Giordano Bruno, biografía de un libertario
Giordano Bruno fue un personaje muy interesante, que con el tiempo se convirtió en el ícono de la amplitud de pensamiento y la firmeza en las convicciones. Vivió en una época en la que primaban las “verdades” a priori y los dogmas. Aún así, supo apartarse de ese entorno restrictivo y pensar con cabeza propia. Incluso dio la vida por defender esa libertad.
El nombre real de Giordano Bruno era Filippo Bruno. Así lo bautizaron cuando nació en la población de Nola (Nápoles, Italia), en 1548. Amó siempre su lugar de origen y por eso se hacía llamar El nolano. Cuando tenía 14 años fue a vivir a la ciudad de Nápoles y entró a estudiar en un monasterio agustino. Luego sintió un profundo fervor religioso y eso lo llevó a ingresar en la Orden de los Dominicos, para convertirse en sacerdote.
“El miedo que sentís al imponerme esta sentencia tal vez sea mayor que el que siento yo al aceptarla”.
-Giordano Bruno-
Giordano Bruno era un hombre espiritual y profundamente curioso. Ansiaba aprender y buscar las respuestas a sus preguntas, por todos los medios. Eso lo llevó a leer a Erasmo de Rotterdam, un pensador holandés que en ese entonces estaba prohibido por la iglesia. Este gesto nos muestra que podía más su afán de saber, que el deber impuesto por los dogmas.
Giordano Bruno, un irreverente
Así como estudió a Erasmo con gran interés, también se sumergió en los tratados de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino. Creó un sistema mnemotécnico que impresionó a sus maestros, por lo cual se le encomendó presentarlo en persona ante el Papa Pío V. Se ordenó sacerdote en 1576 y luego se doctoró en teología.
Sin embargo, durante sus años de sacerdocio, Giordano Bruno incurrió en dos actos que encendieron la ira de su comunidad. En una ocasión pidió que quitaran todas las figuras de los santos de su habitación, dejando solo un crucifijo. En otra ocasión le pidió a un novicio que dejara de leer un poema para la Virgen y, en cambio, se dedicara a algo más importante.
A raíz de estos hechos, se le formularon 130 acusaciones ante la Santa Inquisición . Eso lo llevó a huir de Italia, cuando tenía 28 años. Desde entonces se convirtió en un ser errante. Tuvo que alojarse en pocilgas, vivir con muy poco y moverse de un lado a otro sin tregua. Más allá de sus opiniones religiosas, lo que en verdad despertaba suspicacias entre los religiosos era su visión del universo.
Un hombre adelantado a su tiempo
Giordano Bruno declaró públicamente estar de acuerdo con las ideas de Copérnico. A su juicio, la Tierra no era el centro del universo. Incluso fue más allá. Dijo que el Sol era tan solo una estrella más y que existían miles de soles, miles de mundos, hasta el infinito. También señaló que podían existir otras formas de vida y que quizás cada una de ellas tendría su propio Dios.
Este fabuloso hombre también dijo que toda la materia estaba compuesta de átomos, los cuales se movían por impulsos. Por lo tanto, espíritu y materia eran una misma realidad. A su juicio, ni la hostia se convertía en carne, ni el vino en sangre. Así que la Eucaristía era una falsedad.
Giordano Bruno no era un científico, sino un filósofo y teólogo. Difundió ideas científicas, pero él mismo en persona no las descubrió, ni las probó. Su fama creció y pudo, por fin, encontrar sosiego a su larga travesía en París, y más tarde en Inglaterra y Alemania. Sus libros se vendían como pan caliente.
Un crimen histórico
El nolano intentó sumarse al calvinismo y luego al luteranismo, pero también fue expulsado de esas iglesias. Cuando vivía en Alemania recibió una invitación de Giovanni Mocenigo, un italiano que dijo querer aprender de él. Aunque intentaron persuadirlo para que no fuera, Giordano aceptó. Estuvo un tiempo en la casa de aquel hombre.
Cuando le dijo que se marcharía, Mocenigo le pidió quedarse un día más. Giordano Bruno aceptó y esa misma noche fue encerrado en un subterráneo. Al día siguiente llegaron por él los soldados de la Inquisición y lo apresaron. Le hicieron un juicio en el que el propio Mocenigo declaró una gran cantidad de falsedades. Obviamente, al final fue condenado.
Los siguientes siete años, Bruno los pasó en la cárcel de la Inquisición romana. Era un lugar nauseabundo, que se había vuelto famoso por ser centro de tortura. En 1599, fue instado a retractarse de sus afirmaciones, pero no aceptó. Nueve meses más tarde, fue llevado al Campo de las Flores para su ejecución. Le paralizaron la lengua con un clavo para evitar que hablara. Luego le mostraron una cruz y Giordano Bruno giró la cabeza en señal de rechazo. Enseguida, lo quemaron vivo.
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- White, M. (2002). Giordano Bruno: el hereje impenitente. Ediciones B Argentina para el sello Javier Vergara Editor.