El estrés acumulativo, ¿qué es y qué efectos tiene?
Se habla de estrés acumulativo en aquellas situaciones en las que hay un desencadenante que se vuelve reiterativo. En otras palabras, el factor que causa el estrés se repite una y otra vez, o se multiplica, teniendo los mismos efectos negativos de forma periódica y estable.
Más que un tipo específico, el estrés acumulativo es un proceso que comienza con estrés agudo y puede desembocar en estrés crónico. Se trata de una condición arriesgada, que debe detectarse a tiempo para evitar que provoque daños en la salud física y mental.
Es importante detectar las situaciones que podrían estar generando estrés acumulativo. Lo indicado es tomar el control de la situación y generar algún cambio. De lo contrario, y muchas veces sin percatarse de ello, podría convertirse en un estado permanente con graves efectos sobre el bienestar.
“No es el estrés lo que nos mata, es nuestra reacción al mismo”.
-Hans Selye-
Los tipos de estrés
En psicología se habla básicamente de tres tipos de estrés: agudo, agudo episódico o acumulativo y crónico. Veamos cuáles son las características de cada uno de ellos.
Estrés agudo
Es la forma más común de estrés. Surge cuando se produce una tensión entre una demanda o exigencia planteada por el entorno y las posibilidades de una persona para responder a ella. La situación se experimenta entonces como una sobrecarga o amenaza que puede provocar nerviosismo, enfado o frustración.
La característica principal del estrés agudo es que se presenta frente a situaciones específicas. Por ejemplo, cuando una persona se encuentra con una fila muy larga y al mismo tiempo necesita realizar un trámite con la mayor rapidez. En esas condiciones, se produce una sobreexcitación que puede marcar un pico de intensidad muy alto.
Estrés acumulativo o agudo episódico
El estrés acumulativo o agudo episódico tiene lugar en dos circunstancias. Una hace referencia a los casos en los que el mismo estímulo estresante se repite una y otra vez, generando estrés de forma recurrente. Por ejemplo, una persona que todos los días debe enfrentarse a un atasco de tráfico para llegar a su oficina.
La otra circunstancia se configura cuando hay varios factores que causan estrés, se repiten y coexisten. Por ejemplo, si una persona es desordenada o distraída, es probable que se encuentre en situaciones complicadas con mucha frecuencia. Ha olvidado dónde dejó el documento que necesita para el trámite que quiere realizar y el no hacerlo le genera problemas, etc.
Se le conoce como estrés acumulativo porque corresponde a situaciones que suman entre sí y van provocando un estado más o menos continuo de frustración, ira, nerviosismo, etc.
Estrés crónico
El estrés crónico es un estado patológico caracterizado por niveles sostenidos de activación alta. En esta modalidad hay agotamiento físico y emocional, ya que la exigencia es constante y desborda por completo la capacidad de respuesta del individuo. En muchos casos ocurre también que la amenaza no es muy grande, pero la persona no se decide a actuar para que deje de serlo.
Este tipo de estrés surge como consecuencia de un estrés acumulativo que no se resuelve, sino que se acumular. Un matrimonio largo e infeliz, así como la sobrecarga laboral o los problemas familiares continuos pueden desembocar en esta condición.
Este tipo de estrés se considera patológico por sus consecuencias sobre la salud física y mental. Es habitual que quienes lo padecen también tengan cuadros de migraña, diarrea, estreñimiento, ataques de pánico, etc.
Reconocer a tiempo el estrés acumulativo
Es importante reconocer a tiempo la presencia del estrés acumulativo. Determinados cambios se producen de manera tan gradual que no somos capaces de percibirlos; por otro lado, nos pasamos el día tomando decisiones sobre los objetivos en los que vamos a invertir nuestra energía.
Así, un nivel de amenaza bajo o medio bajo, que tenemos por costumbre colocar como la última de nuestras prioridades -por ejemplo, mandar un correo electrónico para rechazar una propuesta que nos encantaría aceptar, pero que no podemos aceptar- puede terminar desgastándonos mucho y terminar secuestrando buena parte de nuestros recursos mentales.
Es necesario detectar esos factores que desencadenan el estrés, una y otra vez. Muchas veces no es posible eliminarlos de manera inmediata o con facilidad, pero sí es posible otorgarles otro significado. Por ejemplo, podemos salir un poco antes de casa si sabemos que es probable que haya retenciones de camino al trabajo.
Así mismo, siempre podemos buscar recursos -por ejemplo, apoyo de otras personas- para terminar con la amenaza que hace que nos mantengamos en tensión.
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- S Moscoso, M. (2009). De la mente a la célula: Impacto del estrés en psiconeuroinmunoendocrinología. Liberabit, 15(2), 143-152.