¡Hasta que el hastío nos separe!
Cuando empezamos una relación, lo normal es sentirnos llenos de ilusión y de alegría, como si una fuerza sobrenatural nos empujara y nos hiciera izarnos al cielo. Si todo sigue bien y si se quiere formalizar, llega el matrimonio o pareja de hecho. Lo que quizás muchos no sepan es que el hastío puede llegar a hacer suya la famosa frase “hasta que la muerte os separe”.
Lo que a veces no es fácil de explicar es cómo se puede pasar de 0 a 100 en tan solo unos cuantos meses o apenas unos años. ¿Qué es exactamente lo que ocurre en la pareja para llegar a no ser capaz de soportar las manías o defectos del otro? ¿Es la convivencia? ¿La falta de intimidad? ¿Un descenso de la pasión?
Cómo se pasa de la pasión al hastío
La decepción es una de las razones por las que la pasión puede ser sustituida por hastío. Cuando una pareja acaba de irse a vivir juntos es lógico que todo sea emoción y felicidad. Pero, sin pretensión alguna de desanimar a nadie, es necesario que también se tenga en cuenta a la “otra parte”: la que aún no habéis tenido la oportunidad de ver el uno del otro.
A la hora de repartir tareas y gastos de la casa, es habitual que surjan pequeños conflictos. Y aunque lo deseable sería poder solucionarlos de manera amistosa, es probable que lo que veas en el otro te decepcione. Quizás ciertas actitudes o comportamientos que antes desconocías te hagan sorprenderte e incluso desilusionarte por completo.
No se valora lo que se tiene, hasta que se pierde.
Otro motivo es la indiferencia. Fruto de una convivencia prolongada y poco amigable, se puede llegar a desarrollar ese sentimiento de apatía, disgusto y rechazo por el otro. Es ese momento en el que todo lo que haga te parece rebatible, mejorable y erróneo. Discutes por tonterías y no permites pero alguno. Hasta que llega un día que literalmente “ya te da igual”. Te resignas y vives infeliz en un hastío concomitante.
Cuidado con el aburrimiento y la rutina
La rutina del día a día, falta de entusiasmo y espontaneidad, ausencia de sorpresas e intereses, cimientos frágiles, falta de aficiones en común… Son muchas las causas del aburrimiento. Pero al igual que para discutir hacen falta dos personas, la causa del aburrimiento en pareja también tiene su origen en los dos miembros de la misma.
Si eres tú el que te sientes apesadumbrado o sin ganas de salir a la calle, házselo saber al otro. Puede que no solamente te sirva para desahogarte, sino que también puedes ayudar a tu pareja a saber cómo ayudarte. Igualmente, si siempre lo que hacéis como pareja lo convertís en una rutina, al final termina desembocando en el indeseable hastío.
Por ejemplo, si normalmente os apetece ir al cine el viernes, hay dos maneras de afrontar esta salida. Como una actividad que realizáis para salir de la rutina y divertiros juntos; o como una obligación predecible y carente de excitación alguna. Mejor la primera, ¿no?
Actitudes que promueven el hastío
La desconfianza, dejarse llevar por los celos, la inseguridad, el sentimiento de inferioridad o la falta de honestidad. Estas son algunas de las actitudes que a menudo tendemos a adoptar cuando nos sentimos incómodos en una relación. Todas ellas desembocan en la ruptura o en el hastío. Por eso, si quieres que tu relación se mantenga durante mucho tiempo, decídete a hablar y a mejorar la comunicación en pareja.
Otro error muy común que acaba con la pareja, además de la comunicación de la que hablaremos a continuación, es la falta de apoyo. A menudo, cuando tenemos un problema y tratamos de contarlo, nos echamos atrás por convencimiento de que el otro no nos va a entender. Y peor aún es cuando lo contamos y no nos sentimos amparados, protegidos o entendidos por el otro. Para evitarlo, haz de la empatía tu compañera de vida.
Por otro lado, la falta de tiempo es otro de los grandes enemigos de la relación saludable. Es importante que saques unos minutos al día para conversar con tu pareja. Que le dediques una caricia o un contacto visual que realmente le llene de energía. El estrés o demasiadas horas trabajando suelen ser factores de alto riesgo.
La solución es la comunicación
Como podéis ver, tener una relación de pareja saludable y estable no es una tarea siempre sencilla y requiere de un esfuerzo y de una implicación consciente por parte de los dos. Y más cuando un mito ha ido viajando de generación en generación, ese que reza que “cuando el hombre habla, se cansa; por el contrario, cuando la mujer habla, descansa”.
La mujer, por educación y roles sociales que ha tenido que desempeñar, ha tendido más a posicionarse en el lado comunicativo. Mientras que, el hombre, debido al estereotipo de protector y ser rudo, ha optado más por el silencio.
Hoy en día, la falta de comunicación en una relación es el origen del su fracaso. Si algo te molesta del otro -por ejemplo, que nunca eche la ropa al cesto de la ropa o que no saque la basura- lo mejor es decírselo. No con ánimo de discutir, sino de manifestar tus pensamientos. Además, el éxito no se encuentra sólo en señalar lo negativo de tu pareja (y, que además, te tenga que hacer caso y cambiar). Lo más importante es el amor. Por eso, comunica también las partes positivas: no olvides señalarle aquello que hace y te gusta.
El silencio no se oye, pero lo llena todo.
Haciendo consciente al otro de lo que te molesta, quizás pueda limar o modificar aquellas costumbres que te molestan. Y si no lo hace, no te lo tomes de forma personal, simplemente, entiende que nadie es perfecto. Y al igual que tu pareja, tú también tendrás tus extravagancias.
Por el contrario, si optas por callarte, no solamente estarás omitiendo información que puede enriquecer vuestros lazos, sino que tu malestar interno irá creciendo cada vez más. Y al final… explotarás por cualquier otra razón. Comunicar es vivir. Y lo que no se dice, lo que el otro no sabe, es como si no existiera.