Para ser feliz, hay que dejar espacio para lo inesperado
Fue Eurípides quien dijo una vez que lo esperado no sucede porque es lo inesperado lo que acontece, lo que realmente puede llegar a cambiarnos la vida. Sin embargo, dejar espacio para lo imprevisto, para aquello que escapa a nuestro control requiere tener ante todo un corazón receptivo y una mente abierta, porque solo así podemos alcanzar esas maravillosas oportunidades con las que “avanzar”.
Algo que nos dicen muy a menudo sociólogos o incluso investigadores económicos como el conocido ensayista Nassim Nicholas Taleb, es que las personas actuamos como si pudiéramos predecir qué va a ocurrir mañana, pasado e incluso la semana que viene. Nuestra plácida ignorancia o mejor dicho, nuestra exagerada necesidad por pensar que lo tenemos todo bajo control, hace muchas veces que no sepamos cómo reaccionar cuando de pronto, sucede algo que no esperábamos.
“Esperar lo inesperado es señal de un espíritu profundamente moderno”
-Oscar Wilde-
Esta conducta o esta necesidad tan primaria se explica por un principio muy simple: nuestro cerebro necesita sentir que lo tiene todo bajo control. A él no le importa que no seamos felices, lo único que desea es que “sobrevivamos”. Así, todo aquello que entre dentro de la frontera de lo imprevisto o en la región de lo inesperado, lo interpretará como una amenaza o como el eco de un batallón que enarbola un estandarte muy concreto: el del peligro.
De hecho, una realidad muy concreta que cabe destacar es que las personas que más miedos experimentan, que más inseguridades y vacíos esconden, suelen desarrollar a su vez una necesidad mayor de control sobre sí mismos y los demás. Toda persona controladora, todo aquel que pretenda dominar lo incontrolable y no deje ni una sola ranura ni brizna para lo inesperado o la improvisación, está irremediablemente condenado al abismo de la insatisfacción y la infelicidad.
Aprender de los niños: grandes amantes de lo inesperado
Basta con mostrarle a un bebé algo inesperado para captar al momento su atención. Sus miradas quedan fascinadas al segundo por todo aquello que se salga de lo normal, algo que traiga vivos colores y que desafíe la lógica o la gravedad.
Ellos poseen una capacidad natural e instintiva para abrazarse a todo lo no predecible y asombroso de sus entornos. Sin embargo, nosotros -con nuestras gafas de adulto y nuestros filtros racionales- hemos perdido esa capacidad que tanto estimula el aprendizaje.
De hecho, tal y como nos explica un estudio realizado en la Universidad Johns Hopkins por la psicóloga Aimée Stahl, los bebés de entre 9 y 11 meses sienten predilección por todos aquellos estímulos que en apariencia escapan a la lógica. Para demostrarlo, se realizó un curioso experimento con un grupo de bebés donde se les presentó dos tipos de juguetes: uno que parecía atravesar las paredes (por un efecto óptico) y otro que simplemente rebotaba contra ellas y caía después al suelo.
Por asombroso que parezca, los bebés sentían mayor interés por ese que parecía realizar algo imposible: atravesar la pared. Los expertos concluyeron con estas pruebas que los niños más pequeños están programados para fijarse en lo inesperado. Sin embargo, a medida que vamos creciendo todo lo inesperado suele interpretarse muy a menudo como algo que escapa a nuestro control y que, por tanto, puede resultar peligroso…
Cuando las personas nos vemos atrapados en una situación nueva y ante la cual no tenemos ningún plan prefabricado, solemos experimentar angustia y estrés. En lugar de quedar atrapados en las alambradas del miedo, permitámonos de vez en cuando volver a ser niños, abrazando todo lo positivo que las cosas inesperadas puedan traernos…
Deja un rinconcito para lo inesperado en tu vida
Hazlo, deja la puerta de tu corazón entreabierta para que entren brisas nuevas, alegres y revoltosas de vez en cuando: porque seguro que no te hacen daño. Permítete un rinconcito en tu vida para lo impredecible, lo que no te esperas y que está fuera agenda, alejado, muy alejado incluso de tus propios objetivos. Porque el reino de lo inesperado puede resultar más provechoso de lo que pensamos, de hecho, grandes exploradores han descubierto continentes enteros bajo los designios de la casualidad, y muchas figuras de renombre nos han dado sus mejores contribuciones bajo el influjo de las serendipias.
Steve Jobs dijo una vez en una conferencia para alumnos recién graduados de la Universidad de Stanford que la vida no es otra cosa que aprender a “conectar puntos”. Muchas de esas cosas inesperadas que nos suceden a lo largo de nuestra existencia adquieren auténtico significado cuando los vemos en perspectiva.
Por ejemplo, puede que el trabajo que tengamos ahora sea poco satisfactorio, pero en él hemos hecho una buena amistad que su vez, nos ha iniciado en un hobby que nos encanta, que nos enriquece emocional e intelectualmente hasta el punto de querer dedicarnos a ello de forma profesional. Lo hacemos, y al montar nuestro propio negocio conocemos también al amor de nuestra vida.
Como vemos una cosa nos puede llevarnos a otra, saltamos de piedra e piedra en este río imparable de nuestra existencia casi sin darnos cuenta. Sin embargo, para apreciar la belleza y la oportunidad de cada uno de esos puntos debemos ser receptivos a ese entramado mágico que el destino despliega cada día ante nosotros. Y debemos hacerlo mediante una actitud abierta y positiva, porque quien espera lo inesperado con la mente dispuesta abre más oportunidades a la felicidad.