¿Es tan importante la primera impresión?

Suele decirse que bastan 30 segundos para formarnos una opinión sobre una persona y emitir un juicio sobre ella. ¿Es siempre acertada la primera impresión?
¿Es tan importante la primera impresión?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 20 enero, 2022

Seguro que te ha pasado alguna vez. Te presentan a una persona y al poco, sin saber muy bien la razón, terminas haciendo una valoración sobre ella. No necesitas ni un minuto para tener esa primera impresión. Su apariencia, sus gestos, modales, su voz… pequeños detalles que conforman una imagen que acabas catalogando de un modo u otro.

Puede que te sorprenda, pero los estudios nos dicen que, en general, las personas somos bastante buenas en esos breves análisis que perfilan las primeras impresiones. Sea como sea, habitualmente disponemos de muy poco tiempo no solo para analizar a otros, sino para dar nosotros mismos una buena impresión.

“Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”

-Oscar Wilde-

¿Por qué nos formamos una impresión tan rápido?

Los psicólogos nos dicen que, en ocasiones, lo hacemos no en 30 segundos, sino en milésimas de segundo. En apenas un suspiro sabemos si una persona es de nuestro agrado o no, si nos inspira confianza o no.  ¿Por qué ocurre esto? Es un aspecto que tiene que ver con la evolución de nuestra especie. Un recurso adaptativo muy fácil de entender.

Amigos conociendosen

Si la persona que tenemos ante nosotros la juzgamos como amenazante y peligrosa, nuestra primera reacción será la huida. Las personas necesitamos hacer evaluaciones instantáneas para tomar decisiones al momento. En cierto modo, esos análisis aparentemente tan rápidos tienen mucha relación con nuestra personalidad, con nuestros miedos y también con nuestras necesidades. Bien es cierto que disponemos de esa parte instintiva –y casi irracional- que nos indica al instante si algo es inofensivo o amenazante, pero también pesa mucho nuestra propia experiencia.

Puede que una persona pulcra y bien vestida te parezca aséptica y superficial, puede que prefieras una imagen un tanto más informal porque te da más cercanía y te recuerde a otros de tus amigos… rasgos todos ellos que tienen mucho que ver con nuestra personalidad, y nuestro estilo particular. Podríamos decir que nuestro cerebro está programado para llegar a una rápida conclusión con muy poca información.

¿Cómo funciona la primera impresión?

Día a día nos llegan cientos, miles de estímulos. No tenemos tiempo de procesarlos todos ni de desmenuzar todas esas informaciones al milímetro. Entonces ¿cómo llegamos a ciertas decisiones? De modo inconsciente. Esa es la realidad, la mayoría de nuestras decisiones las tomamos de modo rápido y de forma inconsciente, ahí donde están archivados nuestros recuerdos, nuestras sensaciones, nuestras experiencias, nuestra personalidad

El cerebro organiza la información en categorías, y a partir de ahí hace comparaciones rápidas. Muy rápidas y siempre con ayuda de las emociones. ¿Se parece esta persona a alguien de nuestro pasado que nos hizo daño? ¿Ese tono de voz te es agradable? ¿Es su sonrisa tan sincera como la de nuestro padre, o es tan falsa como la de nuestro vecino?

Los investigadores Sunnafrank y Ramírez (2004) llevaron a cabo una investigación muy interesante con respecto a la primera impresión. Según estos autores un gran número de jóvenes determinaron a primera vista cuál sería el nivel de calidad de la relación con otra persona, esto pone sobre la mesa que la primera impresión es un instrumento de regulación en futuras relaciones interpersonales. A raíz de esta primera impresión cada persona decide el esfuerzo que invierte en avanzar en la relación con las otras personas.

Pareja feliz bailando

Cuidado con el efecto de halo

El efecto halo es un sesgo cognitivo muy común. Tiene que ver con la influencia de nuestras percepciones, en juzgar las cualidades de una persona a partir de nuestra primera impresión. Este término lo acuñó el psicólogo Edward L. Thorndike en 1920, al darse cuenta de que las personas solemos sacar conclusiones globales de grupos o etnias de personas, sin conocerlas de modo individual.

Un ejemplo claro del efecto de halo sería, por ejemplo, conocer a una persona que físicamente nos resulte atractiva. Al ver su imagen agradable tendemos a pensar que sus acciones, sus opiniones y creencias serán igual de positivas que su aspecto físico. Y esto es algo a tener muy en cuenta, ya que a consecuencia de extender un atributo físico a cualidades internas, cometemos el error de crearnos falsas expectativas de las otras personas y podemos caer, por ejemplo, en relaciones tóxicas.

En ocasiones las personas cometemos errores. La primera impresión tiene un efecto directo, no podemos negarlo, pero no tiene por qué ser determinante. Nunca sabemos qué se esconde tras una imagen, y puede que no haya mejor aventura que descubrir qué hay tras una apariencia.

 


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