La herida de humillación: ¿cómo se manifiesta en tu vida?
¿Sientes vergüenza de tu cuerpo, de tu aspecto o de tus modales? ¿Escoges parejas que te humillan? ¿Te sientes culpable por permitirte determinados placeres? ¿Lo haces todo por los demás y nunca te lo valoran? Entonces, posiblemente, arrastres la herida de humillación.
Esta es una de las heridas infantiles descritas por la autora canadiense Lise Bourbeau en su maravilloso libro Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. De hecho, es la más difícil de reconocer. Por ello, es probable que en una primera lectura no te sientas identificado con su descripción o no te permitas identificarla. Sin embargo, una vez tomes conciencia de lo que ocurre y te decidas a sanar, todo cambiará profundamente.
¿Qué son las heridas infantiles?
Las cinco heridas de la infancia describen impactos emocionales que vivimos en las primeras experiencias con los progenitores y que no supimos procesar. En la interacción con ellos esperamos amor y aceptación incondicional, pero esto es prácticamente imposible que ocurra la totalidad del tiempo.
Así, palabras, actos o actitudes de los padres impactan en el niño, cuya mente infantil aún no dispone de los recursos para afrontar lo que sucede. De este modo, se crea una “máscara“, que no es más que un mecanismo de defensa que le permite sobrevivir emocionalmente.
Esta máscara engloba un conjunto de creencias, interpretaciones y patrones de comportamiento que se ponen en marcha cuando se viven situaciones similares a las que la desencadenaron en primer lugar. El problema es que, con el paso del tiempo, esta máscara deja de ser funcional. Como adultos ya contamos con herramientas personales para afrontar la vida, pero seguimos reavivando esa herida infantil inicial y activando unas defensas que ya no nos sirven.
El origen de la herida de humillación
En el caso de la herida de humillación, esta suele surgir entre el primer y el tercer año de vida, cuando el niño adquiere cierta autonomía sobre su cuerpo al aprender a comer, caminar o ir al baño. En alguna o en varias situaciones, el infante se sintió humillado por sus progenitores, avergonzado, comparado o criticado. Por ejemplo, si al mancharse la ropa, orinarse encima o actuar con el descontrol propio de un niño fue ridiculizado, reprimido o tachado de sucio o indigno.
Cabe mencionar que no es tanto lo que ocurrió, sino cómo lo percibió el niño lo que hace que abra la herida. Así, ante este impacto emocional se activa la vergüenza, la culpa, la ira o la sumisión; elementos que forman parte de la máscara del masoquista. Será entonces esta máscara la que guiará las interpretaciones y comportamientos de la persona, influyendo incluso en sus relaciones adultas.
¿Cómo se manifiesta?
Existen diversos aspectos en los que podemos fijarnos para saber si arrastramos esta herida. A continuación te nombramos algunos de los más relevantes:
- Sientes que el sufrimiento es una constante en tu vida. Todo te cuesta un gran trabajo y los resultados no suelen ser positivos. Además, te resulta complicado imaginarte disfrutando de lo que realmente quieres.
- Te sientes avergonzado de ti mismo o de otras personas con frecuencia. Sueles verte involucrado en situaciones que te hacen sentir ridículo o escoges parejas que tienden a humillarte o menospreciarte.
- No te gusta ir rápido, pero tampoco te permites ir a tu propio ritmo. Sientes vergüenza por no poder alcanzar a los demás.
- Te entregas en exceso a los demás. Haces todo por los otros, incluso dejando de lado tus propios deseos y necesidades. En el fondo, esperas que reconozcan y agradezcan tu labor, pero esto nunca sucede; por el contrario, los demás suelen aprovecharse de ti o pasarte por encima.
- Eres una persona tímida, insegura e indecisa. Te preocupa lo que otros piensen de ti, especialmente tus padres, a quienes siempre tratas de complacer.
- Eres una persona hipersensible a la que se hiere con facilidad. Las críticas te afectan en exceso y no sabes gestionarlas.
- Te sientes responsable de la felicidad de los demás y te haces cargo de asuntos que no te competen. A veces sientes que llevas demasiado sobre tus espaldas, pero no puedes evitarlo.
- Puedes tener problemas sexuales relacionados con la vergüenza y la dificultad para permitirte el placer. Tal vez consideres la sexualidad como algo sucio o de lo que no eres digno.
- Tiendes a compensar tus emociones negativas con la comida, especialmente con alimentos dulces y procesados. Esto es para ti un premio y un consuelo; sin embargo, te avergüenza que otros te vean comer y te sientes culpable por hacerlo.
- La autora señala, además, que las personas con la herida de humillación suelen tener cuerpos grandes y redondos. Así, su figura y su sobrepeso no son sino un motivo más para sentirse y ser ridiculizados.
Sanar la herida de humillación
Al igual que las otras heridas, la de humillación puede sanarse si la persona, ya adulta, toma conciencia de su daño y de su máscara. Esto no es sencillo, pues resulta doloroso aceptar que uno se ha sentido ridiculizado por otros y por sí mismo; sin embargo, es un primer paso imprescindible.
A partir de aquí, la persona deberá cambiar sus hábitos: comenzar a escuchar y atender sus necesidades y dejar de cargar con las vidas ajenas; adoptar un diálogo interno positivo en el que no se compare ni se humille y permitirse ser sin imponerse excesivos límites a sí misma son algunos puntos cruciales.
En este proceso puede ser útil contar con un terapeuta. Este puede ayudarte a identificar el origen de la herida y guiarte en el proceso de quitarte la máscara. Así, si te has sentido identificado con lo anterior, no dudes en buscar ayuda.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Bourbeau, L. (2011). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB STARE.
- Bourbeau, L. (2017). La sanación de las 5 heridas. EDITORIAL SIRIO SA.