáticas pueden cambiar nuestra personalidad?
Las situaciones traumáticas pueden producir cambios significativos en la personalidad y en la vida de las personas y sus efectos podrían rastrearse aunque hayan pasado un número elevado de años desde el incidente. Por un lado, requieren de un gran esfuerzo adaptativo por parte de la persona que las sufre; por otro, demandan un reajuste de sus capacidades, potencialidades y recursos desde los que seguirá haciendo frente a sus retos futuros.
En algunas ocasiones, estos reajustes pueden hacer que la persona gane en asertividad o capacidad de esfuerzo y autocontrol. Pero, en otros casos, pueden hacer que la persona se sienta insegura y vulnerable, lo cual dificultad la forma de vivir después de un trauma. Además, también pueden desencadenar estrategias de afrontamiento que, lejos de ayudarla, van a perjudicarla.
Un caso evidente en el que el trauma incide sobre la personalidad de la víctima es el de las víctimas de violencia de género. Estas mujeres son sometidas constantemente a situaciones potencialmente traumáticas: cuando la pareja llega a casa y la chilla, la golpea, la veja y la humilla. Por eso, ella solamente podrá encontrar algo de paz cuando su esposo abandona el hogar.
Sin duda, las agresiones dejarán huella en su personalidad. Además de las lesiones físicas, aludiendo a lo estrictamente psicológico, dichos ataques pueden hacer que una persona pase de ser la dominadora de sus miedos a víctima de ellos, de mostrarse segura en sus decisiones a dudar y temer las consecuencias de cada una de ellas, de extrovertida a introvertida, etc.
Otro ejemplo. Haber sufrido un accidente de avión requiere que cada uno de los pasajeros tenga que hacer frente a una nueva realidad o situación, aceptando y asumiendo el trauma subyacente a una posible pérdida de seres queridos, heridas o lesiones graves y crónicas.
De alguna manera, esa persona será más proclive en los meses o años siguientes a desarrollar nuevos miedos (a volar, claustrofobia, evitación de eventos sociales) o a verse afectada por algún trastorno obsesivo. Como vemos, vivir después de un trauma puede resultar demasiado complejo.
Cuando las experiencias traumáticas se ventilan, disminuye su impacto
Antes de los 6 años, las experiencias traumáticas son casi imborrables si no se tratan, porque se fijan en el inconsciente y en el subconsciente. Por ello, es importante tener ciertas nociones básicas sobre qué es recomendable hacer y qué es recomendable no hacer en este tipo de situaciones tan extremas.
En el caso de las emergencias o catástrofes, es recomendable no dormir durante las seis primeras horas posteriores a la crisis. Los sueños juegan un papel importante en la consolidación del recuerdo, por lo que es mejor mantenerse despierto u ocupado para evitar recordar imágenes impactantes o traumáticas.
Aunque los afectados deseen reposar o descansar, es conveniente no dejarles conciliar el sueño al menos durante ese período de tiempo. Tampoco conviene darles somníferos, sino dejar que su ciclo de vigilia y sueño sea el natural.
La autoayuda en el trauma
Como hemos dicho, la respuesta de una persona ante un suceso traumático puede variar. Por ello, es crucial que los especialistas entiendan que los síntomas son múltiples, todos igualmente aceptables y que hay que dar a cada persona un trato individualizado y particular.
En primer lugar, para volver a vivir después de un trauma, es recomendable que la persona mantenga su rutina diaria, que no cambie sus hábitos de la noche a la mañana tratando de evitar la situación vivida. No ha de escapar de los lugares o las personas que le recuerden al trauma, sino tratar su malestar con un profesional.
Para ello, el primer paso es reconocer que no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor. Por otro lado, es recomendable no exponerse a más momentos o sucesos estresantes y tratar de reducir el malestar participando en actividades lúdicas, descansando y resolviendo los conflictos desde el sosiego.
La revelación emocional es una parte muy importante del proceso
Por último y no menos importante, apoyarse en los seres queridos. Siempre será positivo dar expresión a las emociones, sacar lo que nos produce dolor, verbalizarlo, ponerle nombre y apellidos. Piensa que enfrentarnos a algo es más fácil cuando sabemos qué es ese algo, también será más fácil que los demás ayuden cuando conocen ese algo. Pero no solo las emociones o el objeto que las causa, sino también el hilo que une a las dos entidades.
Puede parecer demasiado simple y sencillo, pero solo con el relato la persona puede encontrar una buena parte de la seguridad que ha perdido. Especialmente si este relato es aceptado y entendido como lógico por parte de los demás.
Se produce un alivio al decir un secreto o al escribirlo. Ambas son herramientas de autoconocimiento y de autoterapia y contribuyen positivamente a superar y volver a vivir después de un trauma. De hecho, no integrar los sucesos traumáticos, negativos o perturbadores en la historia personal puede producir problemas muy serios en forma de disociación.
El estrés postraumático
Después de un suceso traumático, es muy posible que la persona que lo ha sufrido se sienta muy condicionada por el mismo: la mayoría de su mundo interior y buena parte del exterior se ve contaminada por él. Por otro lado, si los problemas empeoran es posible que exista un trastorno por estrés postraumático, un caso masivo de estrés agudo cuyos efectos pueden durar años e incluso toda la vida.
Es habitual que las personas revivan la situación que causó el trauma en forma de flashbacks. También es habitual que tengan problemas con el sueño o la sensación de haber caído en una especie de insensibilidad emocional. Que estos síntomas se cronifiquen dependerá de la intensidad y/o gravedad del suceso. Además, no olvidemos que el estrés funciona de manera aditiva; dicho de otra manera, cualquier evento estresante que se produzca después del trauma añadirá más ansiedad a la que ya ha causado el mismo, su recuerdo o las limitaciones que produce.
Pensemos que nadie está a salvo de sufrir una situación traumática, inesperada e incontrolable. En cualquier caso, lo más recomendable será siempre consultar con un profesional. Este no solo nos dará indicaciones para proceder, sino que podrá en nuestras manos las herramientas que más nos pueden ayudar para volver a vivir después de un trauma.
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